No puedo comenzar este texto sin antes expresar mi profundo repudio a las desapariciones de los 43 normalistas, así como a las instituciones (partidos, pactos, instancias gubernamentales) que, hasta que no se haga justicia, serán cómplices de estas atrocidades.
En otro tema, la semana pasada se le otorgó el Premio Nobel de Economía a Jean Tirole, economista francés, por su contribución al análisis sobre el poder de los mercados y la regulación.
A propósito de lo anterior, en esta ocasión se abordará un tema discutido por este economista y que tiene que ver con el intercambio tecnológico, específicamente el papel del software libre dentro del mercado de la tecnología y el intercambio de la información.
Cuando hablamos de software libre, a diferencia de software privativo o comercial (claramente la principal firma es Microsoft), nos referimos a los programas informáticos cuyo código abierto permite el acceso libre (sin pago por concepto de patente) a los usuarios y desarrolladores.
Según los análisis publicados a principios de este siglo, Tirole argumenta que el empleo de este tipo de software enfrenta algunos costos y beneficios, como por ejemplo:
Un programador que trabaja de manera independiente en este tipo de proyectos, renuncia a toda compensación monetaria que de otra forma pudiese ganar trabajando en una empresa desarrolladora de software privativo.
El costo de trabajar en software privativo, se reflejaría en la oportunidad de contar con la libertad de innovar y producir nuevas investigaciones.
Los programadores suelen encontrar mayor placer si deciden trabajar en software libre, a diferencia de quienes desarrollan software privativo, que en este caso su trabajo tiende a ser más rutinario, ya que es sujeto a una directriz específica.
Las empresas que desarrollan software privativo tienden a ofrecer mejores compensaciones, porque los empleadores están dispuestos a ofrecer salarios esperando obtener una ganancia propia del proyecto.
Un punto fundamental se encuentra en el impulso a la competencia en este mercado. El recién galardonado discute que las señales de elevar la competencia son más fuertes en el ámbito del software libre por lo siguiente: 1) es más observable el trabajo individual, qué componentes funcionan, si los problemas se resuelven de la forma más inteligente y si el código fuente puede usarse en proyectos futuros; 2) los programadores quedan como total responsables del éxito o fracaso de cada subproyecto, sin interferencia de algún superior jerárquico, lo cual genera información acerca de la habilidad de cada uno de los desarrolladores para seguir estas tareas; 3) la mayoría del conocimiento adquirido se puede trasladar a nuevos ámbitos, lo cual valoriza a los desarrolladores para futuros empleos; y 4) su cada vez mayor presencia en el mercado obliga a las empresas de software privativo a bajar sus precios.
Respecto a la seguridad y soberanía de la información, cuando el código permanece abierto y visible, los programadores pueden identificar fácilmente fallas de seguridad y otros problemas que ponen en riesgo al ciudadano.
En el ámbito del aparato público, muchos gobiernos de la Unión Europea han emprendido políticas que promueven el uso y la compra de software libre dentro del sector público. Incluso, en China, el gobierno ha ordenado directamente el desarrollo de proyectos de software libre. Respecto a esto, en los últimos días tuve la oportunidad de colaborar en una medida legislativa cuyo espíritu es impulsar el uso del software libre dentro del sector público y así redistribuir de mejor forma los recursos públicos; esto ya que el Gobierno de Chile gasta aproximadamente 65 millones de dólares anuales en programas de software privativo.
No sé si la opción de software libre sea la mejor opción, lo importante acá es no desconocer que en los procesos democráticos, los monopolios de la información profundizan la inequidad social, además de mermar el desarrollo de la innovación y el desarrollo tecnológico.
Twitter: @ruelas_ignacio