- Entrevista a Daniel Rodríguez Barrón, sobre La soledad de los animales
- La defensa de los derechos de los animales puede tener posiciones extremas, radicales, que también pueden optar por la violencia para alcanzar sus objetivos
¿Hasta dónde puede llegar uno por el amor que siente por los animales? ¿Qué somos capaces de hacer los humanos para evitar el dolor y el sufrimiento al que someten a los animales en espectáculos como las corridas de toro o en experimentos para mejorar el cutis de las personas? Para el escritor y periodista Daniel Rodríguez Barrón (México, DF, 1970) estas preguntas son esenciales y necesarias para poder entender cómo la sociedad contemporánea está adoptando un papel cada vez más patriarcal con los animales. Los animales se están convirtiendo en una parte esencial de la vida de muchas personas, pero las razones pueden ser más oscuras y más egoístas que el sólo placer de disfrutar la compañía de los animales. ¿Quiénes son más solitarios, los humanos que hacemos todo para que nuestros perros y gatos terminen pareciéndose a esos hijos que no tenemos?
La soledad de los animales (La Cifra, 2014) es la primer novela del escritor mexicano, quien había destacado ya en el mundo del teatro al ganar en el 2002 el Premio Nacional de Dramaturgia Joven Gerardo Mancebo del Castillo por la obra La luna vista por los muertos, que se estrenó en el 2007. También ha sido colaborador y editor de varios medios culturales y en 2008 se hizo acreedor del Premio Nacional de Periodismo en la rama de Divulgación Cultural.
“La novela surge de algunas preguntas que somos capaces de hacer los seres humanos por proteger a los animales. Eso me dio la idea de la novela, que son un par de mujeres protectoras, de los derechos humanos, que terminan matando a la gente por defender a los animales, y ahí me pareció que en lo que realidad estaba pasando es que estábamos viviendo un cambio cultural pues cada vez hay más gente que se está preocupando por los derechos de los animales y ahí en ese proceso conlleva una profunda transformación del ser humano ¿Hacia dónde? Eso no lo sé definir y la novela solamente lo planteó como una pregunta para el lector, pero ese cambio nos está llevando a otra parte, no sé adónde, no sé si a reconciliarnos como nuestra parte animal, como dicen algunos filósofos, que mencionan que tal vez estemos reconciliándonos con nuestra parte animal al reconocer que somos tan animales como cualquier otro o de que simplemente es mala conciencia, pero la cuestión es que el tema se está discutiendo en muchas partes”, nos cuenta el autor de La soledad de los animales.
Javier Moro Hernández (JMH): Una de las cuestiones que llama la atención es que el veganismo o la defensa de los derechos de los animales pueden tener posiciones extremas, radicales, que también pueden optar por la violencia para alcanzar sus objetivos, justo como otras posiciones políticas.
Daniel Rodríguez Barrón (DRB): Pueden llegar a ser muy radicales y en la novela puse un ejemplo, al Frente de Liberación Animal, que es un grupo que realmente existe en Alemania, en Italia, en Inglaterra, en donde tienen miembros encarcelados por poner bombas, pueden llegar a ser muy radicales, pero pueden llegar a ser radicales hasta consigo mismo, recientemente, vi una nota en la prensa donde se habla de que una artista de televisión se sometió a diez minutos de la misma tortura que reciben algunos animales en los laboratorios de cosméticos, y lo hicieron exactamente por diez minutos para que la gente tuviera conciencia del dolor que pueden experimentar los animales, entonces no sólo es un radicalismo hacia fuera sino a tu propia persona, y si lo vemos de más cerca, si hacemos el zoom podríamos ver qué pasa con todas las ideologías, la pregunta es válida porque puedes ver y preguntarte de cómo es posible que queremos hacer el bien y terminemos haciéndole daño a otra persona o a nosotros mismos.
JMH: En ese sentido tu protagonista, Laura, es una chica que está dispuesta a todo para defender a los animales y que es mucho más radical que su mamá, que sólo da zooterapias para ayudar a otras personas.
DRB: Su mamá es una persona un poco naivë, un poco ingenua que cree que los animales pueden curar enfermedades, pero si te das cuenta ella también los está utilizando, para unas cosas benéficas, si quieres, pero los utiliza de todas maneras, tanto como un laboratorio, por ejemplo, pero los utiliza finalmente, en cambio, Laura toma otro camino, quiere salvarlos, sacarlos de los laboratorios y decide dar la vida por ellos, lo cual es bastante radical.
JMH: Resulta muy interesante el trabajo narrativo que realizas entre el narrador, que es un periodista desencantado, medio alcohólico, que funciona en contraposición de Laura, que es la protagonista y que tiene posiciones más radicales y utópicas.
DRB: Sí, es una novela en la que aparecen dos partes, la gente que protesta afuera del Senado, que marcha, que se mete, y están los otros, que parecen decir “esto nos ha pasado muchas otras veces y no veo por qué debe ser completamente distinto de lo que pasó en el 80 o en el 90”, entonces es una historia que parece muy contemporánea por el asunto de los animales, pero al mismo tiempo es una historia que tiene ver con las ideologías de siempre, hay gente que está desencantada y que dice yo no me muevo de aquí y hay gente que radicaliza sus posiciones y que son capaces de hacer casi cualquier cosa y eso me parece que sigue siendo válido y sigue siendo muy interesante, porque te puedes preguntar: ¿En qué momento hace clic y decides salir a la calle y poner una bomba? ¿En qué momento tu cabeza hace clic y decides tener hijos, estar en tu casa, cenar por la noche e ir a trabajar en la mañana? ¿En qué momento ocurre? ¿Cómo ocurre que alguien decida una cosa u otra? Aquí pongo a este periodista que, si bien está desencantado, lo primero que quiere hacer es descubrir lo que está pasando, quiere que le sirva para un reportaje, pero de pronto se va dando cuenta de que en realidad no le va a servir de nada porque tiene que entrarle a ser radical si es que realmente quiere participar y si no se va a tener que quedar a un lado.
