México a revisión / Opciones y decisiones - LJA Aguascalientes
04/07/2024

Héroe o villano, es planteada como antítesis insalvable que influyentes medios impresos norteamericanos e ingleses aplican sin empacho al presidente mexicano Enrique Peña Nieto, a la luz de los innombrables acontecimientos de violencia ocurridos recientemente en Iguala, Guerrero. Especialmente representativo de esta dicotomía simbólica es un cartón firmado por Mike Sandoval, bajo el epígrafe: “Slaying Mexico”, del articulista Michell Crowlly, enmarcado en la portada de la revista Time y que representa al presidente mexicano personificando a la muerte con atuendo e imagen conocida, rostro descarnado y guadaña cruzada al pecho. La narrativa sobre este tópico, es resumida en un blog, firmado por Jenaro Villamil, Homozapping. Que versa así: Del Mexican Moment al Mexico Murder. Así se pueden resumir los tres artículos más recientes de tres medios impresos de referencia entre las élites norteamericana y anglosajona frente a la crisis de las narcofosas, las matanzas de Tlatlaya e Iguala y la desaparición de los 43 normalistas. Primero, The New York Times publicó en su primera plana hace dos días que su mandato pasa por una crisis de decadencia en materia de derechos humanos. El viernes The Economist fue más duro en un artículo titulado Cuando la Crisis Sale de Control en el que relaciona las matanzas de Tlatlaya e Iguala. The Washington Post hizo suya la frase de que ante la proliferación de fosas, el gobierno peñista vive el Mexico Murder. (http://anonopspublico.blogspot.com/2014/10/adios-mexican-moment-destrozan.html#ixzz3H4fHn9vV).

Esta dicotomía mediática-simbólica es difícil de explicar particularmente cuando a principios de este año se ensalzó, no solamente en los medios nacionales, sino en reputados medios y foros internacionales la imagen presidencial y el liderazgo regional de Enrique Peña Nieto, como visionario líder que condujo a México por mares procelosos a esperadas reformas constitucionales y estructurales de alto impacto para el país, que igualmente merecieron el reconocimiento internacional, desde la voces más autorizadas e influyentes del planeta. Este celebrado “momento mexicano”, con resonancias mundiales todavía en la sede de la ONU, hoy pasa en ominoso silencio, para dar paso al Mexico Murder (Asesinato de México). Esquizofrenia pública que exige explicación, so pena de que sea la absolutización de índole mediática, la que prevalezca como careta simuladora de una real satanización intencionalmente sembrada.

Resulta lógico pensar que, si así se presentan las cosas, entonces los supuestos logros de un “momento” son erradicados de la faz de la tierra, por los evidentes errores o fallas del otro momento que le sigue –aunque los datos y referentes sean de índole distinta-, y que de hecho ya estaban histórica y socialmente allí, de modo subyacente y enmascarado, pero que no habían surgido aún a la atención pública.

De manera que el tránsito instantáneo de la glorificación cuasi-divina a la satanización más abyecta, no es comprensible sin atribuirlo a una buena dosis de esquizofrenia. Recordemos aquello de que el ciudadano “Atrapado entre la tendencia democrática hacia la política y la tendencia despolitizadora de la sociedad liberal, el ciudadano del capitalismo tardío desarrolla una esquizofrenia política”, así lo afirma Alan Wolfe en su ensayo ya clásico de Los límites de la legitimidad (1980.Siglo XXI Editores). Y precisa su análisis diciendo: “la condición desdichada del ciudadano esquizofrénico puede advertirse en dos áreas importantes del interés individual: el desarrollo de las actitudes políticas y el ámbito de participación política”.

De manera que, (así lo expresé en mi entrega No. 5, 10/01/2009), mientras nuestro arcángel patrio nos inspira al ejercicio democrático, nuestro demonio siniestro nos aconseja no participar en política. Y entiéndase que el demonio opera magistralmente en el entramado del mercado capitalista. “The devil is in the details” (el diablo está en los detalles), frase atribuida al arquitecto de origen suizo y nacionalizado francés, Le Corbusier (1887-1965), significando que el éxito de un gran proyecto, depende del éxito de sus componentes más pequeños. Por las evidencias presentes, entonces, el gran proyecto de Nación articulado en el Pacto por México, cuajado en reformas estructurales de prístina arquitectura neoliberal que mereció los elogios del capitalismo dirigente global, se ha derrumbado ominosamente bajo la guadaña inmisericorde de la ola de muerte. Lo que en opinión de la revista The Economist, constituye el reto de Peña Nieto: “impunidad, rendición de cuentas y gobernabilidad”.

