Todos los problemas son problemas de educación
Domingo Faustino Sarmiento
Hace varios años, la coordinadora de Español de una Universidad me contaba que los alumnos de una carrera de ingeniería técnica se fueron a quejar con ella porque su maestra de Español tenía faltas de ortografía. El hecho le pareció inusitado porque esos alumnos no se distinguían precisamente por dominar las reglas ortográficas; sin embargo decidió investigar la denuncia y, efectivamente, la maestra tenía una pésima ortografía y eso que su especialidad era el español.
Llamó a la profesora y le expuso lo que los alumnos denunciaron y ella aceptó sin defenderse que no sabía demasiado de ortografía, gramática o literatura española. Su única defensa era que le habían enseñado muchas teorías pedagógicas y metodología sobre la enseñanza del español, pero que habían visto poco del contenido. Después de que la maestra reconoció su ignorancia y de que la coordinadora le sugiriera que debía prepararse más, la sustituyó por otra, a la que previamente le aplicó un examen riguroso sobre la asignatura.
Lo insólito de unos alumnos exigiendo una maestra mejor, vino a mi memoria a raíz de la marcha estudiantil del Instituto Politécnico Nacional, que en estos días se ha estado desarrollando y que en lo personal llamó mucho mi atención, porque una de las demandas es muy similar a la que hicieran dichos alumnos.
Las peticiones de los estudiantes del IPN son: la no aplicación del nuevo reglamento; la destitución de la directora del IPN, la Dra. Yoloxóchitl Bustamante; la salida de la policía bancaria; democratización en el proceso para elegir directivos de la Institución; no a la descentralización; no a las pensiones vitalicias de los exdirectores; garantía de no represalias para los involucrados en este movimiento; fuera los porros; fundar un congreso para determinar el rumbo del IPN; la autonomía del Instituto; mejorar los talleres y laboratorios; pero la mejor de todas es la cancelación de los nuevos planes de estudio, por considerarlos poco exigentes.
En entrevistas que los alumnos del IPN han estado dando a los medios de comunicación denunciaron un fenómeno que se está repitiendo en todas las instituciones educativas sin importar el nivel: la baja calidad académica. Los alumnos del Politécnico hablan de que el nuevo programa de estudios, según La Jornada en línea, “afecta la calidad académica al reducir materias de disciplinas científicas y eliminar la humanísticas, con lo que sólo se pretende formar mano de obra calificada y no profesionales con un sentido social”. Esta explicación me puso muy feliz. Por fin hay conciencia entre los jóvenes de que no pueden pasar por la universidad sin aprender; por fin exigen la introducción de materias humanísticas que los hagan pensar y les proporcione una educación más completa; por fin exigen calidad en la educación.
El martes pasado escuchaba la entrevista a una profesora del IPN que había participado en la elaboración del nuevo plan de estudios, que los alumnos tildan de poco exigente y las frases con las que lo defendía me sonaron muy conocidas. Decía que era un programa por competencias; que los alumnos tenían que ser protagonistas de su propio aprendizaje; que el maestro era sólo un guía de los alumnos; que estaba basado en los cuatro pilares de la educación; y una larga retahíla de frases hechas que ya empiezan a desgastarse a base de usarse sin mucho sentido y porque los malos resultados de la educación en México las están desmontando.
Por si sirve de consuelo, podemos decir que la mala calidad educativa es un fenómeno mundial y esas frases que la maestra recitaba, casi sin respirar, se las saben de memoria todos los maestros y hasta las repiten en público, mientras que en privado comentan cuánto echan de menos los tiempos en que el profesor dominaba su materia y enseñaba lo que sabía a sus alumnos; en el que los alumnos iban a las instituciones educativas a aprender y en el que aún no tenían que cambiar los términos tradicionales por otros como: “constructos”, “espacios áulicos”, “currículum estandarizado”, “certificaciones”, “herramientas” o “competencias”. Eran tiempos en los que la educación tenía una mayor calidad.
Los alumnos del IPN, y seguramente los compañeros de otras universidades que se adhirieron a su causa, no están interesados en saber si los programas educativos siguen a rajatabla los tópicos pedagógicos en boga; los alumnos quieren aprender, quieren temas con mayor nivel y quieren también que los maestros asistan a clase y les enseñen. Parece mentira que, con toda la tecnología a nuestro alcance, se haya complicado tanto el proceso de enseñanza-aprendizaje y se haya perdido el rumbo de la educación.
Realmente es insólito que los alumnos quieran mayor exigencia y que digan abiertamente que quieren aprender y ser profesionales con sentido social, y cuando eso ocurre es que algo no se está haciendo bien, por lo que sería muy importante que todos los involucrados en la educación reflexionaran al respecto. ¿Hasta cuándo se mantendrá un modelo educativo que no está dando resultados? ¿Cuántas generaciones más se tendrán que echar a perder para entender que educación es diferente de capacitación para el trabajo? Si, según Jacques Delors “La educación es un factor indispensable para que la humanidad pueda conseguir los ideales de paz, libertad y justicia social”, hoy por hoy no se está logrando.
Twitter: @petrallamas