JMH: El personaje de Nínive es un personaje encantador pero al mismo tiempo profundamente peligroso, mucho más radical que Laura.
DRB: Me gustaría pensar que Nínive es un pequeño animal, me gustaría verla así, es como un perrito, se acerca al periodista y lo huele en lugar de sentirlo con otros sentidos más racionales, con lo que dice, con verlo, se acerca a olerlo, cuando están en las jaulas se agacha como un pequeño simio para verlos de frente, es decir la “soledad de los animales” no es la de los perros, gatos, pericos enjaulados, sino la de estos tres personajes que no saben qué hacer con su vida y que no saben qué hacer frente a su animalidad, frente a esa parte suya que es la de ser animal.
JMH: La novela tiene una estructura muy particular, que la permite leer de una manera ágil y vertiginosa, es circular, empieza justo donde termina pero en el camino vas viendo muchas aristas y giros ¿Cómo fue el proceso de trabajo de la estructura?
DRB: Intenté trabajar la estructura de las novelas por entregas y la pregunta que me hacía era: ¿Cómo crear un capítulo completo pero al mismo tiempo dejar algo suelto para que el lector se pique y quiera seguir leyendo el siguiente capítulo? Y lo que sucede es que es una serpiente que se muerde la cola, que termina justo donde inicie y además está en presente, todo lo que está pasando con los personajes está pasando en ese momento, todo el tiempo estamos viendo a los personajes haciendo cosas, pensé que eso podía atrapar al lector de manera inmediata y eso me lo dio la dramaturgia, porque en ella todo está pasando en ese momento, todo el tiempo estamos en el verbo, en el verbo estar, lo que ves es lo que está y eso es la novela, lo que ves es lo que está ocurriendo. Eran los dos retos que me puse como escritor: los capítulos que fueran a la vez redondos y que a la vez que llevarán al siguiente y el otro reto era escribir en presente porque uno casi escribe naturalmente en pasado, y entonces uno tiene que estar borrando y rehacer las frases y ponerlas en presentes.
JMH: También está el personaje de Pablo, que tiene un pasado terrible, que ha sufrido mucha violencia, le mataron al protector y a sus perros.
DRB: La novela tiene una serie de personajes que van subiendo su nivel de explotación de los animales, porque primero está la mamá en un nivel muy light, que hace zooterapia, los usa para el beneficio de los otros, algo noble, común, pero luego viene Pablo que ya los explota un poco más, que los fuerza a ser cosas que no están dentro de la naturaleza de los animales que es ponerlos a actuar en una obra de teatro, después viene Laura que quiere liberarlos a todos, hay que salvarlos, y en la cúspide de esta pirámide está Nínive, quien dice que la única forma de liberarlos de todo dolor, de toda tortura, es acabando con ellos, es muy agnóstica Nínive, es como decir que la muerte acabe con la muerte pero ella cree que es la única forma de acabar con el dolor.
JMH: De muchas maneras esta sociedad contemporánea pareciera estar utilizando a los animales sólo como compañía para paliar vuestra soledad.
DRB: Es que es mucho más fácil relacionarnos con los animales, siempre nos van a recibir contentos, a mí esa es una de las cosas criticables de estos defensores porque siempre será más complicado relacionarse con los humanos, te van a decir no, te van a caer mal, tú les vas a caer mal, te van a decir hipócritas y con los animales no, vas a tener una especie de pureza, porque nosotros tenemos una añoranza de la pureza que no dura, porque eventualmente nuestros hijos van a crecer, se van a convertir en adolescentes y nos van a reclamar cosas, añoramos a ese ser infantil que se queda infantil para siempre, y eso nos hace sentir que los animales son buenos, son puros, son nobles y no sé si eso sea una forma de utilizarlos, pero recuerda que esta civilización occidental tiene una tendencia a infantilizar a los otros y una de las discusiones que se dio cuando los españoles llegar a América es que una parte de ellos decía que eran buenos, puros, nobles, casi infantiles, eran casi perfectos cuando ellos tenían sus propia cultura, su forma de desarrollarlo, de luchas de poder, y eso está pasando con los animales, los queremos ver como un paraíso perdido y no sé si sean ese paraíso perdido que añoramos.
JMH: Y por otro lado los humanizamos…
DRB: Por otro lado salimos a la calle y vemos gente que lleva su carriola y en ella va un perro y no un niño y eso nos puede llevar a ver a un problema ético ¿Hasta dónde puede llevarlos? ¿Hasta dónde puedes separarte de tu condición racional para decidir que vas a tener un bebé perro o un bebé gato? No lo sé, me parece que eso es lo que plantea finalmente la novela, todos estos porqués éticos ¿Qué voy a hacer? ¿Qué estoy haciendo? ¿Qué me está pasando? Lo que sé es que está ocurriendo y de manera bastante fuerte, acaban de prohibir los animales para los circos, hay países en donde ya no se puede torear. No estoy diciendo que esté mal, tampoco estoy diciendo que está bien. Me gustaría entenderlo más allá, me gustaría saber qué nos está pasando en la cabeza a los humanos que estamos regresando nuestra condición animal y a la vez idealizando como si fuera un paraíso, como si pudiéramos regresar a ese Jardín del Edén en donde todos somos animales.