La opinión de The Washington Post es elocuente: – señaló que Iguala es conocido como un “basurero humano” y describió la crisis reciente como “una parada más en la rueda de la fortuna del horror, reforzando la creencia de que hay fosas clandestinas en todo el país donde se han esfumado un número incalculable de mexicanos”. http://anonopspublico.blogspot.com/2014/10/adios-mexican-moment-destrozan.html#ixzz3H5BArNDm

Es explicable que los comentarios abiertos al público sean de repudio a la figura presidencial, de autoflagelación victimaria, finalmente de cinismo narcisita: “está en nuestra naturaleza de mexicanos”. Pero, para científicos sociales como Alan Wolfe, el problema va por otros cauces y explicaciones: – El fenómeno que el análisis sociológico condensa en un término, un tanto desconocido e inusual, y que es el de “epicización”. Lo describe como un proceso por medio del cual las figuras políticas, en lugar de ser consideradas como servidores públicos, se transforman en héroes públicos, generalmente de dimensiones épicas” (Ut supra, o.cit., .p 307). Lo cual sucede cuando en un proceso de reificación (o cosificación) del Estado, el concepto de servidor público sufre una profunda transformación hacia un sentido profundamente opuesto. El que tiene el poder es el amo y el público en general es el sirviente. (…) La adoración de los hombres de estado como héroes es una de las formas más básicas de esta transformación. – Como ejemplo de este fenómeno de epicización, tenemos al General Chales de Gaulle, quien de héroe de la resistencia francesa y campeón de la liberación pasó a ser un presidente repudiado por los militares extremistas destacados en Argelia y a punto de sufrir un atentado definitivo; episodio que alcanzó gran popularidad gracias a la obra El Día del Chacal (Frederick Forsyth, convertida luego en filme por Fred Zinnemann, 1973). Un caso prototípico de epicización es el del presidente John F. Kennedy, bajo cuya administración el nuevo bloque en el poder se encargó de escribir deliberadamente poemas épicos en honor de su héroe, y luego su inoportuna muerte interrumpió sus logros, pero exaltó aún más su proceso.

En el ámbito religioso, el caso del Papa Juan Pablo II, también como jefe de Estado, es un connotado ejemplo de epicización, debido a que su exaltación como figura popular de escala mundial, culminó en el “súbito” y reciente proceso de santificación.

Aplicado a nuestro caso de análisis, el presidente Enrique Peña Nieto, en el lapso de sólo diez meses, fue elevado al más alto rango de líderes regionales y mundiales, para ser ahora súbitamente defenestrado bajo el sino más inclemente: ser símbolo de muerte para un país. No se trata, al menos yo no, de exonerarlo de toda culpa por los presentes y arcaicos males consabidos de: impunidad, corrupción, violencia e inseguridad, que ciertamente adquieren importante magnitud social; tampoco de lanzar el péndulo al lado contrario y continuar su epicización impoluta; se trata de justipreciar los logros alcanzados, al tiempo de revelar y desenmascarar los profundos vicios ocultos, arrastrados por sucesivas administraciones públicas, cuyo epicentro está hoy claramente marcado en el mapa.


Lo que no podemos, no debemos hacer, es adoptar el papel de monaguillos de los intereses de los poderosos medios dominantes de comunicación masiva, a nivel global, para ir tocando las campanillas atrás de sus pasos, y así anunciar a la ciudad y al mundo (urbi et orbi) la satanización de economías enteras, de países enteros y de poblaciones enteras. Es inadmisible para un pueblo como México, pasar por el estrecho filtro de la imagen personal así sea del presidente de la República, desde la absolutización encomiosa extrema a la satanización defenestradora opuesta. Absolutamente exigible es la restauración de la Ley y el Orden, pero también sanamente precautorio esperar al flujo de los contratos petroleros… ¿Qué pasará? [email protected]


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