Ese artefacto con pretensiones científicas que son las encuestas, especie de profecía autocumplida - LJA Aguascalientes
23/11/2024

  • Entrevista a Eduardo Rabasa, sobre novela La suma de los Ceros
  • Un sistema político es ante todo una narrativa, una respuesta de los seres humanos a la pregunta de qué hacemos en la tierra

Distopías, utopías que no son, que se quedan proyectos. Buenas intenciones que terminan anquilosadas bajo la maquinaria imperturbable de la burocracia, del egoísmo, del ansia de poder que palpita en el pecho de los humanos. Un poco de esto es lo que nos presenta la novela La suma de los Ceros publicada por la joven, pero muy interesante editorial mexicana, Sur +, que nos vuelve a mostrar la fuerza de su catálogo, con esta novela de Eduardo Rabasa, quien debuta como escritor a pesar de ser ya un viejo conocido del mundo editorial al ser cabeza visible de la también vigorosa editorial Sexto Piso.

Rabasa recrea los conflictos humanos al colocar a sus personajes en una unidad habitacional, Villa Miserias, que durante varios años fue modelo de organización comunitaria. Sin embargo, las cosas han cambiado y el modelo de organización ha ido en declive, lo que permite a ciertos personajes ocupar cada vez más espacios de poder hasta convertirse en los líderes informales de esta comunidad, controlando las elecciones que dan origen a los presidentes del consejo. Villa Miserias se conforma como un microcosmo perturbador porque nos refleja de manera brillante las formas en las que se realiza las actividades políticas en nuestro país. En ese entorno ya controlado, aparece entonces la figura de Max Michels, joven habitante de la unidad, quien se ha acostumbrado a escuchar a los “muchos”, como llama a la voces que habitan en su cabeza y que, sin embargo, un buen día decide dar el paso y apuntarse como candidato a la presidencia del consejo. Su campaña política, en la que será acompañado por sus mejores amigos, nos permitirá entrar y acompañarlo a los entresijos de los discursos políticos, cada vez más cínicos y menos preocupados por el bienestar comunal.

“Hay una idea que dice que la teoría surge cuando hay algo de la realidad que no te cuadra, cuando hay una especie de fisura en la realidad, es cuando le dedicas a pensar en eso y la escritura de La suma de los Ceros me tomó casi siete años, fue un proceso lento que nació de una coyuntura personal pero surgió a partir de esas preguntas que me hacía constantemente, pero cuando estuvo terminado, me puse a pensar si valía la pena publicarlo o no, si valía la pena proponerlo a una editorial o no, pues fue un proceso que conozco más, que se compagina más con mi oficio como editor, y precisamente también quise que estuviera completamente separado de Sexto Piso, la editorial en donde trabajo, para mantener las cosas ajenas”, nos comentó el escritor en entrevista realizada en una cafetería de Coyoacán.

Javier Moro Hernández (JMH): Hay una idea política social que la novela retrata, la idea de que Villa Miserias sea un ejemplo a seguir por su administración, misma que, sin embargo, rechaza la idea de que la comunidad como eje central, de que prime la idea de lo individual sobre la comunidad, me parece que es una parte del científico social, una preocupación por lo social político que también es parte de tu formación académica, como egresado de la Facultad de Ciencias Políticas.

