A mediados de septiembre, por esas vueltas generosas de la vida, tuve la ocasión de asistir al Congreso Internacional de IBBY, el International Board of Books for Youngs o, en español, la Organización Internacional para el Libro Juvenil. Les debo confesar que la posibilidad de ir me emocionó mucho porque se trata de uno de los acontecimientos internacionales más importantes de la literatura infantil y juvenil (el otro, desde mi punto de vista, es la Feria del Libro de Bolonia, a la que nunca he ido pero espero alguna vez caer): especialistas y estudiosos de los libros para chamacuelos se reúnen a reflexionar sobre el tema, compartir sus experiencias, sus dudas y sus recomendaciones. Por si fuera poco, cada que hay congreso (es decir, cada dos años) se otorga el Premio Hans Christian Andersen a un autor (desde 1956) y un ilustrador (desde 1966) destacados por su trabajo en la LIJ. Entre los ganadores de otros tiempos están mi admiradísimo Gianni Rodari (de quien ya escribí alguna vez en esta columna) y la también mítica Astrid Lindgren; por no hablar del ilustrador (y también narrador) Tomi Ungerer. Pongo nada más tres botones de muestra para ejemplificar mi punto: el Premio es realmente sinónimo de calidad y la lista de ganadores y ganadoras anteriores bien funciona como una guía de lecturas que no tiene pierde.
Por todo lo anterior era yo una castañuela el pasado 11 de septiembre, cuando llegué como niña al primer día de clases (que conste, yo era de las niñas que disfrutaban el primer día de clases) al congreso. El tema fue “Que todos signifique todos”: la inclusión en la literatura infantil y juvenil. Y las conferencias magistrales y mesas de ponencias trataron precisamente de eso: ¿qué significa que la literatura infantil y juvenil sea incluyente? ¿Por qué es necesario que así sea? Creo que el punto, básicamente, es que cada persona encuentre libros que le hablen a ella específicamente, que se relacionen con sus intereses, sus problemas, su forma de relacionarse con el mundo más allá de los estereotipos. En un país que suele ser caricaturizado como “de flojos sombrerudos que no leen”, hacer una pausa para pensar en estas cosas me parece indispensable, y va desde la necesidad de tener libros en las muchas lenguas que se hablan (y leen) en nuestro país hasta las necesidades especiales relacionadas con limitaciones físicas. Yo se los cuento a ustedes de un modo bastante simplón y nada poético, pero durante el congreso se habló de todo esto de muchas formas, en muchos idiomas.
Creo que lo mejor del congreso, para mí, fue darme cuenta de que hay muchas, muchas personas que se toman en serio la literatura infantil y juvenil: que consideran que no se trata de un “subgénero” o “algo fácil de hacer” y que están conscientes de una cosa vital: en promedio, la gente que más lee en el mundo es la que está en edad escolar. Si en esa etapa se enamoran de la lectura, probablemente nunca la abandonen; si en esa etapa aprenden a odiarla, quizá jamás se reconcilien con ella.
Pero el trabajo de IBBY no va dirigido solamente a los estudiosos y autores de literatura infantil y juvenil: también hace una labor constante con los lectores “de a pie”. Por ejemplo, cada año, en colaboración con el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana y la Fundación Mexicana para el Fomento de la Lectura publica la Guía de libros recomendados para niños y jóvenes, en la que sugiere lecturas para niños y jóvenes, apuntes sobre las diferentes etapas lectoras y recomendaciones de lectura para padres y maestros. La lista de cada categoría se divide en dos: libros literarios y libros informativos; y de cada uno de ellos se presenta un resumen de lo que trata. Además, al final trae un directorio de editoriales, lo que hace mucho más fácil el trabajo de quienes se dan a la tarea de buscar libros para niños, niñas y adolescentes, sea por su empleo, por su responsabilidad de padre o madre o por puro gusto lector (ah, porque cada vez somos más los adultos que disfrutamos de la buena literatura infantil y juvenil).
Me gustaría contarles en detalle cada una de las conferencias del congreso; pero el espacio que tenemos aquí no da para tanto. Lo que sí puedo hacer es invitarlos a acercarse al trabajo de IBBY (su página web es www.ibbymexico.org.mx y ahí pueden encontrar, en pdf, la Guía de libros recomendados para niños y jóvenes de cada año entre 2007 y 2013. La de 2014 no debe tardar en aparecer). Y aprovecho la ocasión para agradecer a IBBY México por la oportunidad de estar en el congreso 2014. Ya les estaré contando aquí de los autores que descubrí y de los recursos con los que me encontré. Pero, como decía Michael Ende en La historia interminable: esas son otras historias y deben ser contadas en otra ocasión.
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