Dicen los que saben que indiscutiblemente estamos viviendo momentos sin precedentes en la historia contemporánea de México, otros afirman que el caso Ayotzinapa es equiparable a aquel 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, otros más recuerdan Aguas Blancas, Chiapas como para no dejar duda de que las matanzas de mexicanos por mexicanos son una tradición. Raúl Bringas Nostti en su libro Antihistoria de México, ¿un pasado sin héroes, nación ni bandera? arremete contra los buenos de la historia oficial y eleva a los villanos al cielo.
Los medios electrónicos internacionales señalan el hecho como un crimen de Estado, el Estado dice y se desdice, confunde y trata de ocultar; la imagen que se proyecta hacia afuera no coincide con la realidad que estamos viviendo.
El conflicto no se resuelve con la renuncia de un presidente ni con la de un gobernador, dicen que el primero no puede renunciar porque la Constitución no lo permite, el segundo ya se fue, la violencia sin sentido se desató y ahora el contagio cada vez es mayor.
La inconformidad por lo sucedido con los normalistas de Ayotzinapa, que dicho sea de paso no es un caso extraordinario, sino más bien cotidiano, detonó brotes de violencia por toda la República como consecuencia de la ingobernabilidad que se asoma desde el Palacio Nacional.
Nada justifica estos hechos; infiltrados, radicales, grupos de choque, paramilitares, como los quiera señalar, a final de cuentas y como mencioné en párrafos arriba, son mexicanos agrediendo a mexicanos, somos nosotros mismos, pareciera que el enemigo está a su lado, los medios electrónicos e impresos lo corroboran, el alto grado de violencia que padecemos al día de hoy refleja esa inconformidad social que a través de acciones distractoras las altas esferas habían estado conteniendo.
Estamos padeciendo un enfrentamiento protagonizado por nosotros mismos, no peleamos contra una fuerza extranjera o un enemigo externo. Los conflictos que tenemos, arraigados como la misma idiosincrasia colectiva a lo largo de nuestra historia, han dejado huella indeleble pero no un aprendizaje real.
Lo que nos pasa tiene un nombre, tiene una definición, se estudia dentro de la sociología, y aunque nos incomode o nos asuste, la taxonomía nos ubica en el rango de guerra civil.
En resumen, una guerra civil es “aquella que se da de manera desorganizada entre personas que no están preparadas profesionalmente para afrontar conflictos bélicos, y de aquí toma su nombre de civil ya que los civiles y no los militares son quienes la llevan adelante principalmente”. Se presenta dentro de las ciudades y zonas habitadas y es generada por diferencias de territorio, problemas sociales, abuso de poder, problemas económicos, etc.
En teoría, nadie quiere una guerra civil, eso convulsionaría a la sociedad, y colapsaría nuestra economía, pero pregúntele a nuestros compatriotas de Chilpancingo qué piensan de todo esto, hable con los mexicanos que viven en Acapulco y que su sustento está basado en el turismo, su economía se colapsó, todos la colapsamos, no es la desaparición o ejecución de 43 estudiantes normalistas, es la descomposición social que nos está afectando.
Y entonces, como “sociedad civilizada y solidaria” ¿qué tenemos que hacer?, visitar Acapulco, detonar el turismo en la bahía, arriesgar a la familia y en el puente ir a comer camarones a la Quebrada, activar la economía con las excelentes ofertas del “Buen Fin”, manifestarnos con velas y vestidos de blanco por las calles de las ciudades de la República, hacer paneles de discusión en las universidades, escribir columnas como ésta, qué, dígame usted, ¿qué tenemos que hacer?
No es un grupo de revoltosos, es la sociedad que se cansó de los malos gobernantes, de los medios al servicio del Estado, de la desigualdad social, de los fraudes y las casas ostentosas, de los escándalos políticos que como los escándalos de la farándula son el pan de cada día para distraer a la opinión púbica de lo verdaderamente relevante.
¿Qué haces tu por México? es la pregunta que hoy por hoy estamos obligados a responder, cuáles son los elementos, las herramientas, o si gusta las armas, con que contamos para frenar y cambiar nuestro rumbo.
Cuáles son las cosas buenas, las positivas que usted puede aportar. Es como una constante pensar que para manifestar mi sentir tengo que hacer una marcha, tengo que parar de trabajar para ir a un evento de resistencia, tengo que gritar porque si no, no me escuchan, tengo que destruir para que me vean, ¿será cierto? Últimamente no es así, o por lo menos esas estrategias no están funcionando, entonces eso nos orilla a cambiar el discurso social, qué puedo hacer, algo que en verdad funcione, una crisis se define como cambio, una alteración, un suceso que detonará eso, el cambio.
Pareciera que México está en permanente crisis, en busca del cambio, proponga qué actividades debemos realizar para revertir todo esto. La educación, el trabajo, las artes, la cultura, la democracia, los aparatos ideológicos del estado, la sociedad misma.
Para poder hacer una verdadera transformación en el país tenemos que comenzar por nosotros mismos, no espere a que el presidente renuncie o lo enfermen y lo entierren, eso no cambiaría nada, el cambio ocurrirá cuando cada uno de nosotros seamos derechos evitemos los actos de corrupción, cumplamos en tiempo y forma con nuestros compromisos, seamos congruentes en pensamiento, palabra y obra, pero sobre todo, seamos agentes de cambio, pero de verdadero cambio, no grite, no pinte, no corra (como en el jardín de niños) mejor piense, sea estratega y ejecute lo que todos estamos esperando.
Primer paso: Una nación se construye todos los días, por lo tanto DECIDA, ¿está listo para construir un nuevo México?
Twitter: @ericazocar