Eduardo Rabasa (ER): Una de las decisiones que más me tuvo atorado al principio era justamente en dónde ambientar la historia, porque pensaba que si iba a ser una cosa política no sabía si tenía que recurrir a retomar ciertos rasgos de la realidad, para retomar el asunto de la política real, pero lo que quería hacer era delinear ciertas reglas para vivir en comunidad, me interesaba lo político pero no sólo visto como el aspecto electoral, sino cómo se desarrolla la comunidad bajo ciertas normas tanto escritas como no escritas y pensar en una comunidad que ha cambiado de paradigma, porque en Villa Miserias lo que primaba al principio de la unidad habitacional era una idea más comunal, que ahora ha cambiado, pues ahora lo más importante es el individuo, bajo esa visión pensar en qué encrucijadas pone al individuo. Uno de los libros que me gustan mucho es Memorias del subsuelo en donde Dostoievski pone una advertencia al principio, que dice que él busca retratar a los individuos que se rijan bajo ciertas normas y bajo la época en la que se vive, y un poco la idea de La Suma de los Ceros es esa, claro, guardando todas las proporciones, bajo una comunidad que se rija bajo estas reglas qué tipo de individuos se generarían, a qué encrucijadas se verían expuestos, qué decisiones deberían tomar, está ese trasfondo político y bajo este marco preguntarse qué le ocurriría a los individuos.

JMH: En ese sentido Max, el protagonista y sus amigos, Pascual y Sao, son como una especie de excluidos de este nuevo sistema que se ha generado en la comunidad y, sin embargo, Max decide entrar al juego político para ser elegido como líder de la comunidad.

ER: El punto en común que tienen estos tres personajes es que justo han sido como excluidos y marginados, eso es algo que te marca de diferentes maneras, es que justo lo que pasa con Max, que es al que conocemos más de cerca, conocemos hasta cierto punto hasta sus pensamientos, por otras circunstancias, como sus condiciones familiares, con este padre abusivo y que lo tortura con la idea de la verdad cuando era niño y su obsesión personal por una mujer, él se ve más atrapado entre esa escisión, este fuego cruzado del cual es víctima, y en ese estar atrapado da un paso hacia adelante para solucionar sus problemas personales para tratar de encajar dentro de las nuevas reglas políticas, aunque en realidad nunca pierde de vista que lo que hace es para retratar la hipocresía del sistema. Max es un personaje que podríamos definir como ambiguo, tiene su discurso político para participar en las elecciones, es completamente cínico, está muy escindido, y sus dos amigos no, quizás tienen más claro que pertenecen al grupo de los marginados.

JMH: Max tiene un discurso político muy ambivalente pero muy interesante, en el que dice, por ejemplo, que si estamos en una sociedad en donde lo que importa es el individuo, entonces por qué esperamos solucionar los problemas de los otros sólo dando dinero si al final nos interesa los otros, vamos a romper con esta hipocresía moral, vamos a aceptarnos como individuales, ese juego agresivo desenmascara mucho de las contradicciones del juego político.

ER: Justo la idea es esa, es decir, esta es la idea del discurso político, social, económico de la época, seamos consecuentes con él y dejemos atrás la hipocresía, llevémoslo a los hechos. En ese sentido me acuerdo cuando entró en vigor el sistema neoliberal en Inglaterra con Margaret Thatcher, que tenía una frase que decía “la sociedad no existe, sólo existen los individuos”, que justificaba su idea de privatizar todo, que era súper tajante contra los sindicatos, en algún momento le preguntaron por qué no privatizaba el servicio postal, The Royal Mail, y ella contesta que no estaba lista para privatizar la cara de la reina. Pero incluso Margaret Thatcher, que es un símbolo de las políticas neoliberales, se dio cuenta de que hay símbolos que dan cohesión social y que no sólo los individuos importan, incluso ella se dio cuenta de que límites que no se podían cruzar, entonces Max en su vertiente política, trata de llevar a la práctica ese discurso que supuestamente está en su apogeo el ideario social.


JMH: Max es un personaje complejo, desde el hecho del papá que ya nos contabas que lo impulsaba a diferenciar la mentira de la verdad, el asunto de los “muchos” que escucha, y de cierta manera retrata la complejidad estructural de la novela que tiene muchos elementos como el narrador omnisciente que después nos da paso a las voces que escucha Max, los recursos de las notas periodística, hay una relación entre la complejidad de Max y la complejidad narrativa.

