Una señal chiquita / Edilberto Aldán en LJA - LJA Aguascalientes
23/04/2025

Imagen primera. Antes que la hazaña de ser el centro de la República Mexicana, el perfil del Cerro del Muerto o el esplendor de sus atardeceres, durante mucho tiempo Aguascalientes fue para mí la Soberana Convención Revolucionaria. Sí, sabía de la forma de sus fronteras con Zacatecas y Jalisco, podía ubicar la entidad en el mapa, que no tenía salida al mar y que su capital tenía el mismo nombre que el estado, pero todo eso quedaba relegado por la imagen poderosísima de un nombre: Antonio Díaz Soto y Gama. Durante mucho tiempo, cuando pensaba en Aguascalientes, lo primero que me venía a la mente era la escena donde un demonio zapatista se orinaba en la bandera.

Por supuesto, culpo a mi maestra de historia en la secundaria, quien nos contó ese capítulo de la Soberana Convención cuando intentaba hacernos reflexionar sobre lo que significan los símbolos patrios; sé que al simplificar el suceso y presentarnos la estampa memorable de un villano ultrajando la bandera intentaba empujarnos a reconocer que la Patria es algo más, mucho más, que la solemne morena entrada en carnes que aparecía en los libros de texto gratuito de ese entonces.

Ahora vivo en Aguascalientes, sé que es otras cosas, pero de vez en cuando regresa esa imagen, inoculada con precisión en aquel tiempo. Imagen que de vez en cuando regresa y me hace reconocer la soberbia pericia con que la maestra actuó de intermediario entre la Historia y sus alumnos para hacernos pensar.

 

I. Díaz Soto y Gama, Devil in me

Teatro Morelos. Aguascalientes. 1914. 27 de octubre. Antonio Díaz Soto y Gama estruja la bandera nacional, desde la tribuna provoca a los asistentes a la Convención Revolucionaria:

“Cuando se viene a esta asamblea no se es constitucionalista, ni villista, ni zapatista: se es mexicano… aquí venimos honradamente. Creo que vale más la palabra de honor que la firma estampada en este estandarte, este estandarte que al final de cuentas no es más (toca la bandera) que el triunfo de la reacción clerical encabezada por Iturbide (Voces: ¡No! ¡No!) Yo, señores, jamás firmaré sobre esta bandera. Estamos haciendo una gran revolución que va expresamente contra la mentira histórica, y hay que exponer la mentira histórica que está en esta bandera; lo que se llama nuestra independencia no sólo fue independencia del indígena, fue la independencia de la raza criolla y de los herederos de la conquista para seguir infamemente burlando…”

Fue Álvaro Obregón quien mandó a comprar la bandera sobre la que, alrededor del escudo nacional, se bordó la leyenda: “Convención Militar de Aguascalientes. Ejército Constitucionalista”, con la idea de que los delegados firmaran el estandarte y juraran cumplir los acuerdos de la convención.

Según Jesús Silva Herzog, a nombre de la delegación zapatista: “…subió a la tribuna el licenciado Soto y Gama para dirigir la palabra a los convencionistas. Comenzó atacando a don Venustiano Carranza, cuya personalidad había sido respetada en todas las sesiones anteriores, aun por los representantes de la División del Norte. Aquellos ataques no cayeron bien y hubo siseos y uno que otro grito de desaprobación. Luego el orador se pitorreó de los que firmaron en la bandera nacional comprometiéndose a cumplir y hacer cumplir los acuerdos que emanaran de la Convención. La bandera estaba colocada precisamente en la tribuna. Soto y Gama, en un arranque oratorio, cogió con la mano derecha la enseña nacional, la estrujó y dijo textualmente: ‘Ésta es una piltrafa, un guiñapo inútil y ridículo’. Estallaron ruidosas manifestaciones de protesta: gritos, insultos, amenazas. Algunos delegados sacaron las pistolas. En medio del tumulto los generales Eduardo Hay y Mateo Almanza, de pie entre el proscenio y las lunetas, gritaban: ‘Calma, calma, las palabras se combaten con palabras y las ideas con las ideas; calma, señores, calma…’ La calma se hizo al fin. Mientras tanto, Díaz Soto y Gama permaneció inmóvil en la tribuna con los brazos cruzados sobre el pecho. Reanudo su discurso con pasmosa serenidad”.


