Las grandes independencias de los siglos pasados prácticamente se basaron en guerras violentas con consecuencias sociales y económicas catastróficas para los países separatistas, sólo pensemos en la propia mexicana que prácticamente destruyó el sistema económico de la Nueva España y que provocó que nuestra industrialización tuviera que esperar prácticamente 100 años, eso sin contar los muertos y heridos. Por cierto, el cine mexicano sobre la independencia de México, sobre todo el de la conmemoración del bicentenario, ha sido muy malo, en especial la saga de Serrano Hidalgo: la historia jamás contada (2010) y Morelos (2012).
Pero las luchas independentistas han ido evolucionando, de la guerra y violencia parecen transitar a la resistencia civil (Gandhi en la India y Mandela en Sudáfrica) y en nuestra actualidad pareciera que se avanza hacia el principio de la libre determinación de los pueblos a través de las votaciones democráticas. Es cierto, aún hay mucha tiranía e imposiciones (el Tíbet tal vez sea el caso más emblemático) y los países que permiten votaciones para valorar la permanencia de regiones son los menos, sin embargo, el antecedente de Escocia (seguramente también el de Quebec en Canadá) y claro que la consulta Catalana convocada para el próximo noviembre, me parece que marcarán una tendencia mundial que cobrará fuerza.
Estos planteamientos secesionistas de varias naciones respecto a sus estados comienzan a minar la idea del “federalismo indisoluble” que permea especialmente en los Estados Unidos de Norteamérica y que, por ende, trasciende a nuestro sistema jurídico mexicano. Pero nuestro caso es más sui géneris, pues esta indisolubilidad considero que está aún más fortalecida con un neo-centralismo que vivimos en este sexenio impulsado por todos los partidos políticos, recordemos que cada fuerza política ha impulsado en los temas que les interesan su personal “ley general”, de tal suerte que la federación controla aún más a los estados, mina la fuerza que habían obtenido cuando el presidencialismo se debilitó en la transición.
El año pasado, aprovechando la invitación para exponer en un coloquio de la Universidad de Valencia, además de esta bella ciudad pude visitar Barcelona y Madrid, estar en ambas ciudades permite contrastar que su diferencia, simbólicamente bien representada en el juego por la rivalidad Barça vs. Real Madrid, va más allá y se centra en una nacionalidad histórica que no sólo se distingue en el idioma, las costumbres, los alimentos, sobre todo se puede palpar en los ciudadanos comunes cuando en los cientos de edificios multihabitacionales del puerto mediterráneo se pueden ver colgando banderas de Catalunya como símbolo de su deseo separatista.
Y es que en Catalunya la conciencia de su nacionalidad es cosa seria, por ejemplo, la productora catalana y proseparatista Isona Passola se propuso hacer un documental llamado L’endemà, dedicado a fortalecer los argumentos de independencia de esta región autónoma española; para obtener recursos solicitó a los ciudadanos su apoyo, además de empresarios y el propio gobierno, cerca de ocho mil personas aportaron recursos, lo que demuestra lo importante que para ese pueblo resulta su separación. Esta misma productora ya había dirigido en 2009 otro documental del estilo llamado Cataluña-Espanya.
El problema jurídico en España es diverso que en Inglaterra, mientras que en el Reino Unido se ha permitido consultar la permanencia de varios territorios como la llevada a cabo esta semana en Escocia (Islas Malvinas y Gibraltar son también significativas) lo que supongo deriva de un sistema constitucional flexible; la constitución rígida en España que no contempla la posibilidad de una consulta de esta naturaleza la hace imposible jurídicamente. La Generalitat combativamente encabezada por Artur Mas, impulsa decididamente una consulta y el gobierno central español ya ha interpuesto recursos judiciales en el Tribunal Constitucional que ha fallado reiteradamente a favor de este último, provocando que el gobierno catalán amague incluso con la insumisión al constitucional.
Estamos en presencia de retomar el concepto de soberanía en su sentido más clásico, si algunos teóricos del derecho y la política consideraban que la misma se veía debilitada en la globalización, me parece que en realidad se consolida regionalmente. La larga lucha que ha emprendido Catalunya sólo es el principio del camino que seguirán varias nacionalidades no sólo en Europa, sino en el resto del mundo.
El principio de libre determinación de los pueblos, basado en esta clásica idea de la soberanía popular, parece que toma nuevos bríos, más aún se enfrenta a nuevas interpretaciones jurídicas, la decisión del tribunal constitucional español en relación a la consulta de Catalunya y lo que ésta haga si el tribunal ordena no llevarla a cabo, marcarán un interesante precedente en el mundo.