Darío - LJA Aguascalientes
18/04/2025

Heródoto

De los múltiples Darío que hay en la historia, no es difícil, deslumbrarse con el que aparece en el “Libro Tercero. Talía” de Los nueve libros de la historia de Heródoto, el impetuoso, el que todo lo sabía y quien mueve a los persas a actuar para quitar al mago Gaumata que usurpaba el lugar de Esmerdis.

Cuenta Herodoto que Otanes fue el primero en sospechar que Gaumata era un usurpador, así que le pidió Fedima, su hija, que cuando se acostara con él verificara que tuviera orejas: “Hija, tú que eres bien nacida, debes acoger el peligro al que tu padre te ordena exponerte, pues si de veras no es Esmerdis, hijo de Ciro, sino quien yo presumo, es preciso que ese impostor que duerme contigo y detenta el imperio de los persas, no se retire contento, sino que lleve su castigo. Ahora, pues, haz lo que te digo: cuando se acueste contigo y le veas bien dormido, tiéntale las orejas. Si ves que tiene orejas, haz cuenta que eres mujer de Esmerdis, hijo de Ciro, pero si no las tuviere, lo eres del mago Esmerdis”.

Revelado el engaño, Otanes reúne a Aspatines, Gobrias, Hidarnes, Intafrenes y Megabizo, a quienes finalmente se les une Darío y los convence de actuar de inmediato contra el mago sin orejas, claro, después de ver en el cielo a siete pares de halcones dando caza a dos pares de buitres, “arrancándoles las plumas y destrozándoles el cuerpo. Al verlos, los siete aprobaron todos la opinión de Darío, y marcharon a palacio animados por los agüeros (indica Heródoto).

Cuando llegan a palacio y enfrenta al mago, Darío es quien lo mata; más tarde los siete persas discuten cuál será la mejor forma de gobierno, Otanes propuso la democracia, pero Megabizo desestimó la propuesta argumentando que entregar el poder al pueblo no es la opinión más sabia: “Nada hay más necio ni más insolente que el vulgo inútil. De ningún modo puede tolerarse que, huyendo de la insolencia de un tirano, caigamos en la insolencia del pueblo desenfrenado, pues si aquél hace algo, a sabiendas lo hace, pero el vulgo ni siquiera es capaz de saber nada. ¿Y cómo podríamos saber nada, cuando ni ha aprendido nada bueno, ni de suyo lo ha visto y arremete precipitándose sin juicio contra las cosas, semejante a un río torrentoso?”; entre la democracia y la oligarquía, Darío propone la monarquía, su argumento definitivo fue “¿de dónde nos vino la libertad y quién nos la dio? ¿Fue acaso el pueblo, la oligarquía o un monarca? En suma, mi parecer es que libertados por un solo hombre mantengamos el mismo sistema y, fuera de esto, no alteremos las leyes de nuestros padres que sean juiciosas; no redundarían en nuestro provecho”.

Darío se convierte en monarca tras una treta digna del ingenioso Odiseo. Lo pensé así cuando acudí a Heródoto para saber quién era Darío, pues no encontré nada sobre ese capítulo de la historia en la enciclopedia en fascículos sobre mitología que era como mi guía a los nombres raros en aquel entonces.

 

San Rafael

Al primer Darío que conocí nunca le dije que había investigado su nombre para saber de dónde venía y así evitar la pregunta incómoda que solemos hacer en la infancia: ¿qué significa tu nombre, de dónde viene?, tampoco le conté que me había impresionado lo del mago sin orejas y que la destreza de Darío con la espada lo colocaba a la altura de Perseo, en ese entonces un héroe que ocupaba los primeros escalones de mi admiración, aunque siempre debajo de Odiseo, todos debajo del ingenioso varón.


No le dije al Darío que conocí en la primaria todo eso por muchas razones, pero la principal, porque Darío era un hombre de acción, alguien que precipitaba los hechos, que hacía ocurrir las cosas (sí, como el que cuenta Heródoto), no se detenía a la conversación pausada que en ese entonces (y ahora) requiere mi explicación acerca de cómo llego a las cosas, a lo que Darío Monsreal Saldaña empujaba era a salir al mundo, recorrerlo, actuar como si no hubiera fronteras, como si no hubiera mañana.

Hoy todavía no sé si mi percepción corresponde a la que otros tienen de Darío. Nunca tuvimos oportunidad de platicarlo, de saber si él se consideraba ese niño al que le debo haberme descubierto que el mundo iba más allá del patio en el que pasé los demasiados días de mi infancia.

