La modernidad irrumpe en el amor / Vale al Paraíso - LJA Aguascalientes
21/11/2024

De la primavera se pasa al invierno, después de haber disfrutado el ardiente verano. El sol se guarda. La luz parpadea. El frío cala. La noche se alarga. La partitura del Ámame cuando menos lo merezca porque será cuando más lo necesite se guarda para mejor ocasión. Concluir una sinfonía amorosa es una faena difícil, sobre todo cuando el hombre ya lo decidió.

El lance se complica cuando se debe enterar a la todavía Julieta con argumentos creíbles. “No eres tú, soy yo” parece ser el más simple, quizá el más simpático, pero también el más cínico.

En el siglo pasado el aviso del inesperado fallecimiento amoroso se entregaba personalmente. Más de alguno envió el telegrama de diez palabras a manera de epitafio. Cartas, retratos, peluches y regalos se regresaban a través de la amiga mutua, en ocasiones compungida.

La modernidad agrega medios de notificación en el siglo XXI, tan potentes como la banda ancha: teléfono móvil, red social, MSM, WhatsApp y correo electrónico, en lugar del embarazoso cara a cara, mirándose con ojos de borrego a medio morir y fingiendo, el (ahora) villano favorito, el suicidio con galletas Marías, tan efectivas para cortarse las venas.

A partir de un correo electrónico, Sophie Calle decidió montar una exposición de arte conceptual en el pabellón francés de la Bienal de Venecia en 2007, inspirada en el correo electrónico que le fue enviado por su entonces pareja para informarle que causaba baja su relación. El comunicado finalizaba con la frase que da título a la obra: “Cuídese mucho”.

La artista parisina nacida de 1953 explica que “diciéndome que todo había terminado. No sabía cómo responder. Era casi como si no tuviera significado para mí. Terminaba con las palabras: ‘Cuídese mucho’. Y así lo hice. Luego pedí a 107 mujeres (dedicadas a diversas disciplinas) que interpretaran la carta,  responderla por mí. Era una manera de tomar el tiempo para el rompimiento. Una manera de cuidar de mí misma”.

La misiva, en calidad de no tan Santa Inquisición, dice:

Sophie.

Llevo un rato queriendo escribir y contestar a su último e-mail. Al mismo tiempo me parecía mejor hablar con usted y decirle lo que tengo que decir de viva voz. Por lo menos, esto quedará ya escrito.


Como ya sabe, últimamente me he sentido mal, como si ya no fuese yo mismo en mi propia existencia. Una  especie de angustia terrible contra la que poco puedo hacer, salvo intentar salir adelante como siempre he hecho.

Cuando nos conocimos, puso una condición, no convertirse en la “cuarta”. He respetado el compromiso: ya hace meses que dejé de ver a las “otras”, puesto que no había manera de seguir frecuentándolas sin convertirla a usted en una de ellas.

Creía que eso sería bastante, creía que el quererla yo y el quererme usted bastaría para que la angustia que me empuja siempre a buscar en otros lugares y me impide por siempre jamás estar tranquilo y ser simplemente  feliz y “generoso” se calmase con su presencia y con la certeza de que el amor que me aportaba era lo más beneficioso para mí. Lo más beneficioso que haya conocido jamás. Pensé que escribir pondría remedio, disuadiría mi “intranquilidad” y me permitiría ir a su encuentro. Pero no. Me siento aún peor. No puedo ni decirle en qué estado me encuentro. Así, esta semana, empecé de nuevo a llamar a las “otras”. Sé lo que eso significa para mí y a qué ciclo me arrastrará. No le he mentido nunca y no estoy dispuesto a hacerlo hoy. Al principio de nuestra relación,  usted me puso otra regla: que el día que dejásemos de ser amantes, no  se plantearía volver a verme. Sabe hasta qué punto esta condición me parece injusta y desastrosa (puesto que sigue viendo a B y R) y comprensible (evidentemente…), de modo que no podría nunca convertirme en amigo suyo.

Pero hoy,  el hecho de que acepte plegarme a su voluntad,  a pesar de que echaré terriblemente en falta verla, hablar con usted, aprehender su visión de las cosas y de los seres y su dulzura para conmigo da cuenta de la importancia de la decisión que tomo.

Pase lo que pase, tenga presente que jamás dejaré de amarla de ese modo que me es propio como lo hice desde que la conocí, un modo que seguirá vivo en mí y, estoy seguro, no morirá.

Pero hoy, sería la peor de las farsas tratar de prolongar una situación que,  lo sabe tan bien como yo, ya no  tiene remedio por respeto al amor que le tengo y al amor que me tiene y que me obliga a ser franco con usted, como un  último tributo a lo que compartimos y que será, por siempre, algo único.

Me hubiese gustado que las cosas fuesen de otro modo.

Cuídese mucho.

468 palabras. Delicadas y lapidaria. Diáfanas y confusas. Impregnan la dolorosa partida o el eterno hasta pronto, según la interpretación del lector, el invitado 108 para analizar el entrelineado de la dolorosa partida, del golpeado amor, la palabra más bella del planeta Tierra.

El trabajo de Sophie Calle se expone en el Museo Tamayo del Distrito Federal, desde el pasado 30 de octubre.

Porque alguien tiene que decirlo: Un espacio de opinión no necesariamente tiene que hablar de política. El descanso cae bien a todos, ¿no cree usted?

Y a propósito del respiro, Vale al Paraíso dejará de publicarse el próximo miércoles 12.

[email protected]

 


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