Por: Fernando Herrera
El pueblo mexicano se ha caracterizado históricamente por ser solidario, por su sentido humanitario, por su entrega cuando se trata de “jalar parejo” con los hermanos en desgracia, dentro y fuera de nuestras fronteras, de ahí que el reciente anuncio de Enrique Peña Nieto ante la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), de que nuestro país se reintegrará con el apoyo de ingenieros, observadores políticos, asesores electorales, así como especialistas en materia de salud y derechos humanos a las fuerzas de paz, conocidas también como cascos azules, no resulte una sorpresa.
Tampoco es sorpresa que lo hiciera en un foro internacional como es su costumbre, con la intención de mostrar a México como una nación tan resuelta en todas las esferas, que goza de las condiciones para extender bonanza y apoyo a otros países en crisis o en medio de conflictos que no solamente han arrebatado la tranquilidad a su población, sino además viven en condiciones de riesgo y amenaza… no como en México, se supondría.
Resulta verdaderamente inquietante que no exista la misma presteza para dirigir e instrumentar acciones de paz emergentes en aquellos lugares de nuestra nación en los que hoy por hoy arde la violencia, donde se ha perdido la estabilidad y que se han tornado en pueblos sitiados, con un ambiente desolador, de incertidumbre y muerte a la orden del día.
Los recientes hechos sangrientos multitudinarios en Tlatlaya, Estado de México y en Iguala, Guerrero, no deberían ser motivo de lamentaciones protocolarias e investigaciones sosas, se trata de claros ejemplos de que por más que se quiera crear el efecto de que todo está bajo control ante la opinión pública, nuestro país vive una situación de inseguridad que ya no puede esperar para su atención.
Según el Sistema Nacional de Seguridad Pública, el Estado de México es la entidad con el mayor registro de muertes violentas -entidad que fue gobernada por el hoy presidente de la República en el sexenio anterior-, seguida por Guerrero, Chihuahua, Michoacán, Tamaulipas y Sinaloa, comúnmente llamados hoy “plazas” en referencia con la ocupación y actividad del crimen organizado.
Por esto, a pesar de que México ha participado en otras ocasiones en las fuerzas de paz, cuya finalidad es sumarse al apoyo para superar conflictos con asistencia humanitaria y acciones que contribuyan a la seguridad, es inevitable cuestionar la falta de acciones ante un panorama tan preocupante para los connacionales.
Por otro lado, igual de inquietante resulta que según el Departamento de Estado norteamericano, México forma parte de la lista de 62 países que integran la coalición para combatir a los yihadistas del Estado Islámico, conocida como ISIS, dentro del grupo de “países de soporte”, donde llama la atención el hecho de ser la única nación latinoamericana en este bloque de apoyo a Irak y Siria, aunque en el documento no se especifica el compromiso ni el rol en este conflicto internacional. Inevitable es también la necesidad de cuestionar ¿cuánto más durará la obscuridad de la casa?
*Senador de la República por Aguascalientes, vicecoordinador del GPPAN. Sus bases formativas son la Contaduría Pública y el Derecho, desde donde ha ejercido apasionadamente el servicio público, la política y la representación social como férreo militante de Acción Nacional.
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