Ciña ¡Oh Patria! tus sienes de oliva de la paz, el arcángel divino.
México vive momentos difíciles, dolorosos y perturbadores. Hace casi un siglo que el país no se encuentra en este estado de intranquilidad, misma que ha sido causada desde las entrañas de la política.
Es indignante la forma ignominiosa como un presidente municipal -de izquierda- ordena a su policía entregar a un grupo de estudiantes a una organización criminal armada que subsiste en una entidad federativa gobernada por la izquierda, para su ¿desaparición? ¿ejecución?.
Es patético el poco interés mostrado al caso por las autoridades federales: primero en la existencia de dicha organización criminal armada, después la tardanza -de diez días- en ejercer la autoridad federal su facultad de atracción sobre el asunto, y por último la forma ridícula con la que quieren que la opinión pública crea que tres sujetos sometieron a 43 jóvenes que viajaban en las cajas de dos camionetas, sin ofrecer resistencia, sin defenderse.
Y, de Iguala, la enseña querida… formará de su fosa una cruz.
Es ofensivo el modo en que pretenden hacernos creer -sin reconocerlo expresamente- que la organización criminal terminó con la vida del grupo de estudiantes normalistas con la precisión científica de un premio nobel, para no dejar huella alguna, pero que el descuido de no abrir una bolsa de plástico de polietileno permitió localizarla íntegra, para hacer pruebas de laboratorio.
Es descarado el engaño que quiere hacer la principal figura pública de izquierda en este país, convocando a un mítin en el que condenó los hechos, y aseguró no conocer al presidente municipal que quiso proteger el informe del DIF municipal (paradójicamente DIF significa “Desarrollo Integral de la Familia”) de su esposa, acusada a estas alturas, hasta de sostener un amorío con el propio gobernador del estado de Guerrero.
Es inefable la forma en que los “tres testigos” presentados por la Procuraduría narran con frialdad lo que hicieron a ese grupo de personas.
Antes, Patria, que inermes tu hijos, bajo el yugo su cuello dobleguen, tus campiñas con sangre se rieguen, sobre sangre se estampe su pie.
Es ridícula la forma en que, al tiempo que se llevaba a cabo una marcha para reclamar todo lo anterior, un grupo de encapuchados escenifica un incendio en la puerta principal de Palacio Nacional, una vez que la misma fue “descuidada” por instantes de los integrantes del Estado Mayor que la resguardaban.
Es fatuo el manejo que al tema ha dado la oficina de la Presidencia de la República.
Y es sinvergüenza el reclamo de quienes son consumidores habituales de las drogas que sostienen a los grupos delictivos más importantes del país. Sí, los que el 26 de Septiembre recibieron a los normalistas para deshacerse de ellos, no se crearon, ni sobreviven, vendiendo gorditas en las paradas de camiones.
Más si osare un extraño enemigo profanar con su planta tu suelo.
Hay quienes sostienen que intereses internacionales se encuentran detrás del incendio -hablando esta vez en sentido figurado- que se pretende hacer de la Patria, como si no fueran suficientes las vidas de medio centenar de personas que esa noche perecieron -es lo que el Procurador nos quiere hacer pensar, aunque no lo diga- ante la infame asociación de la izquierda y el crimen organizado guerrerenses.
“Intereses internacionales buscan desequilibrar al País, están aprovechando las circunstancias, para que el peso se devalúe y que el precio del petróleo baje” aseguran analistas de mucho respeto, y quizá tengan razón, aunque en lo personal creo que hay más enemigos en casa que más allá de nuestras fronteras.
Y los ecos sonoros resuenen con las voces de ¡Unión! ¡Libertad!
Hoy es tiempo de gritar ¡Unión! ¡Libertad!, pero también gritar ¡Verdad! ¡Justicia! Gritárselo a quienes quieren y han querido provocar en nuestro país un caos. Un caos por el abandono de los más pobres, de la educación, de la salud; caos por la protección de delincuentes, principalmente emanados de las filas de quienes ocupan los principales cargos públicos, exgobernadores y sus gabinetes, de todos los partidos. Un caos por la opacidad en la que se conducen los asuntos públicos, por ejemplo, cuando el Presidente de la República anuncia la construcción de un nuevo aeropuerto, siendo que nadie estaba enterado de su licitación (que es evidente que debe ser pública y abierta).
¡Guerra, guerra sin tregua al que intente de la patria manchar los blasones! Y a los fieles bridones les sirvan las vencidas enseñas de alfombra.
Además del reclamo de justicia y de verdad, el pueblo de México debemos impedir que prosperen aquellos que se proponen desquiciar al país hasta el grado que el gobierno esté obligado a la represión o bien a permitir la existencia permanente de “acciones” de desestabilización. Pero es una situación que pocos parecen haber advertido.
Ya no más, de tus hijos la sangre, se derrame en contienda de hermanos.
Hoy debemos reconocer en la revuelta la última de las alternativas posibles. Hoy toda mexicana, todo mexicano, debe reconocer como nuestra la patria y luchar por ella. Todos podemos tener algún grado de participación en sacar al país del caos en que se encuentra, y sólo entre todos será posible salir adelante, pero antes de la violencia de cualquier tipo, debe imperar la cordura.
Sí a las manifestaciones de ideas, sí a las demandas públicas, sí a la exigencia de rendición de cuentas y sí a las demostraciones públicas de solidaridad ante el dolor propio y el ajeno, pero siempre pensando como aquel pequeño -sólo físicamente- hindú de mediados del siglo XX: “No hay caminos para la paz, la paz es el camino”.
Twitter: @manuelcortina [email protected] www.manuelcortina.com