ER: Justo la decisión de que fuera una novela era tener libertad para que se moviera la narración entre diversos géneros según fuera necesario, y el narrador está muy identificado con Max, es un narrador omnisciente que puede contarnos lo que está pasando en la mente de Max, y me parecía importante dar el cambio de perspectiva y pasar del narrador omnisciente de la primera parte para que la segunda parte se le da voz directamente a Max, porque gran parte de la novela tiene que ver con el embrollo mental de Max, incluso hay partes donde a otros personajes les queda claro el problema en el que se está metiendo Max, pero el problema es que el único que no lo puede ver es él, entonces en esa segunda parte yo quería darle la voz a Max para que el lector pudiera entender un poco más a Max, y en esa segunda parte también se le da voz a Nelly con los artículos periodísticos donde, no siempre, pero sí de alguna manera velada están dialogando ellos dos, y al intención sí era reflejar el caos que existe en la mente de Max.

JMH: Otra de las características de la novela es la presencia de Sam Perdumes y de Ponce que vienen a reflejar la presencia de las empresas y siguiendo en esta lectura política, cómo hay elementos externos a la comunidad que ejercen su poder sobre ella. Perdumes aparece en la primera parte de la novela, compra departamentos y empieza a controlar a Villa Miserias y después desaparece, se convierte en una especie de fantasma que está rondando por ahí.

ER: Es que por un lado tenemos la estructura política formal que en el caso de nuestras sociedades es la democracia liberal o democracia de mercado, digamos el cascarón político mediante el cual se accede al poder, se ejerce y se legitima, pero en todas las sociedades, y obviamente la nuestra no es la excepción, hay mecanismos no oficiales, que no forman parte de la estructura formal pero que tienen un peso importantísimo, y es el caso de Perdumes, y ni siquiera es como una visión de conspiración, sino más bien de las ideas, y cuando Max se encuentra con él se pregunta si Perdumes es una persona o en realidad es un concepto; el libro está construido a partir de estas ideas que mueven a las personas a actuar pero que no están escritas ni especificadas en ningún lado y Ponce representa la tiranía de la opinión, algo que en las elecciones es muy claro, pues en ellas podemos ver cómo se determinan por este artefacto con pretensiones científicas que son las encuestas, pues parece que el medir la opinión es lo que termina por ocurrir en la realidad, como una especie de profecía autocumplida, que fue un poco la queja de la elección pasada acá en México, entonces qué tanto esta idea de que “esto es lo que va a pasar” termina incidiendo en lo que al final pasó.

JMH: En la novela pones ejemplos muy claros: “hombres solteros con poco pelo que tienen salamandras como mascotas no saben por qué van a votar”, que termina siendo una burla pero que refleja un poco el absurdo las posibilidades de las mediciones o de las llamadas encuestas.

ER: Hay una pretensión de medirlo todo, de contarlo todo y en el análisis político norteamericano súper claro, pueden hablar de mediciones casi milimétricas, que piden que los candidatos se muevan tantas décimas hacia tal lado del espectro, algo que me parece que ni siquiera es cierto, que si realmente existiera una entidad que pudiera predecir el resultado de una elección sería invaluable, pero en primer lugar me parece que ni siquiera ocurre, pero en segundo lugar la pretensión de que ocurra es lo que me parece un gran reflejo de la época, de cómo nos concebimos como ciudadanos, como seres humanos y en ese sentido hay una idea de Morris Berman que me gusta mucho que dice que un sistema político es ante todo una narrativa, es una respuesta de los seres humanos a la pregunta de qué hacemos en la tierra, el hecho de que te organices de tal manera o de otra manera, implica una concepción sobre lo que es el ser humano y de lo que se trata esta cosa rara llamada vida, entonces el hecho de que la narrativa política particular de esta época ponga tanto énfasis en los números, en esta pretensión de encapsular la realidad y medirla científicamente, nos dice mucho de lo que es nuestra época.


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