Septiembre fue un mes en donde las primeras planas de los medios de comunicación trataron asuntos relacionados a estudiantes de distintas instituciones de educación superior.
La normal de Ayotzinapa y el Instituto Politécnico Nacional, aunque distintos por el origen de sus demandas, comparten un elemento común, que ha venido escalando la intensidad de las protestas, lo que ha obligado al Gobierno Federal a intervenir.
El sociólogo Adrián Acosta Silva, plantea que el problema de fondo en el IPN, si bien inicia con una inconformidad de un reglamento interno, lo que prevalece en el fondo es un asunto de gobernabilidad universitaria, entendida “como la capacidad para diferenciar, procesar y equilibrar las demandas y las respuestas del sistema de gobierno universitario” (publicado en Campus-Milenio, 9 de octubre 2014).
Habla de un caso en 1918, que inicia una tradición donde los estudiantes en su ya célebre Manifiesto Liminar, de la Universidad de Córdoba, en España, demandan y logran la participación en los asuntos universitarios.
La incorporación, y no hablo de la incorporación formal de los estudiantes en la estructura de decisión y gobierno universitario, es un dispositivo que da legitimidad a las decisiones institucionales, apostarle a un esquema dice el académico, basado en la búsqueda de representación democrática de los intereses de los estudiantes en el gobierno universitario, tal vez es un camino más complejo, pero que a mediano plazo puede generar una mayor gobernabilidad y un proceso de corresponsabilidad entre las partes.
El tipo de gobernabilidad en las universidades a través de la historia ha asumido distintas y variadas fórmulas; la gobernabilidad corporativa, clientelar, democrática, paritaria, prebendaria, etc. Cada forma de aplicar la gobernabilidad da como resultado comportamientos distintos. Una es la apatía desmedida en la comunidad estudiantil. En otros casos una comunidad estudiantil hiper politizada, y en alguno otro la práctica de mecanismos de control que ahogan, no sólo lo derechos, también la creatividad y la inteligencia.
Este artículo puede servir de marco referencial para una reflexión seria y analítica para el caso de la Universidad Autónoma de Aguascalientes, orgullosamente nuestra casa de estudio.
El posicionamiento de los estudiantes en contra del aumento a las colegiaturas ha causado distintas reacciones y comportamientos, sobre todo en la estructura dirigente. Es hasta cierto punto natural, pero al mismo tiempo una falta de sensibilidad para tratar de comprender la causa efecto de este comportamiento.
Me parece que lo que está detrás de esta molestia, más que el monto de aumento, lo que subyace es una demanda por ser incorporados a las decisiones que afectan en alguna medida su vida dentro de la comunidad universitaria.
Lo que plantean los estudiantes es participar, opinar y ser tomados en cuenta. Para una buena parte que están en el Consejeros Universitario y los Consejos de representantes, tienen una preocupación por entregar buenas cuentas a sus compañeros.
En otros casos prevalece una preocupación legítima de los jóvenes por el esfuerzo y sacrificio que hacen sus padres por enviarlos a la universidad y costear los gastos que representa la vida universitaria.
Muchos actores, incluyendo el rector, se sorprenden por el repentino rechazo a esta decisión, pero en el fondo lo que los estudiantes demandan es ser tomados en cuenta. Este prejuicio contra los alumnos que se han expresado en contra, ha orillado a algunos directivos y decanos que es afortunadamente minoría, (uno o cuando mucho dos) a aplicar elementos de coacción en contra de los estudiantes que simpaticen con esta posición.
Otros van más allá pensando que los estudiantes de la Universidad Autónoma de Aguascalientes se pueden convertir en estudiantes hiper politizados como en otras universidades. Me parece muy poco probable que esto pueda pasar. Hay una historia y un pasado cultural que demuestra que es mucho más factible que los estudiantes de la UAA sean apáticos y poco participativos, que sean protagonistas de posiciones radicales.
Hay que analizar con mucha más objetividad y sapiencia cuáles son las causas reales de este descontento. Dialogar, intercambiar opiniones y tratar de escuchar sus demandas y aportaciones, es una fórmula mucho más efectiva en la construcción del consenso y la búsqueda de gobernabilidad, que el tratar de coaccionar y amedrentar a los alumnos.
Twitter: @normaglezz.