Los fenómenos como el caso de los estudiantes desaparecidos de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa, Guerrero, hace más de un mes, no es más que el reflejo de una sociedad secuestrada, colapsada y confundida por ella misma.
Son varios los escenarios individuales que se perciben y que nutren diversas posturas de análisis. Las versiones oficiales, el recuento de los hechos, los testimonios de los habitantes de Guerrero, la opinión pública, las mega marchas que pretenden presionar a quien se tenga que presionar para que los estudiantes aparezcan vivos, las manifestaciones locales, las reacciones radicales y oportunistas, el sentir de los jóvenes universitarios en las aulas, el ala intelectual mexicana, la izquierda, los músicos, los artistas plásticos, la comunidad internacional, usted.
Le platico mi experiencia, el pasado domingo 26 de octubre en el marco de la clausura del Festival Cultural de la Ciudad de Aguascalientes 2014 se presentó Caifanes ante una numerosa comitiva de seguidores. Previo al espectáculo, un reducido grupo de personas dejaron ver su apoyo al conflicto en Guerrero, en el suelo velas encendidas, mantas y hojas donde se podían leer demandas, consignas y peticiones para que los jóvenes aparezcan vivos y después, fuera luces, al escenario los rockeros veteranos. Ya en pleno concierto Saúl Hernández dedicó una canción a Ayotzinapa, una discreta manta ubicada en las gradas avaló el gesto del cantante pero fuera de eso el respetable se mantuvo ajeno a los hechos; las niñas gritaron despavoridas como si tuvieran frente a ellas a la mismísima huesuda, generaciones mezcladas compartieron bebidas alcohólicas al puro estilo de la verbena abrileña y los más osados fumaron hierba mala. Sin perder de vista el contexto, un concierto no necesariamente puede ser el escenario propicio para generar conciencia de lo que pasa en la República Mexicana.
A pesar de la cobertura mediática (oficial o no) de nueva cuenta puedo vislumbrar dos Méxicos, como si uno estuviera paralelo al otro, la indiferencia y la conciencia social. La manifestación del pasado 22 de octubre sobre Paseo de la Reforma en la Ciudad de México es otro claro ejemplo de esa dualidad que le hablo, mientras que un nutrido grupo de la sociedad acompañaba a los familiares de los estudiantes desaparecidos, en el lujoso centro comercial identificado como “Reforma 222” los clientes y comensales disfrutaban de una tarde de esparcimiento.
Nuestra juventud misma, la mayoría desinformada, amas de casa, padres de familia más preocupados por resolver sus necesidades económicas que por lo que pasa en la nación, el despertar paulatino de todos ante un gobierno fallido.
Desafortunadamente Ayotzinapa es el pretexto, el motivo para salir a la calle y gritar consignas contra los gobiernos municipales, estatales y federal, es la válvula de escape para sacar todo el coraje y frustración que esa parte de nuestra sociedad deja ver, el contagio peligroso del malestar colectivo.
Y aunque el despertar es sano, las acciones vistas hasta el momento son reprobables, la toma de casetas para obtener recursos económicos y mantener (supuestamente) el movimiento disidente, ¿mantenerles qué? Se entiende que son personas de escasos recursos y que requieren dinero para moverse pero eso no justifica el hecho de pedir y pedir y pedir. El saqueo a los centros comerciales de la ciudad de Chilpancingo Guerrero a nombre de LA CAUSA.
La muerte es la causa, la descomposición social es la causa, todos somos la causa, la búsqueda y el hallazgo de los 43 desaparecidos con vida o sin ella no darán fin al conflicto, el cambio de gobernador en Guerrero y sus inmediatas encomiendas para agilizar las investigaciones tampoco cambian el panorama, las marchas por todo el mundo y los gestos de solidaridad con los familiares desaparecidos y el repudio al gobierno mexicano, los tintes políticos que parecen ser inevitables en nuestra cosmovisión, Andrés Manuel en todo esto, el narcotráfico, el zumbido que se escucha a lo lejos y que está presente durante todo el día pero que no dice nada, sólo confunde. La cita entre los padres de los estudiantes normalistas desaparecidos y el Presidente de la República, el padre Alejandro Solalinde y su protagónica figura que en lugar de despejar, enrareció el ambiente, nada cambiará el panorama, caímos en un tobogán que parece no tener fin. ¿Qué sigue?
Desinformación que genera comentarios ingenuos, confusión que genera desconfianza, malestar que detona violencia, crisis que abre la puerta de salida al desarrollo económico, vacío que refleja tristeza; se nos va de las manos lo que es por derecho de todos los mexicanos, la oportunidad de crecer, de tener una nación estable.
No es Ayotzinapa es México, no son 43 los estudiantes, somos todos los mexicanos los que desaparecimos, los que no vemos más allá y creemos que no pasa nada, los que levantamos la voz y demandamos justicia, somos los más eclécticos de todas las razas, los que necesitamos ayuda de inmediato porque de lo contrario vamos a acabar con nosotros mismos. ¿Cuándo perdimos la brújula?
La encontraremos el día en que todos nos destapemos los ojos, escuchemos, seamos escuchados, nos observen y observemos, analicemos el entorno y fijemos una postura, borremos del diccionario el “como sea, me da lo mismo, es igual, para qué si de todos modos no pasa nada”.
No va a pasar nada cuando los peritos acaben su chamba, si no le entramos de frente al rescate por México, créame que nadie lo va a hacer.
Twitter: @ericazocar