Rubén Díaz López
Miyasaki, su última película, su llamado testamento filmográfico Se levanta el viento (2013) es una maravilla, la parsimoniosa animación de la cotidianidad me encantó, no es sólo la vida propia de los protagonistas, sino el contexto, por ello no duda en gastar el tiempo en escenas sencillas donde la cámara no tiene un objetivo, todo el mundo y sus mínimos detalles son la finalidad: un carretero caminando aquí, una señora con bolsas por allá, la multitud que viaja en un tren, las afueras de un mercado común, en suma la vida diaria como un deleite.
Que mejor cinta para hablar de los éxitos de la gira del Ing. Carlos Lozano por el país del oriente, los hemos escuchado en la prensa, y no está de más repetirlos: 10 cartas de intención, 2 expansiones, 10 nuevas empresas, inversiones por más de 2 mil 822 millones. Pero además los seguiremos palpando en el transcurso de los próximos años en que seremos testigos de la apertura de todos aquellos compromisos signados; y más allá, el proyecto, como lo afirmó el propio gobernador, es de largo alcance. Las giras, el acercamiento, debemos tomarlo como un todo, se trata de un hermanamiento con el pueblo del sol naciente, que se ha venido dando desde que se instaló la primera Nissan y que con el advenimiento de la segunda planta, sumada además a la alianza Renault-Nissan-Daimelr AG, nos transforma en un socio estratégico del país oriental.
¿Es bueno este acercamiento? Por supuesto, nadie podrá negar todo lo que podemos aprender. Japón es admirable, no sólo superó con creces una industrialización tardía, sino que además se repuso de una serie de calamidades que se reflejan en el filme de Miyasaki, entre ellas la gran depresión de 1929, así como la Segunda Guerra Mundial que prácticamente lo devastó. Me encanta este nacionalismo a ultranza que los hace creer a ciegas en su propio país. Miyasaki lo hace, como dice Carlos Bonfil, esta cinta “proclama desde su epígrafe… un mensaje optimista en medio de la tragedia íntima que vive Horikoshi, y el drama colectivo de la nación nipona después de la guerra. El romanticismo del relato, plasmado en imágenes soberbias, opera como un bálsamo que restaña las heridas del personaje y de su país vencido” (La Jornada, 19 de abril de 2014).
Mitad autobiografía y mitad biografía del ingeniero aeronaval Jiro Harikoshi, diseñador del Caza Zero utilizado por los japoneses en el ataque a Pearl Harbor, en principio parecería estar alejada del pacifismo de Miyasaki y, sin embargo, el ya mítico director utiliza la alegoría del viento, elemento inocuo, para pensar en los aviones como hermosas máquinas, que sólo esperan que el hombre les dé un valor y entonces lo mismo sirven como hermosos sueños que para destruir. Además de diversos guiños a varios de sus filmes, su pasión por el aire vuelve a ser inspiración través de aparatos de la más distinta manufactura, lo mismo los mágicos mecanismos de vuelo en Nausicaa del valle del viento y El castillo ambulante, los preindustriales artefactos en El castillo volador o los correctamente aerodinámicos aviones de Porco Rosso o Se levanta el viento. Miyasaki vuelve a demostrarnos por qué es un maestro en todos los sentidos, su argumento es de proporciones inimaginables, la animación demuestra brillantez hasta en detalles como la lluvia. Su dirección es insustituible.
La forma en que Aguascalientes y Japón se enlazan va más allá de lo industrial, se vinculan culturalmente, como vimos por ejemplo esta semana en que nuestro estado fue sede de la segunda cumbre de rectores México-Japón y se firmó el convenio de colaboración entre la Universidad Autónoma de Aguascalientes y la Universidad de Kanagawa. Por cierto, uno de los momentos más intensos de Se levanta el viento, es cuando Miyasaki hace recuento del terrible terremoto de 1923 que devastó varias prefecturas entre ellas precisamente Kanagawa.
Esta serie de acercamientos impulsados decididamente por el gobernador Ing. Carlos Lozano de la Torre y por el embajador de Japón en México Shuichiro Megata, además de la sociedad y otra serie de personalidades de ambos países, han rendido frutos desde la perspectiva industrial y cultural, puede llevarnos a parafrasear a Miyasaki y decir que entre México y Japón se levanta, con bastante éxito, el viento.