Por: Sylvia Garfias
La similitud de las figuras presidenciales de la década de los 60, 70 y 80 parece que ha regresado en la figura de Enrique Peña Nieto. Desde la forma en cómo accedieron al poder hasta su corta visión de Estado, desde luego sin apartarse de convertirse en los mandamases del partido que los hizo, primero candidatos y luego gobernantes.
Para tratar de “entender” esa forma vertical de hacer gobierno, esa forma de tergiversar la realidad para constituirse en la “verdad” absoluta, primero hay que ir a los orígenes de los institutos políticos, cómo y para qué surgió el PRI.
La realidad es que el Revolucionario Institucional surge como el partido político cuyo fin fue, ha sido y será buscar el poder para perpetuarse en él a costa de lo que sea y quien sea, de legitimar las acciones del gobierno en turno, siempre era emanado de sus siglas y clásico es escuchar en las charlas de café, en las bohemias o en el debate, que desde antaño era “EL PRESIDENTE” quien designaba a su sucesor, claro está, en casi todas las ocasiones, el sucesor, una vez sentado en la silla, olvidaba el “dedazo” que lo había convertido en el jefe de la nación.
Así pues sexenio, tras sexenio, el Presidente se convertía en el coordinador general de la campaña del PRI, -por qué parece que la historia se repite en la actual administración-. La pregunta que hoy deben responder los priistas a la sociedad es si esa “transformación” que tanto utilizan de manera mercadológica es sólo eso, o si en verdad han asumido conciencia de que México ya cambió.
Más que evidente fue el hecho de que en las dos administraciones panistas, la de Vicente Fox y la de Felipe Calderón, las condiciones y relación del jefe del ejecutivo federal con el partido del que emanó, mantuvieron la sana distancia pues el PAN no surgió como un partido compinche de las administraciones, de hecho ha sido el único organismo que surgió desde la oposición, primero con el fin de hacer mejores ciudadanos, ciudadanos que con preparación, pudieran exigir a sus gobiernos mejores políticas públicas y un mejor gobierno.
La llegada del PAN a la Presidencia de la República, rompió con inercia y paradigmas en una sociedad que prácticamente habría vivido en un imperialismo por décadas. Los medios de comunicación comenzaron a vivir la libertad de expresión, la sociedad misma inició mecanismos para exigir a sus gobiernos resultados. La decisión se vería reflejada en la alternancia.
Pero, qué ha pasado en estos dos años, parece que esa forma de gobernar al estilo imperialista quiere regresar con política gubernamental de censura y represión a cualquier voz crítica y que cuestione su actuar. Pero lo que no podré revertir es que México cambió.
Y con el respeto que cualquier autoridad merece, justo es exigir al ciudadano Presidente que cumpla aquellos compromisos que incluso firmó ante notario, el nuevo Hospital Hidalgo, el Centro de Convenciones y la conclusión del Distrito de Riego, por mencionar algunos, son obras que a dos años de administración federal y cuatro estatal, siguen quedando como parafernalia de campaña.
Se han hecho anuncios un día y otro también, pero debemos exigir que pasemos de los anuncios a los hechos, que desde el “centro” comiencen a voltear los ojos para esta entidad, que aunque pequeña tiene un gran potencial en su gente, en su situación geográfica y en la forma como se ha convertido en una potencia para la prestación de servicios, claro está que para ello PRImero deberían comenzar los gobiernos por entender que no se administra un Estado con boletines de prensa y anuncios con bombo y platillo, se gobierna con resultados…
