Ojos hundidos, rostros descompuestos y arrugas cada día más acentuadas que ni emocionados maquillistas -prestos a irse de viaje- serían capaces de disimular. No, no se trata de padres angustiados, sino de funcionarios encabezados por el propio presidente de la República, de ahí para abajo. Ni siquiera capaces de contener un “ya me cansé”, que cumple tres días como tendencia predominante en el mundo virtual y es lastimosa verdad en el mundo real.
Y es que hay que ver la cantidad de acepciones, aristas, contrasentidos y connotaciones encontradas a la expresión de hartazgo que pronto los mexicanos adoptaron como si se hubiera encontrado en tres palabras, la deducción perfecta de los más profundos sentimientos ante la pasarela de arbitrariedades, ineficacia, gobernantes corruptos, de narcofosas, desapariciones forzadas, crímenes, frivolidad e insensibilidad.
Hay razones suficientes para generar rostros desencajados por todas partes: el país arde, como se ha afirmado en este mismo espacio desde semanas atrás. Nunca como hoy, la crisis de México ha permeado en el ánimo internacional desde donde Enrique Peña Nieto, seguramente emitirá pronunciamientos apostando a que casi 8 mil 800 millas de mar y tierra de por medio, podrán aminorar el encono social y la oleada de peticiones de renuncia.
Hace tiempo los gazapos dejaron de dar pena, de hacer gracia. En la trama, las acciones y omisiones indignan, porque han ido del error involuntario al cinismo.
Es grave, que esta debilidad presidencial se está pagando con una cuantiosa factura a cuenta de la gobernabilidad, que va más allá de semblantes marchitos, gritos y acciones de protesta, por lo que en tal escenario, los legisladores estamos más que obligados a ejercer responsablemente en pos de cambios sustanciales en la política de seguridad, donde además de privilegiar con recursos suficientes en materia presupuestal, se incorpore urgentemente el Sistema Nacional Anticorrupción integrado por un Consejo Nacional en el que participan todos los órganos públicos y un Comité Ciudadano para la Ética Pública; fortalecimiento de la Secretaría de la Función Pública; dos órganos de control externo, absolutamente independientes del Poder Ejecutivo, responsables de auditar el uso de los recursos públicos e investigar, con las más amplias facultades, posibles actos de corrupción.
Este sistema retirará la facultad de sanción a las contralorías municipales, estatales y a nivel federal para que sean jueces en materia penal (ante acusaciones de la Fiscalía), y en materia administrativa, el Tribunal Federal de Justicia Fiscal y Administrativa, los encargados de imponer sanciones.
Así, el papel de los congresos se torna especialmente crucial para representar a una sociedad viva cuyos sectores, responden con mayor activismo en el acumulado de agravio tras agravio donde la comedia de la ignorancia y la banalidad se ha transformado en tragedia y amarga sátira de un rancio sistema, que constituye una bomba de tiempo.
*Senador de la República por Aguascalientes, vicecoordinador del GPPAN. Sus bases formativas son la Contaduría Pública y el Derecho, desde donde ha ejercido apasionadamente el servicio público, la política y la representación social como férreo militante de Acción Nacional.
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