En ese entonces asistía a un colegio en el que el reducido número de alumnos constreñía la convivencia a las horas de clase, así que la llegada de un niño que vivía a unas calles de mi casa me abrió el mundo. A Darío lo podía ver después de clases, él me enseñó el mundo contenido en todas las calles de la colonia San Rafael, recorrimos en bicicleta las cuatro fronteras de ese territorio, yendo a toda velocidad por Sullivan hasta el paso a desnivel del circuito interior, de ahí a un costado del cine Cosmos para girar a la derecha y esquivar al mundo de personajes que poblaban San Cosme, y luego por Insurgentes hasta llegar al edificio de departamentos donde yo vivía; pero si los recorridos en bicicleta eran excitantes, lo mejor era caminar a su lado.

No nos llamaba la atención la explanada del Monumento a la Madre o los laberintos del Jardín del Arte, sí en cambio pasar la tarde en el mercado de San Cosme o en las escaleras del teatro Jorge Negrete sólo para ver a quién de los actores de la ANDA reconocíamos o bien afuera del Cine Ópera comiendo una tortilla de harina recién hecha en La Tonina. Todas esas tardes que caminamos por Miguel Schultz, Serapio Rendón, Sadi Carnot, Guillermo Prieto, Gómez Farías o García Icazbalceta nunca fueron suficientemente agradecidas; la última vez que vi a Darío fue un encuentro fugaz en las calles de la Zona Rosa, él ya no era el niño de cabello claro, largo y de ojos saltones con el que aprendí que la vida estaba (también) en otra parte, que las lecturas se podían complementar con eternas conversaciones en las que no importaba el tema sino las ganas de compartir.

Rebasábamos los veinte cuando nos volvimos a encontrar, lo abracé con demasiadas ganas; coincidimos en el cambio de un bar a otro, ambos habíamos bebido lo suficiente como para no reclamar el habernos dejado de ver; intercambiamos números telefónicos con el juramento de llamarnos al día siguiente, de no perder contacto. El grupo de amigos con que cada uno iba reclamó nuestra presencia en la fiesta ambulante que éramos en ese entonces y nos despedimos con la certeza de que al día siguiente podríamos recorrer de nuevo la colonia San Rafael.

A Darío tengo todo un mundo que agradecerle, eso es lo que tenía planeado contarle la siguiente ocasión en que nos reuniéramos para una caminata. Aparte del descubrimiento de las calles de la colonia en que vivía, en su cuenta anotó con gratitud todas las veces que me invitó a su casa y me enseñó a ser niño: el juego de química con que logramos hacer una llama altísima que incendió instantáneamente el cielo raso de una recámara o el fusil de diábolos con que le disparábamos al puesto de tacos de la esquina… dicho así es nada o cruel, en mi memoria es infancia pura.

Pero todo eso Darío Monsreal no lo sabe; tampoco supo la forma en que marcó mi niñez y cómo su figura era un recuerdo constante, que es el protagonista de uno de los cuentos de un libro que escribí y hoy quisiera olvidar, por supuesto, que le debo haber recurrido a Heródoto para no tener que enviciar nuestra conversación con una pregunta que hoy todavía me parece incómoda.

De la última vez que nos encontramos, sé que quise explicar el abrazo fortísimo en que lo envolví. Hoy quiero pensar que lo abrazaba para poder comunicarle todas las deudas que tenía con él, por eso sé de la sinceridad en el juramento de buscarnos, ponernos al día, debe ser esa la razón por la que recuerdo que nuestra despedida aquella noche fue tan sencilla, estaba cargada de promesas. No nos volvimos a ver. Ya no volveremos a vernos, falleció.

A Darío Monsreal lo he extrañado siempre, ahora más, no le puedo desear que descanse en paz, mi memoria no se lo permitirá, siempre habrá una calle más que caminar. Un abrazo, donde ahora estés.

 


Show Full Content

About Author View Posts

Edilberto Aldán
Edilberto Aldán

Director editorial de La Jornada Aguascalientes
@aldan

Previous Asesores / Juego de abalorios
Next Adquiere el Gobierno del Estado los terrenos para ubicar Ciudad Justicia
Close

NEXT STORY

Close

Trabaja Ccapama en el desarrollo de una iniciativa a favor del ahorro de energía en plantas tratadoras de agua

15/06/2014
Close