Ese mismo episodio lo refiere Carlos Reyes Sahagún con un ligero matiz: “…varias pistolas salieron a relucir y apuntaban amenazantes al sacrílego. Algunos lo llamaban traidor, otros exigían que bajara de la tribuna, pero en general eran tantos los que gritaban y tan fuerte, que difícilmente comprendíamos lo que decían.

“Mientras esto ocurría, en las galerías, al ver las armas fuera de sus fundas, se produjo una estampida de personas que, poseídas por el miedo, luchaban por abandonar el teatro ante la balacera que veían venir y que sin duda alguna, hubiera significado el fin de la Convención”.

Todas esas versiones no correspondían a la que durante tanto tiempo representó mi imagen primera de Aguascalientes. Yo imaginaba el episodio como escena de una película dirigida por Guy Ritchie. Medium shot: Díaz Soto y Gama ostenta la bandera en la derecha, baja la mano izquierda hacia su bragueta con la evidente intención de sacarse el miembro y orinarla. En cambio, algunos asistentes a la Convención Revolucionaria sí logran desenfundar, apuntan y cortan cartucho. Close up a la bragueta del zapatista, de banda sonora Devil in me de los 22-20s, riff poderoso, percusiones, la cámara panea de la furia contenida en los pantalones a la furia desatada en el patio de butacas y los palcos, mientras suena la declaración inicial de la canción: Well, I can’t get the devil, outside of me… No, I can’t get the devil, outside of me… But I hate the world and everything I see

 

II. Dame una señal chiquita

A pesar de contar con una vasta cantidad de fuentes primarias, no es posible saber con exactitud qué fue lo que realmente pasó, qué hizo y dijo Díaz Soto y Gama, la versión de ese hecho dependerá de la evidencia a la que se acuda, aunque puedan convivir la serenidad postulada por Silva Herzog con la rebambaramba narrada por Reyes Sahagún, no se pude dar por definitiva ninguna de las versiones. Lo que en el fondo, es una maravilla, tantas evidencias, tantas estampas, artículos de prensa para soportar esa historia.

La responsabilidad de los medios, mucho de su función social reside en aportar para poder hacer la historia, ser un intermediario entre lo que ocurre y el público.

Con el avance tecnológico, las herramientas se multiplican, ya no tenemos que esperar a que los medios de comunicación hagan un hueco entre el siempre laudatorio boletín de prensa de los gobiernos y el publirreportaje, hoy el reportero está ahí y lleva en su mano un aparato capaz de enviar información, desde donde se origina y en el mismo momento, la portabilidad de las herramienta para enviar datos logra que, como nunca, podamos ser testigos de la historia.

A través de las redes sociales (las cuales canibalizan y alimentan los medios de comunicación) se transmite cualquier suceso de forma inmediata y, aparentemente, sin intermediarios. Junto a todo texto periodístico que se distribuye en la red hay una barra que invita a socializar esos datos, además, se enriquece la nota con enlaces a video, audio, textos relacionados…

El público puede intervenir, no sólo en los comentarios, que es la parte más obvia, sino haciendo suya esa información, apropiándosela al reenviarla, desde el ya en desuso correo electrónico hasta anexando el hecho a una página en Wikipedia, o a través de Facebook, Twitter, Google+, Reedit, Storify, YouTube, Whatsapp, Instagram, LinkedIn, Pinterest, Flickr, Tumblr…vamos, incluso mediante Secret, de nuevo: sin intermediarios.

La jerga que emplean los libros de autoayuda enseña que todo obstáculo, incluso las faltas o errores, se debe considerar “área de oportunidad”, jamás una equivocación o despropósito, no, mejor: la ocasión de iniciar el círculo virtuoso de mejora e innovación. Deslumbrados por esa idea de ser mejores, pero sobre todo por una falta de autocrítica apabullante, los medios de comunicación no hemos sabido afrontar el reto que implica la posibilidad de llevar el aquí y ahora a los lectores.

