La toma de instalaciones por movimientos sociales, antes de ser pensados como un atentado por invadir propiedad privada, son un mensaje de indignación y desencanto; Radio Universal, en Aguascalientes, fue testigo de ello. Antes de criminalizar a las y los jóvenes que irrumpieron en las cabinas radiofónicas de dicha empresa la mañana de este 6 de noviembre, es necesario reflexionar sobre los escenarios, símbolos e interpretaciones de estos fenómenos sociales.
Se dice que los medios de comunicación tradicionales (radio, prensa y televisión) tienen las funciones de informar, entretener y educar, al menos se esperarían estos tres en armonía. Sin embargo, como entidades económico-políticas también definen su línea editorial, es decir: su postura al observar, interpretar y comunicar sobre la sociedad. Debido a estas lógicas de producción y el dinero que se obtiene por medio de la publicidad, al reconocerse la permeabilidad de los medios en la población (aunque no se trata de una reacción o influencia directa), estos espacios acumulan autoridad, y como lo he planteado en otros textos, en ocasiones obnubila. Es así que los medios de comunicación son considerados el cuarto poder, a pesar de los medios digitales, como Facebook y Twitter, con los cuales se está en un lento proceso de democratización.
En la sociedad se ha gestado una imagen encantadora en torno a los medios de comunicación, por su capacidad de emitir mensajes a multitudes, atravesar fronteras, crear historias, experiencias, etc. Sin embargo, en el contexto mexicano, estas plataformas han sido acaparadas por ciertos grupos, incluyendo los políticos; aunque esto no significa que tal cual se presenta algo, por ejemplo, en la televisión, eso sea consumido en su totalidad por quien la ve. De hecho, pensar que alguien “se la traga” tal cual se publica algo, significa subestimar la racionalidad de las personas y asumirse por encima de las mismas; de lo cual también han pecado algunas agrupaciones de la sociedad civil organizada, como el movimiento #YoSoy132.
Cada uno de los individuos digiere lo que emiten los medios de comunicación de acuerdo a su experiencia, y es por esta misma interpretación social, histórica y personal que algunos sectores de la sociedad se desencantan al observar cómo algunos medios de comunicación los exhiben en un zoológico mediático: a los discapacitados como cuerpos obsoletos que requieren de un aparato (social) de respiración artificial; a los pobres se les muestra como felices por conformidad o flojera; la tradición política como el menor de los males a comparación de la alternancia; la homosexualidad como desviación y mofa para entretenimiento de los heterosexuales; el amor eterno y la unión familiar como pretexto para soportar el malestar en la pareja; por mencionar algunos ejemplos. A pesar de ello, estas representaciones sólo serían imágenes, alegorías y ficciones: si contáramos con una educación más integral, completa y científica, no sólo moldeada a los intereses político-económicos; y si existiera una mayor pluralidad de posturas en los medios de comunicación. Por ello, algunas personas, al hacerse conscientes y sensibles ante estas dinámicas se indignan, lo cual puede materializarse de múltiples formas, una de ellas la toma de instalaciones.
En las zonas rurales de México es posible enfrentarse a escenarios de precarización social y económica, lo cual gesta impotencia y dolo ante las problemáticas que se observan en la comunidad; si a esto aunamos la presencia de escuelas normales rurales, donde el pensamiento crítico y el racionalismo se impulsan para beneficiar con la formación de ciudadanos pensantes; es entendible que las y los normalistas sean quienes lideren movilizaciones sociales de protesta y acción, lo cual puede interpretarse como actos antisociales, de parias violentos, quejumbrosos, parasitarios y mantenidos. Y este tipo de pensamientos negativos sobre normalistas son los que, tal vez, detonaron la toma de instalaciones de Radio Universal, en Aguascalientes.
