Vieja ciudad de hierro/ de cemento y de gente sin descanso/ si algún día tu historia tiene algún remanso/ dejarías de ser ciudad.
Con tu cuerpo maltrecho/ por los años y culturas que han pasado/ por la gente que sin ver has albergado/ el otoño para ti llegó forzado…ya qué…
Vieja Ciudad de Hierro, Rockdrigo González
Sin duda, uno de los cantantes errante del Colectivo Rupestre como él mismo se definió y un brevísimo homenaje, un instante con 29 años de distancia de esta chilanga asentada en Aguascalientes, que sobrevivió a aquel 19 de septiembre de 1985.
19/ sept. / 85 7:19 a.m. 8.1 Richter, duración 2 minutos, México D.F.
Rockdrigo nació en Tampico, Tamaulipas, pronto llegó a Chilangolandia, a los 25 años intentó seducir a la creciente vieja ciudad de hierro, quien en la más sátira de las tramas amorosas terminaría envolviéndolo entre esos mismos bloques de concreto, entre las caras oxidadas y las nubes grises del polvo de la construcción volando aquella mañana.
En 1983 nace de forma independiente su disco Hurbanistorias, eso no importaba porque para entonces en todo el D.F. ya se escuchaban las canciones de Rockdrigo.
El Metro Balderas fue esa historia de una pareja que llega del interior de la República Mexicana y se pierden en el metro, Rockdrigo siempre preguntaba colectivamente ¿sabían ustedes que diario se pierden alrededor de 100 personas que son reportadas como desaparecidas, dónde está toda esa gente?
No eran extraños estos discernimientos del Profeta del Nopal en público, pues siempre la gente terminaba escuchándolo llena de preguntas sin respuestas.
Para mí la madrugada transcurrió como cualquier otro día, el sol comenzó a salir por el norte del Distrito Federal, de camino a la escuela nos encontrábamos las y los compañeros de salón y mientras esperábamos que abrieran la puerta de la secundaria número 58, Jaime Torres Bodet, comenzó un temblor que fue subiendo poco a poco de intensidad, hasta que se hacía casi imposible permanecer de pie, era oscilatorio, todo tronaba, las paredes parecían de papel, con trabajo, la vieja secundaria con una barda de 4 metros de altura había aguantado, no corrieron la misma suerte el edificio Nuevo Léon ubicado en la unidad habitacional Tlatelolco, ni el Hotel Regis clavado en el centro de la ciudad en la Alameda, hoy llamado el parque de la solidaridad, tampoco el Hospital Juárez que dejó enterrados a cientos de pacientes, médicos y enfermeras, ni el edificio de San Antonio Abad donde laboraban cientos de trabajadoras de la maquila que murieron aplastadas, donde hoy, después de la toma que las sobrevivientes de la fábrica hicieron, se levanta uno de los sindicatos más combativos de este país.
Todos hablaban del terror que se vio por TV, las esquinas derrumbadas, las grietas de más de 60 centímetros sobre el pavimento del arroyo vehicular, era una película y no. Esa mañana del 19 de septiembre la vida de toda la gente de la Ciudad de México había sido sacudida, fracturada y en algunos casos derrumbada.
20 / sept. / 85 7:37 p.m. 7.3 Richter, México D.F.
El trauma del primer temblor estaba fresco, cualquiera de pronto gritaba ¡está temblando, está temblando!, pero no temblaba. El 20 de septiembre no era una ficción del trauma, esa noche nuevamente comenzaron a escucharse crujir los edificios, las ventanas y puertas estallaban, los cables de los postes como látigos se campaneaban, nos preguntábamos si hoy nos tocaría morir a quienes habíamos quedado.
Después nos enteramos de la muerte de Rockdrigo González en la colonia Roma, en la delegación Cuauhtémoc, sin duda la más afectada, su canción Distante Instante, tomó sentido.
A 29 años
Se habla conservadoramente de 35 mil muertos, 400 edificios derrumbados mientras dos mil ochocientos quedaron con severos daños estructurales, y 900 en completas ruinas. En el estadio de beisbol del centro médico llegaron a juntar más de dos mil cadáveres.
No fueron simples estadísticas, fue una tragedia que hizo que la capital de México aprendiera de esa desgracia y así como se reconstruyó en décadas el D.F., el proceso social por el que atravesó lo convirtió, sin duda, en una de las ciudades con más cultura en México, sobre todo cultura urbana, en una ciudad profundamente diversa, creativa, acelerada, enérgica, pero llena, muy llena de vida a pesar de tanta muerte que deambuló por aquel mes de septiembre del 85, creo que de ahí viene ese salto cuantitativo que tiene el D.F. respecto a otras ciudades que siguen luchando contra las mismas taras conservadoras y políticas que en la Ciudad de México parecen haber quedado atrás.
Mucho se aprende de la solidaridad y la colectividad, de esa desgracia que se llevó a miles de personas que nos dolieron mucho, y como Rockdrigo, cada historia fue importante pero no tuvieron tiempo de contarla.
Después del 19 de septiembre de 1985 pudimos salir adelante, el terremoto rebasó al gobierno y sin duda esa fue la mayor expresión de desarrollo de la sociedad civil organizada que con sus manos compartió a su gente muerta y rescató a tanta más. Un humilde y sencillísimo homenaje con lo mejor que una puede tener que es la memoria de todas las amigas, vecinos, compañeros, médicos, estudiantes, artistas, costureras, turistas, y desde luego a los rupestres que aúllan y la gente que con sus cuerpos construyeron esa ciudad.
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@Chuy Tinoco