Los medios de comunicación no sólo olvidamos el papel de intermediario, apaleados por la posibilidad de desaparecer (al menos como medios impresos) nos rendimos a buscar seguidores y likes, no a informar; en muchas redacciones –más allá de la búsqueda incesante del escándalo político– difícilmente se piensa ya en contar historias, nos obsesiona la idea de la presentación, no el contenido; se hacen a un lado las ideas, los argumentos, la investigación y el cotejo de datos para dar paso a lo atractivo, lo que llamará la atención de la audiencia.

Si no es posible saber exactamente qué fue lo que dijo Antonio Díaz Soto y Gama ese 27 de octubre de 1914, hoy sería prácticamente imposible, porque los medios hemos dejado a un lado la tarea de aportar hechos, de informar, incapaces de entender cómo se multiplican las posibilidades de intermediación gracias a los avances tecnológicos, sólo queremos apantallar.

Imagine la escena de la Convención descrita anteriormente a través de los siguientes mensajes, cada uno con el lenguaje apropiado para cada red:

En @TMorelos @Ags @DiazSotoyGama ultraja bandera nacional #Convencion

Armas en la Convención por discurso injurioso precaución posible balacera

Casual, viendo a zapatista pitorrearse del escudo nacional #NoSeanOrdinarios

Selfie con lábaro patrio mancillado

Breaking News: Se mea en la bandera consejero de Zapata

Acusan traición firmantes Convención Estaríamos mejor con Bernardo Reyes

Podría seguir, tan sólo imaginen la intervención de los bots de Álvaro Obregón o Venustiano Carranza teniendo que defender la posición de sus jefes o a los gobiernos vendiendo que todo está en calma y no hay balacera… a través de las redes sociales.

En los medios impresos, por supuesto, primero a través de sus páginas, el intercambio de audios, videos, textos e imágenes queda reducido a la capacidad de respuesta, a esos mensajes brevísimos y muchas veces incoherentes que después no se retoman porque “ya no son noticia” y hay que dar una nueva presentación para, de nuevo, atraer a los lectores. Obsesionados con el resumen, con demeritar la capacidad del lector ante un texto de largo aliento o una plana que no lleve varias fotografías o dibujos explicativos, trasladamos la información al mejor estilo de Buzzfeed:

25 estremecedoras fotos de zapatistas haciendo las aguas

10 sorprendentes trucos para desmanchar banderas

34 momentos incómodos en la Convención

Abandonamos la posibilidad de difundir historias, renegamos del reto que implica contar mejor, narrar bien, hacerlo mejor, y al papel de intermediario lo relegamos a una marca de agua en la foto, una frase llamativa al principio del video, la promesa de que fuimos los primeros, que tenemos la exclusiva.

Ya no nos interesa informar, queremos gustar. Nos rendimos ante la velocidad de las cosas, no sacamos provecho del espacio infinito con que contamos, la hipertextualidad de la que podemos hacer uso la rendimos a la obtención de un simple gesto; Roberto Jordán lo sabía bien: Si tú me quieres dame una sonrisa, si no me quieres no me hagas caso, pero si ahora tú me necesitas, lo tengo que saber y tú mi bien, una señal me vas a dar: sólo dame una señal chiquita, ay mi vida, que sepa que te gusto… Claudicamos. De ustedes, lectores, sólo nos interesa su clic. Me gusta.

Versión de la participación en la mesa-debate Importancia de la difusión histórica en los medios en la V Semana de historia de la Universidad Autónoma de Aguascalientes. Septiembre 3, 2014.


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Director editorial de La Jornada Aguascalientes
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1 thought on “Una señal chiquita / Edilberto Aldán en LJA

  1. Muchas gracias por la reseña, pues se me enchina la piel al comprobar la valentía de mi bisabuelo; el gral. Mateo Almanza.. y cómo quedó plasmado su carácter en éste “pequeño detalle”, y que me da respuestas a mi vieja pregunta: ¿ porqué soy así.. ?, jejeje

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