No conocía a Pancraz Körle, un pintor húngaro del siglo XIX. Es el autor de un cuadro que se titula “El pastel de cumpleaños”. En éste podemos contemplar a una mujer con vestido de época, de colores pastel, quien calza unos primorosos zapatitos azules. Ella sostiene un pastel que más parece una tarta de frutas. Le deja caer una flor, como remate de la decoración. Pero no podemos ver el rostro de la mujer; aunque tiene el pelo recogido, nos da la espalda. Está asomada a una baranda de lo que podría ser un palacio. Por un momento me pareció verla en el primer piso del Palacio de Bellas Artes. Está atenta a lo que sucede abajo. No sé si contempla un salón, una puerta de entrada o un corredor. No sé si quiere sorprender a alguien con el pastel o quiere dejárselo caer en la cabeza. No sé si será una esposa despechada o una amante festiva, o acaso una madre, una hija o la cocinera de la casa que debe llevar la torta a la mesa donde se festeja el cumpleaños del gran señor.
O bien, ese pastel es para celebrar que esta columna cumple su primer aniversario. Supongo que las minutas han durado por estar conservadas en sal. Me gusta pensar que son cecinas literarias. Cuando uno inicia algo no sabe hasta dónde llegará o si tendrá un buen fin. Al principio, me parecía algo improbable lograr escribir una minuta cada semana. Pero la imaginación y la disciplina no me fallaron, aunque más de una vez. temí terminar escribiendo nimiedades o no lograba encontrar el equilibrio entre los temas variados y la comida. Como lo dije al inicio, esto no es una columna sobre gastronomía ni sobre restaurantes o modas culinarias. Tampoco es la sopa de la literatura. Es una columna donde se unen las cosas que me gustan, las que me inquietan, las que me sorprenden, las cosas con sabor aunque a veces no tan grato.
Creo que escribir es un poco como el cuadro de Körle: lo que vemos en primer plano puede parecer simple, mas todas las historias están detrás de esa baranda. Alguien las observa, alguien las conoce, pero nosotros, espectadores, escritores, tenemos que imaginarlas, tenemos que traducir en letras nuestras suposiciones, debemos saber ver lo que está del otro lado. Algo así también es el tiempo. Es como esta columna que lleva un año en circulación y que permanece de este lado de la baranda y sólo se despeña cuando llega la nueva entrega. No sé cuántas historias hay del otro lado, no sé cuánto tiempo podré seguir tras la mujer que observa. No sé qué sabor tiene ese pastel de cumpleaños ni si las flores que lo adornan son perecederas como uno. Pero esa incertidumbre constante es lo que atrapa mi curiosidad y evita que voltee hacia otra dirección.
Hoy en día podemos ver casi cualquier cosa gracias a los medios de comunicación. Así me ocurrió con el cuadro del pintor húngaro. Pero no todos los medios podrían exhibir lo que hay detrás de esa baranda. Mi intuición, lo que he leído sobre la época, lo que sé sobre los pasteles festivos, sobre los palacios fastuosos y demás me muestran la historia que no se ha contado. Eso se tiene que hacer una y otra vez, no dar por sentado que lo que vemos, o nos es permitido ver, es el todo; de lo contrario, padeceríamos una ceguera autoimpuesta. Este ignorar es lo que nos hace cerrar los ojos ante cosas que siempre han estado ahí: sucesos que no denunciamos, hechos que deberíamos señalar con dedo inquisidor, acontecimientos luminosos que nos motivarían a seguir. Todos deberíamos tratar de narrar lo que puede estar detrás de esa baranda; dar voz a lo posible
Lo dicho, cumplimos un año en La Jornada Aguascalientes con esta segunda columna. Debo agradecer al editor y al equipo de edición por el espacio. Me gustaría mandarles rebanadas de pastel, a ellos, y a los lectores. Pero es difícil. Lo que es viable es que imaginen sus platos servidos detrás de alguna baranda, y los rostros de los que comparten este festejo. Queda esperar que las minutas puedan recorrer de nueva cuenta las fechas de su segundo año.
Escribo porque es mi oficio, y es la forma en que puedo comunicarme con los otros y conmigo misma. Creo que escribir todavía es urgente. Nos hemos limitado a ver las enaguas primorosas de esa mujer que nos da la espalda, a trivializar los cuadros cotidianos, a no intentar ver lo que hay tras la baranda, aunque tengamos las herramientas y la capacidad de ver más allá. Hemos ignorado todo, nos hemos ignorado los unos a los otros. Si estas minutas sirven para que alguien se acerque, es suficiente. Sea, feliz aniversario.