- Investigadores de la UAA, UNAM y el INEHRM discutieron sobre los efectos y repercusiones de la Soberana Convención Revolucionaria
- Concluyeron los trabajos del Coloquio Nacional de la Soberana Convención Revolucionaria, organizado por la UAA y el INEHRM
La mañana de este jueves, como parte final de las actividades del Coloquio Nacional de la Soberana Convención Revolucionaria de 1914, los académicos Enrique Rodríguez Valera de la Universidad Autónoma de Aguascalientes (UAA), Felipe Ávila Espinosa del Instituto Nacional de Estudios Históricos sobre las Revoluciones de México (INEHRM), y Pedro Salmerón Sanginés de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), discutieron en torno a los efectos y repercusiones del evento, que tuvo como principales escenarios las ciudades de Aguascalientes y México, poniendo especial énfasis en el papel que jugaron cada una de las facciones y la herencia que lograron a la postre.
Enrique Rodríguez Varela hizo una revisión histórica de los efectos que tuvo la reunión de jefes revolucionarios en la entidad, como la evacuación de algunos de los pobladores, luego de la toma de Zacatecas por la División del Norte. Posterior a la caída de Victoriano Huerta, el problema fue lograr la reconciliación entre Carranza y Villa, lo que orilló a la celebración de la Convención de 1914.
Detalló que el arribo de las diferentes delegaciones constituyó un claro ejemplo de la insuficiencia que podía representar Aguascalientes, al encontrar saturación en las estaciones ferroviarias, los lugares que podían brindar posada, y tener que recurrir a campamentos ubicados por doquier, así como habilitar los vagones del tren a manera de dormitorios y comedores.
El académico de la UAA recordó la actitud temerosa que reflejaban los pobladores locales con la presencia de los revolucionarios, y enfatizó que la Convención más que unir a los líderes, los dividió. Fue hasta que Villa y Zapata se dirigieron a la Ciudad de México, y cuando Carranza abandonó los acuerdos, que Aguascalientes pudo volver a la normalidad, sin dejar de lado que los gastos para la realización de la reunión entre revolucionarios produjo un agotamiento de los recursos del estado.
Felipe Ávila habló del zapatismo y su influencia en la Soberana Convención. Recordó que dicha reunión fue producto de un planteamiento zapatista contemplado en el artículo 12 del Plan de Ayala de 1911 y calificó a dicho movimiento como el principal aporte político e ideológico de la Revolución Mexicana. Además, aceptó que fue el más débil de los ejércitos revolucionarios, debido a su carácter regional.
Consideró a la Convención de Aguascalientes como un intento de reconciliación entre los tres estados (zapatista, villista y carrancista), y mencionó que el zapatismo dio un giro a la reunión de militares, al insertar una fracción civil, y proponer los intentos más “sólidos, radicales y completos” por reflejar las demandas revolucionarias.
Ávila Espinosa estableció que posteriormente los constitucionalistas terminaron por aceptar la adopción del Plan de Ayala como bandera ideológica, al sentir presión de una posible alianza entre zapatistas y villistas contra los carrancistas, lo que hizo que el movimiento encabezado por los morelenses diera el contenido a la Convención, pero que finalmente por el sectarismo y actitudes de algunos de sus líderes, como Antonio Díaz Soto y Gama y Manuel Palafox, a quienes responsabilizó del rompimiento con la División del Norte.
Por su parte, Pedro Salmerón Sanginés, catedrático de la UNAM y el ITAM, subrayó, “el villismo no está en la Convención”, refiriéndose a la nula influencia política e ideológica que logró la División del Norte en la reunión realizada después de Aguascalientes, en la Ciudad de México.
Destacó el papel de los “pacificadores”, una tercera vía alterna entre Carranza, Villa, y Zapata, quienes lograran sus objetivos hasta el arribo de Obregón al poder, pero que vieran su inicio de conformación y agrupamiento desde la Convención de Aguascalientes, y que se comportaron como los diseñadores del Estado Mexicano posrevolucionario.
Salmerón Sanginés afirmó que el constituyente de 1917 no contempló cuestiones que se habían aprobado desde la Convención, como el derecho de huelga y la existencia de sindicatos, y criticó a autores como Arnaldo Córdoba, quien responsabiliza a Villa y Zapata del fracaso, producto de la falta de un programa de gobierno.
Por otro lado, aceptó que Villa determinó, erróneamente, enviar a delegados carentes de una ideología coincidente con los principios del villismo, conservadores que no aportaron a la reunión celebrada en la Ciudad de México, lo que se tradujo en la inexistente influencia de la División del Norte en la conformación del proyecto que se verían medianamente contemplado en la Constitución de 1917. Los constitucionalistas, dijo, ganaron la guerra y el control de los recursos, pero no pudieron suprimir la ideología zapatista-villista, quienes si bien rompieron políticamente, dieron muestras de unidad militar hasta el final de sus días.