Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada…
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos, sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica
Roja de la prensa local.
Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.
Eduardo Galeano
43 estudiantes de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos, de Ayotzinapa, desaparecidos desde la noche del 26 de septiembre. El país está herido, dicen los gobernadores que se reunieron en Aguascalientes la semana pasada. Pero hace mucho que la patria está rota, desfondada.
México asoma un rostro terriblemente doloroso, racista y clasista. Esos 43 estudiantes desaparecidos son en su mayoría de origen campesino y pertenecen a los pueblos originarios de Guerrero, a zonas como El Durazno, ubicado en el municipio de Tixtla, de donde eran cuatro de los desaparecidos nahuatlacas. Una Escuela Normal Rural para los más pobres, para ésos que llegaron con su bola de ropa guardada en un costal, para quienes calzan diario huaraches y del frío han hecho el despertador matutino por toda su vida, aquellos sin cobijas ni colchonetas, los de cartones en el piso que soñaron con dar clases a niñas y niños para verdaderamente cambiar México, que se imaginaron sumar su voz a los gritos por la memoria del 2 de octubre que no se olvida y que terminaron rafageados, golpeados y desaparecidos por la policía municipal de su país, que además es brazo del crimen organizado que asesina decenas de personas diariamente; no son unos y otros, no son los policías y los bandidos, son los mismos.
Un país profundamente racista y clasista nutre su poder y su sentido de orden social dando muerte a un joven, Julio César Mondragón, originario del Estado de México, estudiante de la normal rural que tres días después de su desaparición este trágico 26 de septiembre, fue encontrado en Iguala, desollado, sin piel, sin ojos, sin cara, fue reconocido por la misma playera roja que llevaba el primer día de clases, eso fue lo único que quedó de El Chilango, como le decían.
Y la muerte de El Chilango nos lleva a dar un salto al mismo Estado de México, a Tlatlaya, donde otros 22 muertos siguen en la lista de la ignominia. Todos ellos jóvenes, de la clase más baja que en este país intenta sobrevivir, pero ellos ya no, ellos hallaron fin a quemarropa frente al Ejército que decidió asesinarlos y encubrir toda la escena, simular un enfrentamiento y hacer de esos 22 cuerpos un acto administrativo de bajas provocadas por las “honorables” fuerzas castrenses mexicanas. Vivimos una vuelta más al pasado 1968 y junio de 1971, desde entonces, como es lógico, quienes tienen las armas son quienes las disparan impunemente, ¿acaso no es eso lo que nos ha mostrado la historia?
Estas dos vergonzosas e indignantes matanzas de jóvenes pobres y pertenecientes a los pueblos originarios de México, ponen al descubierto el rostro de quien ha gobernado México en las últimas décadas, una clase política, económica y criminal profundamente racista y clasista; por eso en buena medida también podemos explicar la persecución y la barbarie que se ha tolerado contra las y los migrantes centroamericanos que transitan México para intentar llegar a los Estados Unidos, por eso San Fernando, Tamaulipas y la masacre de 72 migrantes encontrados en una fosa, sigue esperando el sueño de los justos, impune ante un estado racista para quienes la vida de campesinos, afrocaribeños, de los pueblos originarios, de mujeres y niñas, no vale nada, sólo así podemos explicar que La Bestia llena de violencia siga recorriendo el país de sur a norte, como si nada: nadie ve, nadie escucha, a nadie le corresponde. Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.
Todo México es una fosa clandestina, dijo el padre Alejandro Solalinde. Para algunos esto fue una exageración pero al correr de los días con la aparición de más fosas, no sólo en Guerrero, también en el convulsionado Estado de México, no parece un arrebato, porque es cierto estamos de pie sobre muchas fosas clandestinas.
El descolorido presidente Enrique Peña Nieto en días pasados sale a decir, intentando esta vez una voz enérgica que condena los hechos violentos ocurridos en Guerrero, durante las protestas del pasado lunes (la quema del congreso), que el Estado tomará medidas para evitar que episodios como el de Iguala y Chilpancingo se repitan y “que permitan además el fortalecimiento de las instituciones, sobre todo las encargadas de la seguridad”.
¿Fortalecer la seguridad que es la misma que el crimen organizado? ¿Dar más recursos, miles de millones, a quienes forman parte del brazo criminal que azota a México? Es alucinante, por decir lo menos, la decisión tan mala que da como respuesta el gobierno federal. A estas alturas, desde luego que ya saben lo que pasó y dónde están los cuerpos de los normalistas rurales, claro que ya saben quiénes son los responsables pero están haciendo sus tratos, intercambiando las fichas del poder, acomodando a modo la justicia y esperando ganar tiempo para que todo se lo lleve el olvido y la impotencia, y seguir simulando que México es una gran nación.
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@chuy tinoco
Que chido artículo, para la crónica quienes caminamos por las banquetas y la agreste Republica que de Republica cada vez solo es el menbrete por no decir apódo.
Lilith Sanchez.