Argel, Argelia, 22 de enero de 1956. Sintiendo la gélida brisa del mar en su rostro y teniendo como fondo a la Casbah, la enmarañada parte de la ciudad, el famoso literato, Albert Camus, hace un llamado a cesar los combates entre los independistas y las fuerzas coloniales. Esta exhortación desgarra su alma, dividida entre la lealtad a la metrópolis y al suelo africano que lo vio nacer.
Camus dice: “No soy un hombre político, mis pasiones y mis gustos me llaman a otros lugares distintos de las tribunas públicas. Voy allí solo por la presión de las circunstancias y por la idea que a veces tengo de mí mismo como escritor”.
La escena arriba descrita sirve de prólogo al presente artículo, el cual pretende explicar qué es un intelectual, proporcionar ejemplos, internacionales y nacionales, del mismo y decir quiénes son meramente intelectuales y cuáles son “orgánicos”.
Para el diccionario Larousse, intelectual es aquella “persona que se dedica a actividades en que predomina el empleo de la inteligencia”. Es decir, es una persona que se preocupa por el mundo de las ideas para, desde ahí, interpretar la realidad y tratar de cambiarla en favor de sus congéneres como se ejemplifica a continuación.
Émile Zola sometió bajo su poderosa lupa a la sociedad gala. En dos ocasiones su pluma influyó para revertir las injusticias que atestiguó: las brutales condiciones de los mineros en su novela Germinal y su carta abierta, J´Accuse, en la cual denunciaba el anti-semitismo que infectaba a una parte de la clase gobernante de Francia durante el Asunto Dreyfus.
Otro ejemplo preclaro del intelectual honesto y comprometido con las causas sociales es el británico George Orwell, quien denunció los excesos del colonialismo, combatió al fascismo en España, y luego alertó al mundo sobre la perversión del socialismo soviético y su metamorfosis en un sistema totalitario en sus novelas, Granja de Animales y 1984.
En nuestro México, Daniel Cosío Villegas redactó, en la víspera del sexenio de Miguel Alemán Valdés, su célebre ensayo, La crisis de México. En él advertía sobre la prostitución de los ideales revolucionarios y la potencial pérdida de la identidad nacional. Para Cosío Villegas, la única solución era “la reafirmación de los principios y depuración de los hombres”.
Será desde el periódico Excélsior -entonces dirigido por el aguerrido Julio Scherer García, futuro fundador de Proceso-, que Cosío Villegas se referirá a lo ocurrido el 2 de octubre de 1968 con estas palabras: “El estudiante ha dado un ejemplo cívico que no se producía en el país desde hace casi treinta años, que no se olvidará fácilmente y que está destinado a ser imitado mañana”.
Por su parte, Octavio Paz tuvo los arrestos para renunciar a su puesto como embajador en la India cuando conoció los atroces sucesos de la Plaza de las Tres Culturas y luego, desde el suplemento Plural del precitado Excélsior, Paz denunció al militarismo latinoamericano con motivo del golpe de Estado en Chile.
José Revueltas -expulsado del Partido Comunista por su fustigador Ensayo de un proletariado sin cabeza y por evidenciar la invasión soviética de Checoslovaquia-, se convirtió en un guía para los estudiantes de 1968. Pronto, tras la represión de Tlatelolco, será detenido y encarcelado en la prisión de Lecumberri. Desde allí, Revueltas escribirá sobre los estudiantes presos: “el otro rostro de México, del México verdadero y ve tú, Octavio Paz, míralos prisioneros, mira a nuestro país encarcelado con ellos”.
Revueltas siempre negará ser intelectual: “Soy escritor. En México ser intelectual es ser un auxiliar en una oficina contigua a la de un político”.
La declaración del escritor duranguense da pie al “intelectual orgánico” (Concepto acuñado por el italiano Antonio Gramsci). Este tipo de intelectual es un “apostador del grupo dominante”. Es decir, a través de argucias intelectuales, justifica la acción o inacción del grupo en el poder.
Ejemplo de lo anterior son el periodista Fernando Benítez y el escritor Carlos Fuentes, quienes ante la represión de los estudiantes ocurrida el 10 de junio de 1971, auparon al presidente Luis Echeverría Álvarez con sendas locuciones: “No apoyar a Echeverría es un crimen histórico” dirá el primero. “Echeverría o el fascismo” concluirá el segundo.
Quizás algunos incluyan en la galería del “honor” de los intelectuales orgánicos a Victoriano Salado Álvarez y Federico Gamboa por haber servido a Porfirio Díaz, o a Octavio Paz y Héctor Aguilar Camín por su cercanía con Carlos Salinas de Gortari.
Por todo lo arriba mencionado, quiero dejar en manos del amable lector decidir quiénes son los intelectuales y quiénes son meras cajas de resonancia de la elite empresarial y política. Es decir, intelectuales orgánicos.
Concluyo mi escrito citando a Antonio Gramsci: “Todos los hombres son intelectuales, pero no todos los hombres tienen en la sociedad, la función de intelectuales”.
Aide-Mémoire.- El Yuan renminbi ha dado los primeros pasos para convertirse en una moneda global.
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Por Soren de Velasco Galván
Colegio Aguascalentense de Estudios Estratégicos Internacionales, A.C.