Si bien la Independencia de México pudo haber sido, en sus orígenes, con el propósito de proteger los intereses de los Criollos acaudalados y del Clero, aprovechando el descontrol existente en España durante la invasión Napoleónica; al paso del tiempo fue consolidándose y a la vez reivindicando los derechos del pueblo, teniendo momentos álgidos como durante La Reforma, con la “Ley Juárez”, que reconocía la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley; la “Ley de Libertad de Imprenta”, “Ley de Desamortización de Bienes”, “Ley del Registro Civil”, “Ley Sobre Derechos y Obvenciones Parroquiales”, “Ley de Libertad de Cultos” y otras, todas ellas conocidas como “Leyes de Reforma”, que evidenciaban una real independencia en la cual los representantes populares no se dejaron influenciar, ni cedieron a las presiones de los poderes fácticos como el Clero, los caciques y los empresarios nacionales o extranjeros. México se consolidaba como una nación independiente.
Posteriormente, después de una dictadura de más de treinta años, en los cuales hubo un gran desarrollo económico pero a costa de un retroceso social en el país, ya que se permitió la participación económica de extranjeros y la acumulación de riqueza en unas cuantas manos; surge la Revolución en donde, al final de una cruenta lucha que cobró más de un millón de vidas, quedaron plasmados en la Constitución de 1917, las garantías individuales, los derechos sociales y laborales, tales como las jornadas de trabajo con un máximo de ocho horas, el derecho a organizarse y el derecho a huelga de los trabajadores; el derecho a la educación laica y gratuita, y se reafirma la libertad de culto y de expresión.
Otra gran época en México fue la posrevolución, cuando una vez concluidos los enfrentamientos armados el poder es ejercido por gobiernos que surgen de procesos electorales, teniendo su momento cumbre en el sexenio del General Lázaro Cárdenas, y en especial con la expropiación petrolera, que regresaba a la nación el derecho exclusivo a usufructuar este recurso.
Después el presidente Adolfo López Mateos nacionaliza la industria eléctrica, y viene a bien en estos momentos recordar un fragmento de su discurso del 27 de septiembre de 1960:
“Pueblo de México, los dispenso de toda obediencia a sus futuros gobernantes que pretendan entregar nuestros recursos energéticos a intereses ajenos a la Nación que conformamos. Una cosa obvia es que México requiere de varios años de evolución tecnológica y una eficiencia administrativa para lograr nuestra independencia energética; sería necio afirmar que México no requiere de la capacitación tecnológica en materia eléctrica y petrolera. Pero para ello ningún extranjero necesita convertirse en accionista de las empresas públicas para apoyarnos”.
Después siguieron varios gobiernos nacionalistas que consolidaron el poder económico y liderazgo de nuestro país en América Latina. En aquellas épocas, en las ceremonias cívicas participaba el pueblo de manera espontánea, solidaria y respetuosa, pero en los últimos tiempos, después del fraude electoral de 2006, y la consiguiente entrega de los bienes de la nación a particulares mexicanos y extranjeros, los gobiernos se han visto en la necesidad de montar escenarios especialmente en la “Ceremonia del Grito” que hace alusión a una independencia que ya no existe. Por ello se han visto en la necesidad de producir artificialmente un rito para que permanezca el mito (que alguna vez fue realidad) de que somos un país independiente.
Mi deseo en este mes de septiembre es que nuestra patria retome el rumbo por el que lucharon nuestros héroes y con el esfuerzo de todos: ¡Que Reviva México!
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