Berlín, Alemania. 1 de septiembre de 2014. Enfundada en un coordinado color coral, la canciller Angela Merkel se dirige, con su típica voz monocorde, a los miembros del Bundestag respecto a la necesidad de enviar equipo bélico a los kurdos que combaten el avance de los fanáticos del Estado Islámico en Irak: “No hay conflicto en el mundo que se solucione solamente por la vía militar, pero hay situaciones en las que sólo los medios militares ayudan para conseguir una solución política”.
De esta manera, y a pesar de la impopularidad de la medida, Alemania rompe con un precepto establecido al final de la Segunda Guerra Mundial: suministrar armas a un bando beligerante.
La escena arriba descrita sirve como prefacio al presente artículo, el cual pretende demostrar cómo las iniciativas diplomáticas emanadas desde la capital germana, Berlín, son primordiales en distintas partes del orbe.
Con el objetivo de conocer de primera mano el creciente interés de las empresas alemanas, en particular las pertenecientes al sector automotriz, por invertir en la región Centro-Occidente de nuestro país, el ministro de Asuntos Exteriores, Frank-Walter Steinmeier, visitó México, a mediados de julio próximo pasado. Durante su estadía, el diplomático germano acordó con el presidente Enrique Peña Nieto y su canciller, José Antonio Meade Kuribreña, el establecimiento de una comisión binacional para forjar vínculos, todavía más estrechos, entre los dos países.
Es menester resaltar que el interés teutón no sólo se reduce al aspecto comercial, ya que los derechos humanos, la educación y la cultura, también figuraron en la agenda. Muestra de ello es la visita que hiciera Steinmeier a la ciudad de Guanajuato, donde asombrado por su arquitectura colonial dijo que era el lugar indicado para estar pues: “Nuestro futuro común está en juego aquí”.
Otra región del orbe, donde la influencia de Alemania dejó su impronta fue España. El 25 de agosto pasado, en la capital de Galicia, Santiago de Compostela, la canciller germana, Angela Merkel, dio un empuje político al mandatario Mariano Rajoy, el cual consistió en defender las políticas de austeridad implementadas por el gobierno conservador y en apostar por la unidad del país ibérico, ante la inminencia del referéndum sobre Cataluña.
Tres días después, Frank-Walter Steinmeier fungió como anfitrión de los ministros de Relaciones Exteriores de ocho países de los Balcanes (Albania, Bosnia-Herzegovina, Croacia, Eslovenia, Kosovo, Macedonia, Montenegro y Serbia). El tema central de la reunión giró, principalmente, en torno a la futura integración de las naciones invitadas a la Unión Europea. Sin embargo, la situación en Ucrania y las relaciones con Rusia también fueron abordadas.
Es precisamente la crisis en Ucrania, donde Alemania ha empleado la mayor parte de sus energías: los meses de junio, julio y agosto certificaron el ir y venir de la dupla formada por Merkel y Steinmeier entre varias ciudades europeas (San Petersburgo, Bruselas, Luxemburgo y Kiev), con el objetivo de lograr una solución política al avispero ucraniano.
Angela Merkel ha enfatizado en repetida ocasiones que “una solución debe ser encontrada en Ucrania que no lastime a Rusia”. Es decir, debe “haber diálogo. Sólo puede existir una solución política. No puede haber una solución militar”
Sin embargo, Mutti Merkel, al igual que el mítico Odiseo en su camino a Ítaca, ha encontrado dos obstáculos: la Escila conformada por el presidente ruso, Vladimir Putin, quien enfurecido por las derrotas de los rebeldes pro-rusos y las sanciones económicas contra su país, decidió intervenir de manera encubierta en la guerra civil en Ucrania, con el resultado de que los leales a Kiev se encuentran en retirada en el frente de batalla.
El zar global, envalentonado, expresó que era “mejor no meterse con nosotros”, pues Rusia “es una de las potencias atómicas más poderosas”. Además, advirtió, según el diario italiano La Reppublica, al presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, que “si quisiera, podría tomar Kiev en dos semanas”.
La confianza del líder moscovita fue reforzada por un reporte de la agencia calificadora Moody’s, el cual dice que los acuerdos energéticos con China fortalecerán a las compañías gaseras y petroleras de Rusia y reducirán su dependencia del mercado europeo.
El otro impedimento es la Caribdis formada por el mandatario ucraniano, Petró Poroshenko, el Rey del Chocolate, quien mal asesorado por uno de los peores equipos en la historia de la diplomacia estadounidense y dependiente políticamente del Partido Svoboda -una agrupación ultra-nacionalista, anti-semita y rusófoba- ha mostrado una obcecación malsana, al negarse a buscar una salida negociada al conflicto.
Lo anterior ha llevado a reconocidos observadores internacionales como son el brasileño Pepe Escobar y el mexicano Alfredo Jalife-Rahme a preguntarse si el verdadero objetivo de Washington es impedir el “nuevo eje del futuro -Beijing, Moscú y Berlín”.
Lo arriba comentado, muestra que Berlín es el fulcro de la diplomacia del siglo XXI, con iniciativas en diversos lugares del planeta, pero con un reto principal: Evitar una nueva Guerra Fría en Europa, algo que podría decidirse en los días venideros.
Aide-Mémoire.- Rick Perry, además de mexicanófobo, rajón.