Otra guerra se encendió
más fuerte y encarnizada,
villistas y carrancistas
destrozaron la Patria amada.
(Corrido de la Convención de Aguascalientes, dominio popular)
Esta es la conclusión del canto que este Zenzontle dedica al evento más importante de la historia nacional, de los sucedidos en Aguascalientes.
A las seis con quince minutos de la tarde del diez de Noviembre de 1914, Venustiano Carranza es declarado por la Soberana Convención Revolucionaria como rebelde al no aceptar renunciar al cargo como Primer Jefe del Ejército Constitucionalista y reconocer en Eulalio Gutiérrez al Presidente de la República provisional, por lo que se dictan las órdenes para que el ejército convencionista lo bata, ordenando lo anterior al General Zapata, a la División del Norte, y a otros militares que reconocen la Convención.
Álvaro Obregón, quien días antes había jurado en el Teatro Morelos someter a todos los que se declaren rebeldes a la Convención, la anatematiza en un Manifiesto, agregando que es preferible convertir a la Nación en un vasto cementerio, antes que verla gangrenada por la que llama “trinidad maldita” de Villa, Ángeles y Maytorena.
El País, que apenas alcanzaba un mes de diálogo, regresa a la guerra civil. Villa retoma el mando de la División del Norte y se dirige al combate de Carranza, mientras pide a Zapata atajarlo en su paso de Puebla a la capital. La Ciudad de México es resguardada por zapatistas, pronto llegarían el resto de los ejércitos Convencionistas y “llevarían consigo”, de forma itinerante, la Soberana Convención Revolucionaria que iniciara en Aguascalientes. El General Eulalio Gutiérrez, sería presidente de México hasta el 16 de enero siguiente.
Hasta aquí la historia. Pero sería un error quedarse sólo con los acontecimientos históricos en frío, con la anécdota fatua, con el blanco y negro de la tinta sobre el papel. Bien se repite constantemente que el pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla. Y es que no solamente se trata de conocer la historia, sino de entenderla, y sacar de ella lecciones de vida. De la Soberana Convención Revolucionaria de Aguascalientes debemos aprender muchas cosas.
Debemos reconocer en la Convención un oasis de diálogo en medio de un País sometido a las armas. La lucha armada sólo es justificable en extremos que signifiquen la defensa de la libertad, la dignidad humana, la vida, la soberanía nacional y alguno que otro valor de ese nivel. Además, las batallas traen consigo daños colaterales irreparables que deben sopesarse siempre que se valore la necesidad de acudir al enfrentamiento armado.
Siempre será conveniente dejar un espacio que permita la reflexión, el contraste de ideas, la argumentación, el razonamiento y la demostración, en una palabra, un espacio para el diálogo, a pesar de cualesquier posturas antagónicas con las que puedan encontrarse los seres humanos.
La necesidad política y el ciego impulso vital, escribe Manuel Gómez Morín en “1915”, obligaron a los jefes revolucionarios de un bando a tolerar expresamente los postulados obreros y agrarios, que tácitamente el pueblo perseguía desde el inicio de la Revolución.
El oportunismo y una profunda inspiración caudillista de algunos, permitieron que mediante el diálogo entre zapatistas, villistas y otras corrientes revolucionarias, el cambio hacia una revolución social, en una revuelta que, para sus líderes mayores, era esencialmente política: “Quítate tú para ponerme yo”.
De ese encuentro de ideologías, aceptado “a fuerzas” por los líderes militares, nació la verdadera Revolución Mexicana, la primer revolución social del siglo XX. No el caos militar y la lucha fraterna con la que podemos llenar libros de texto y murales en edificios públicos, sino la verdadera lucha por lo social, por los valores generales de los habitantes de nuestro país.
Sigue Gómez Morín: “Fue mediante el diálogo, ausente hasta entonces, que las doctrinas coincidieron con postulados revolucionarios, encontrando campo propicio en el país, después del fracaso del porfirismo en la política, en la economía, y en el pensamiento”.
Sin el diálogo, son motivos personales de caudillos los que determinan la aceptación de fórmulas e ideologías, que luego se abandonan, por idénticos motivos, para aceptar los contrarios. A menudo los intereses creados en torno de una afirmación y a veces sólo de un nombre, obligan a algunos a conservar ese nombre o esa afirmación junto con personas que opinan lo contrario. Luego, se cambia el contenido de la doctrina, y los más diversos doctrinarios quedan ideológicamente desamparados.
Aguascalientes en 1914 enseñó a la nación que es posible poner de acuerdo facciones contrarias. Aunque al final por el caudillismo imperante, el esfuerzo del diálogo no fuera definitivo en la lucha armada, y la guerra civil siguió hasta 1920, lo que se consigue en la Soberana Convención Revolucionaria es una muestra de diálogo franco, de reconocimiento de diferencias y a pesar de ello, de descubrimiento de afinidades.
Hoy, en un México convulsionado por muchas contrariedades, conflictos de intereses, iniquidades que se reflejan en atropellos de los fuertes sobre los débiles, debemos tener siempre a la mano el camino del diálogo y la tolerancia. No somos mejores que los otros, ni peores, somos sólo diferentes.
Es responsabilidad de esta generación mejorar la situación social, y el ejemplo de Aguascalientes en 1914 abre la puerta a la esperanza de encontrar siempre el camino del diálogo. Es nuestro deber mínimo encontrar, por graves que sean las diferencias, un campo común de acción y de pensamiento.
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