Cuando escuché por primera vez el título de esta cinta la pregunta escéptica ¿de veras? fue lo primero que saltó a mi mente, pues creo que con excepción de Frankenstein prácticamente no existe otro monstruo del que se hayan contado más historias que de Drácula, así que me era difícil imaginar que esta cinta viniera a plantear algo realmente novedoso.
Para ser justos, el guión de Drácula, la historia jamás contada, quizás sí tiene un tinte algo diferente del personaje planteado por Bram Stoker, pero de alguna manera no suena novedoso, sobre todo después de haber visto la nueva versión de Maléfica o tras conocer al Batman creado por Christopher Nolan o bien, cuando hemos conocido la razón que impulsó a Anakin Skywalker a tornarse al lado oscuro. Así que, que me perdone Gary Shore o Matt Sazama si el hecho de que Vlad “El Empalador” tenga fuertes motivos para transformarse en el sanguinario vampiro no causó en mí gran impresión.
Lo que es de destacar es lo impactante que es visualmente esta cinta, bien ambientada, iluminada y fotografiada, los efectos especiales y los generados por computadora no tienen “pero” posible, tal vez, y si he de ser exageradamente quisquillosa, por momentos, parece que uno está dentro de un juego de video, lo cual tampoco resulta una desventaja, y menos en estos tiempos, y menos con este tipo de historias que de seguro ya tienen un juego a punto de salir al mercado.
La historia da inicio cuando una voz en off, presumible del hijo de Drácula, nos cuenta la historia de Vlad, príncipe de Transilvania, quien fue abducido por los turcos y obligado a pelear por ellos, haciendo su trabajo demasiado bien, pues dio inicio a la terrorífica leyenda del “Empalador”.
Los años pasaron y Vlad ha dejado a su “yo” violento en el olvido, ahora es un líder para su pueblo, esposo y padre amoroso dentro del seno familiar y, al parecer, todo va bien en sus dominios.
De pronto, los turcos están de vuelta y, cual mítica figura bíblica, el nuevo Sultán requiere la entrega de mil niños transilvanos como ofrenda para aumentar las filas de sus ejércitos. Al parecer Vlad no está dispuesto a hacer con su hijo lo que su padre hizo con él. En un intento desesperado por evitar el sacrificio de su pequeño y de otros como él, está dispuesto a hacer un oscuro y peligroso trato con una espeluznante criatura de la oscuridad, del cual tiene muy escasas posibilidades de escapar con bien.
De aquí en adelante, “la historia jamás contada”, sigue las líneas trazadas por Stoker y va perdiendo minuto a minuto la originalidad de la que se jacta el título de este largometraje.
Por momentos resulta curioso ver cómo Vlad se va acostumbrando a sus poderes, pues cuando menos a mí me recordó al periodo de adaptación que tuvieron que vivir personajes como Peter Parker o por Tony Stark cuando daban sus primeros pasos para convertirse en superhéroes, después de estas escenas me era difícil no pensar en Drácula como en un nuevo miembro de los Avengers, ¡vaya, hasta capa traía!
La verdad es que esta película es de esas que los críticos odian pues tiene múltiples agujeros en el argumento y por momentos poca coherencia, pero que los espectadores aman porque presenta un espectáculo ameno y entretenido que bien vale el boleto. Además, fieles a la moda actual en Hollywood, con este filme pudimos atestiguar cómo se sentaron las bases para al menos dos secuelas más, así que tendremos vampiro para rato, y afortunadamente éste sí sigue las reglas de desintegrarse bajo la luz solar, huir de las cruces, temer a la plata y mantenerse alejado de las estacas.
Productor: Michael De Luca; Director: Gary Shore; Guión: Matt Sazama y Burk Sharpless basados en Drácula de Bram Stoker: Fotografía: John Schwartzman; Edición: Richard Pearson; Música: Ramin Djawadi; Elenco: Luke Evans, Sarah Gadon, Dominic Cooper; Duración: 1 hora 32 minutos.