Si por cualquier motivo se ausentó del país el pasado agosto y acaba de regresar, no se sorprenda de más, esas cosas pasan por acá.
Cuando el gobierno federal enfatiza en aplicar la estrategia para que el pueblo se sienta orgulloso de sus instituciones, sobre todo los menores de edad, la carrera contra la descomposición social se acelera de manera exponencial. Observe con qué orgullo salen los pequeños de la exposición militar que se presenta en Aguascalientes, sin duda todo un éxito, son de esas cosas que deberían coadyuvar a cambiar el consciente colectivo que flota en el ambiente; sin embargo, el esfuerzo se diluye cuando las personas se informan de los acontecimientos del día a día y perciben lo que usted y yo observamos. Desconozco a ciencia cierta la cantidad de paisanos que tratan de entender lo que pasa en el país, y los otros tantos que siguen la programación de las televisoras nacionales y el futbol.
La cuestión es mantenerse informado y emitir su opinión del tema; ¿cómo ver las imágenes, los cuadros que se presentan, las situaciones que no son claras y la opacidad en los procesos? Regresando al caso hipotético donde usted se ausentó del país y no tuvo mayor información para saber lo que está pasando aquí, qué tal le caería el caso Ayotzinapa, ¿le parecería raro, le parecería extraño el hecho? Seguramente no, estamos tan acostumbrados que volteamos hacia esa zona de Guerrero cuando el resto lo hace, casi por inercia y no por la indignación que causa el hecho por sí mismo.
Lo trataría de asimilar, buscaría elementos en los medios que le permitan entender lo que pasó y cae en la cuenta que esa historia se ha repetido a lo largo de los años y su sexto sentido le indica que no se va a resolver.
Casi como un déjà vu y dice “esto ya lo viví”, trata de recordar dónde, y cómo es que no le parece nuevo el suceso.
26 de septiembre, 22 de diciembre, último trimestre del año, 2014, 1997, 17 años después, en aquella ocasión 45 muertos, ahora 43 víctimas, estados sureños de la República Mexicana, gobiernos federales priístas.
Aquel 22 de diciembre de 1997, los habitantes de Acteal, en el municipio de Chenalhó, Chiapas, fueron víctimas de un ataque paramilitar. 45 integrantes del grupo “Las Abejas”, indígenas tzotziles, entre ellos mujeres y niños, fueron masacrados mientras oraban en un pequeño templo de la localidad.
El gobierno etiquetó el hecho como un conflicto doméstico, vamos, problemas entre las etnias, el caso quedó impune.
El comportamiento es muy similar, en aquella ocasión no hubo desaparecidos pero sí muertos identificados, tal vez la diferencia está en los canales de comunicación que ahora existen, lo cual facilita la masificación de la información y la denuncia casi inmediata.
Desde mi óptica, lo que no alcanzo a ver con claridad es el motivo por el cual los inconformes convocan a paro de labores académicas, al boteo permanente y obligatorio en zonas estratégicas. Se que es una manera de presionar, es decir, sino se resuelve el caso entonces seguirán en resistencia, pero así, deteniendo las labores docentes, dejando a muchos de los estudiantes sin el derecho a tomar clase bajo el pretexto conocido.
El boteo, la cuota es de cincuenta pesos si quieres llegar a tu destino. Pareciera un guión de película, los personajes principales saben cómo van a reaccionar los antagónicos y entonces provocan, sacan ventaja, menosprecian y ganan. ¿Usted le apuesta a la violencia como respuesta a la misma? Definitivamente son reprobables, incorrectos los actos vandálicos registrados en Tixtla y Chilpancingo Guerrero, las quemas de inmuebles no reflejan otra cosa más que reacciones radicales a la agresión.
Y mientras eso pasa, el sector intelectual de la sociedad manda una misiva pidiendo se esclarezcan los hechos y aparezcan con vida los 43 normalistas, además de las renuncias del procurador de la República, el gobernador del estado y la comparecencia del presidente municipal y su esposa.
¿Cuál es el camino correcto, qué debe hacer el gobierno federal? Muy sencillo, resolver el caso, cerrarlo y continuar con lo que sigue, ganarse la credibilidad de la opinión pública pero sobre todo trabajar para todos los mexicanos; pero no es así, la sociedad identifica como falta de voluntad la reacción gubernamental y se manifiesta, grita, agrede, no se calla.
Desafortunadamente hoy no hay razones para sentirnos mexicanos orgullosos, con todo y que el “teletón” esté calentando motores haciendo caer las primeras lágrimas del respetable y sus actores.
¿Cuándo nos podremos sentir orgullosos de nuestra sociedad, del entorno, de los gobernantes, de las instituciones? ¿Podremos recuperar eso?
El fin de semana pasado se estrenó la más reciente película de Luis Estrada, La Dictadura Perfecta, y las críticas no se hicieron esperar. Me sorprendió la manera en que ciertos comunicadores repudiaron el trabajo fílmico. Por ejemplo, a Héctor Martínez Serrano, conductor de un programa de radio a nivel nacional en la cadena Radio Centro, le pareció ofensivo el lenguaje que se utiliza y compara la última película de la India María con el filme en cuestión. Qué calamidad. Con todo y los años que refleja Martínez Serrano, deja al descubierto su visión tan corta y confundida con relación a los productos cinematográficos nacionales. No pretendo defender a capa y espada a Luis Estrada, pero tampoco me parece válida la comparación.
Es un hecho que no es una película cómica, es sátira política de mucho octanaje, capaz de hacer que el público deje de reírse por las acciones de los personajes y quede perplejo y mudo por verse reflejado en la pantalla.
No es de risa, es de reflexión, es una radiografía de lo que pasa en el país, es Ayotzinapa Guerrero, Tlatlaya Estado de México, son los fraudes y contubernios de oceonografía, son las demandas de los estudiantes del Instituto Politécnico Nacional, es el ébola como aquella influenza mexicana, es el avión presidencial y todos los conflictos pasados, presentes y futuros, es la ideología del mexicano en todos los sectores sociales, es para el mexicano orgulloso que dice “Si, así somos y qué, no vamos a cambiar”.
Twitter: @ericazocar