En los últimos 20 años ha ido creciendo una ola de modas -no sólo en temas del vestir o de ser- que ha abarcado un sinnúmero de actividades, personas y temas. La responsabilidad social, por ejemplo, es un ejercicio dirigido primordialmente al sector productivo para ejercer una serie de funciones que modifiquen la gestión (la forma de hacer las cosas) de ese sector y su impacto en la comunidad.
En sus inicios (los cincuentas de manera más formal), la responsabilidad social de las empresas se limitó a actos meramente filantrópicos, es decir, a acciones para la comunidad o instituciones de ésta, que se referían a necesidades propias de la sociedad: apoyar asilos, escuelas, iglesias, organizaciones caritativas, y otras. Sin embargo, el transcurso de los años le ha enseñado mucho a las empresas y a sus integrantes, tanto por las consecuencias de sus acciones, como por una necesidad de supervivencia. Así de claro, hoy las organizaciones que no se involucran en acciones de responsabilidad social empresarial, tienden a desaparecer, porque los mismos clientes o consumidores están desarrollando una cultura de selectividad hacia empresas que matienen estándares de sustentabilidad. Esto no será fácil, pero tarde o temprano sucederá.
La responsabilidad social empresarial o corporativa es, pues, la forma de gestión de negocios que le permite a una empresa encajar en su comunidad sin generar impactos -o aminorando al máximo estos- que le provoquen reacciones en contra por parte de sus grupos de interés. Los grupos de interés (stakeholders en inglés) son aquellos grupos internos o externos que están en contacto directo, y por lo tanto, se ven afectados positiva o negativamente por la empresa. Los proveedores, los clientes, los trabajadores, los accionistas, la comunidad, los sindicatos, las instituciones académicas, las organizaciones sociales, son algunos de los principales grupos de interés que cualquier empresa debe tener en cuenta cuando ejerce sus actividades. Estos grupos deben ser atendidos literalmente para que la empresa pueda generar una relación de beneficios mutuos que le ayuden a mejorar su imagen, pero sobre todo, a darle sustentabilidad a un proyecto productivo.
Cuando en los noventas la empresa GAP y Levi`s fueron puestas al descubierto por acciones de subcontratación en países pobres con condiciones negligentes de trabajo y derechos humanos, estas empresas -perdiendo dinero en demandas y prestigio con los medios de comunicación en contra- aprendieron una dura lección: no se puede cumplir el dicho maquiavélico de “el fin justifica los medios” y tuvieron que ir organizando sus empresas, más que por cumplir con la ley, por un compromiso con la comunidad que les acercara a sus grupos de interés, sin perder los objetivos económicos que deben perseguir como empresas lucrativas. GAP, por ejemplo, fue la primera empresa en establecer un código de conducta para sus proveedores (el problema había surgido con empresas subcontratadas en el Salvador con trabajo infantil, y en Camboya con condiciones de insalubridad y explotación que la empresa no verificó adecuadamente a la hora de contratar a maquiladores para su negocio), con ello propuso que las empresas subcontratadas deberían parecerse en sus valores y creencias organizacionales a la misma GAP, para poder tener una visión común de la forma de hacer las cosas sin quebrantar la ley ni agobiar la dignidad humana.
La responsabilidad social empresarial es una estrategia pertinente para hacer las cosas de manera sustentable: generar economías, el desarrollo social y humano, buscando el equilibrio con el medio ambiente.
Aunque en concepto es fácil decirlo, establecer un programa de responsabilidad social empresariales es complejo y, según el punto de vista de quien ésto escribe, se acompleja el tema por tres razones principales: lograr un compromiso real de los dueños de las empresas; la resistencia al cambio de los trabajadores; y midiendo las consecuencias, establecer mecanismos medibles (recordemos que las palabras románticas de la responsabilidad social tienen que ser convertidas en acciones más que en intenciones) con los que se lograría entender este modelo de gestión, no tanto como una actividad extra para ganar prestigio ante la sociedad, sino una forma de hacer las cosas.
En la actualidad existen diversas formas de lograr el cometido de responsabilidad social empresarial, por ejemplo, el distintivo ESR del Centro Mexicano para la Filantropía, que es una serie de indicadores que le permiten a la empresa un autodiagnóstico, y luego un plan de acción para modificar y cumplimentar los cinco ámbitos que ese plan comprende (calidad de vida de los trabajadores, ética corporativa, vinculación con la comunidad, cuidado del medio ambiente, mercadotecnia y consumo responsable), con lo que se logra que las empresas concurran en objetivos comunes para la mejora social.
Le recuerdo también que la ventaja de involucrar a las empresas, es que éstas no caducan con periodos, sino que si son avezadas, duran por muchos años, transformando la vida de sus trabajadores, sus familias y la comunidad en que se encuentran.
La responsabilidad social hoy no es más filantropía, o no sólo acciones de filantropía, es un modelo que va más allá de donar dinero cada año o de darle un donativo en especie a un equipo deportivo. La responsabilidad social es la forma en que las empresas le comunican al mundo el cómo hacen las cosas, y cómo contribuye a lograr objetivos sustentables.
El día de ayer estuvo en Aguascalientes Rodolfo Sagahon Velasco, coordinador nacional del Pacto Mundial, otro modelo de gestión de responsabilidad social empresarial que propuso la ONU hace quince años, y que se basa en diez principios fundamentales divididos en cuatro ejes: derechos humanos, condiciones laborales, anticorrupción y medio ambiente. La intención de su visita era hacer ligas estratégicas para involucrar a más empresas en este diálogo socialmente responsable. Estaremos en contacto y trabajando de la mano en esa materia que es de suma importancia para todos, pues la responsabilidad social empresarial comienza también por una responsabilidad individual, hacer lo que a cada uno le toca para contribuir a la mejora general.