… primero vinieron a buscar a los comunistas y no dije nada porque yo no era comunista.
Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no era judío.
Luego vinieron por los sindicalistas y no dije nada porque yo no era sindicalista.
Luego vinieron por los católicos y no dije nada porque yo era protestante.
Luego vinieron por mí pero, para entonces, ya no quedaba nadie a quien decir nada…
Martin Niemöller
En el año de 1999, el tema del aborto comenzó a rondar la vida social y política de manera pública. Nadie podía afirmar cuántos abortos clandestinos había en México, es más, hoy todavía no se puede predecir esto. Aun así, la entonces Jefa del Distrito Federal logró imponer lo que se denominó como la Ley Robles, esta disposición en la ley para adherir formas de abortar sin tener pena corporal, específicamente dos: por violación y por malformación congénita (se acabarían los discapacitados, dijeron). En ese entonces el debate cundió a los tres años. El que esto escribe estaba por terminar los estudios universitarios y ya estábamos en el activismo a favor de lo mejor de la sociedad. En esta lucha ideológica, quedamos “conformes” aquellos a favor de la vida, porque al menos se aseguró que el aborto no avanzaría en otros términos y la vida se seguía defendiendo, aunque a medias, en la ley.
En 2007, la asamblea de representantes del DF -la capital de este país- despenalizó el aborto después de una intensa lucha de poderes no sólo al interior político de aquel lugar, sino en la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Fue así que cinco años después de que los ciudadanos de a pie pensamos que las abortistas se quedarían en paz, pues se había incluido en la ley términos de aborto para las excepciones ya mencionadas, esto no sucedió y otra vez, usando la ley y las artimañas estadísticas, lograron quitarle el derecho a la vida a todos aquellos bebés menores de 12 semanas, que hasta el día de hoy, se debaten entre la suerte y la decisión de sus progenitores.
De ese año a la fecha hay sucesos que es importante comentar. El jueves 4 de marzo de 2010 entró en vigor la ley que permitió los matrimonios entre homosexuales. También incluyó la parte de las adopciones. Un intenso debate comenzó y otra vez la idea era que bajo el principio de que no pudieran adoptar, por lo que implicaba la conformación de la personalidad de un ser humano (no del debate en este momento); otra idea era que al menos todas esas cuestiones se estaban dando en el DF, convirtiéndolo como en una isla distinta al país.
En 2012, el tema eran los vientres subrogados, Tabasco y el DF volvían a protagonizar otro avance para el conocido Lobby gay, pues si el tema que generaba ruido eran las adopciones por parte de personas del mismo sexo, entonces rentar un vientre (en 137 mil pesos, por si tenía la duda), era la opción; nadie podría negar que ese niño era hijo de quien donaba su esperma para concebirlo en un vientre desconocido.
Ese mismo año, surgió un debate paralelo sobre la legalización de la mariguana (aunque no omito decirle que mientras todos estábamos asustados por la influenza del 2010, se aprobó lo que se conoció como la “ley del narcomenudeo”, que permitió pequeñas dosis a usuarios de distintas drogas, con el objetivo supuesto de distinguir a un usuario de un narcotraficante). Ese debate se agudizó en 2013 y lo que va del año, cuando voces de la palestra (dígase expresidentes de México y otros países latinoamericanos), se sintieron con la autoridad moral de promover el debate para legalizar la droga.
En 2013 comenzaron los amparos en los estados del interior de la república. Al parecer la consigna era solicitar que se respetara el código civil del DF para que reconociera los matrimonios homosexuales y esto se fue otra vez a la contradictoria SCJN, donde Baja California protagonizó este tema, y así subsecuentemente. Aguascalientes no es la excepción y como ya lo comenté una vez aquí mismo, si personas del mismo sexo se quieren casar ante el código civil, nadie lo podrá evitar.
En 2014, el debate sigue abierto, hoy las cosas son así: el DF aborta, casa y descasa de manera exprés, casa homosexuales, y éstos pueden adoptar, pero además se rentan los vientres y toda la cosa. A esto súmele que el pasado lunes los senadores le quitaron prácticamente la posibilidad a los padres de familia de educar a sus propios hijos, en los valores y costumbres que mejor convengan para cada familia, en aras de un igualitarismo absurdo.
No estoy seguro si me va siguiendo este comentario, pero tenga en cuenta que nada se ha dado por casualidad, quien niega que detrás de esto hay una estrategia obscura, es o porque su labor es negarlo o porque dentro de esa cadena de acciones, sirve como tonto útil (dícese de aquellos que le sirven a una lucha, sin darse cuenta de las intenciones reales de quienes la elucubran).
No podemos negarle los derechos a los homosexuales, no debemos discriminarlos, en serio, no debemos, tenemos que incluirlos en la construcción de políticas públicas que les ayuden que les mejoren la vida, como a cualquier mexicano sin dejar de pensar en ninguno. Y tampoco debemos pensar que estas causas lo hacen sólo por defender sus derechos, es ingenuo. Necesitamos saber que detrás de una Ley Robles, siempre hay otros objetivos posteriores que no están en la letra, pero que tarde o temprano aparecerán para tener consecuencias desconocidas. No podemos negar que quienes promueven estas ideologías, tiene paciencia, mucha.
De igual manera, debemos irnos con calma y estudiar a profundidad más que los caprichos ideológicos, la forma en que podemos ayudar realmente a cada uno de los ciudadanos con las diferencias que tenemos. Porque si no, como dijo el buki: ¿A dónde vamos a parar?