Días antes del suceso, José Luis Morales, dueño de la empresa y locutor del programa matutino de “La Mexicana”, había expresado que estudiantes de la Escuela Normal Rural “Justo Sierra Méndez”, de Cañada Honda, harían una marcha para manifestarse por el caso de los normalistas desaparecidos en Ayotzinapa; pero también alertó a locatarios y transeúntes del centro de la ciudad capital, ya que los normalistas podrían realizar actos de violencia o afectar los inmuebles; en suma: ¡aguas porque son rijosos! Días después, fueron tomadas las instalaciones por estudiantes, y aunque no se sabe si fueron de la Normal de Cañada Honda, es razonable la relación entre ambos hechos. Aún, sin conocer la adscripción de los jóvenes, el mensaje fue claro: se reconoció al programa de José Luis Morales como uno de los más sintonizados, la importancia de la pluralidad de voces ante fenómenos y problemáticas, y se evidenció la indignación ante una radiodifusora que claramente tiene un mensaje de desprestigio a los movimientos sociales. Al tomar las cabinas, los jóvenes manifestaron: “es por cuestiones de tiempo y de seguridad, sabemos que lamentablemente los policías vienen y nos agreden, en cualquier estado de la república así se da y entonces los estudiantes también tenemos temores, temores y yo creo que están bien cimentados y la evidencia está en Guerrero […]”. Tras dar su mensaje, simplemente se fueron.
La toma de instalaciones de Radio Universal no fue un atentado directo contra José Luis Morales, aunque días antes éste se haya expresado mal de los movimientos estudiantiles, sino que se trata del ejercicio de una alternativa ante la falta de medios de comunicación de acceso público; al reconocer el impacto de los medios, y en especial por el alcance del programa de noticias de “La Mexicana” a los sectores sociales que cuentan con menos recursos para la comparación y segregación de información.
Si bien, este tipo de acciones no son las deseables, manifiestan la indignación de la sociedad y una agenda pendiente que contemple la gestión de medios públicos y la ampliación del derecho de réplica. Por una parte, los medios digitales ofrecen una plataforma para exponer otro tipo de versiones e historias a las que se presentan en los tradicionales, pero a estas narraciones sólo pueden acceder personas con cierto conocimiento técnico y conexión a internet, por ello se necesitan espacios para la apropiación pública en los medios tradicionales, por ejemplo: que sea posible el solicitar un espacio en un canal destinado para la ciudadanía, en el cual se puedan transmitir mensajes, comentarios y videos por parte de la misma población. Por otro lado, la réplica en medios aún presenta escollos, ya que, en caso de requerirlo, pocas veces se emite la respuesta de la audiencia en el mismo espacio (como el colocar la réplica en la misma página donde se realizó la publicación a contestar en un medio impreso) ni en un contexto similar de exposición (si se desea responder a una nota televisiva transmitida en horario estelar, la respuesta a ella también debería realizarse en horario estrella).
¿Qué nos queda por hacer? Una responsabilidad para aquellos quienes tuvimos el privilegio de acceder a la educación, en especial a nivel superior, es el compartir el análisis de contenidos con familiares y amigos. El 8 de noviembre la puerta del Palacio Nacional fue quemada, gran parte de los medios de comunicación en el país indicaban que los responsables eran parte de los manifestantes de una marcha para exigir justicia en el caso de los 43 estudiantes normalistas desaparecidos de Ayotzinapa; a la par, en medios digitales se difundían imágenes en las que el incendiario parecía estar protegido, es decir, un atentado planeado por un grupo ajeno a los manifestantes; ante ello una opción es ofrecer las versiones a quienes hablen del tema para promover la discusión y la diversificación de información.
Si bien, la indignación no debe ser justificante para poner en peligro a otras personas o afectar los bienes de terceros, debemos aceptar que se requieren alternativas de solución ante las problemáticas que enfrentamos, y estas acciones también necesitan ser colectivas e incluyentes. Las y los jóvenes que tomaron las instalaciones de Radio Universal no son vándalos, sino que ejercieron su derecho a exigir un medio público; lo cual se hubiese evitado si los medios impidieran el fanatismo y promovieran la pluralidad de ideas.
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