En el amor idílico, el sentimiento de posesión y el ego son elementos que en diversas ocasiones justifican agresiones, lo cual somete a los partícipes de la relación, e incluso a sus familiares, a círculos de violencia-perdón. ¿Será cierto que la costumbre es más fuerte que el amor?, o ¿sólo se trata de algo menos sublimado que las emociones socializadas?
En días anteriores se dio a conocer la violencia que experimentaron Janay Palmer y su esposo, Ray Rice, ahora exjugador de la NFL; esto tras la publicación de un video donde discuten y al entrar a un elevador Rice la noquea y arrastra para salir del ascensor. Si bien, se observa en el video que Palmer también agrede a su pareja, la violencia es explícita. Tras ello, se emitieron diferentes declaraciones por parte de la mujer en la que solicita privacidad, que la decisión de suspender a Rice fue injusta y que el caso mediático era sólo un asunto de pareja.
En México también se dio el caso de Dore Hijar y su esposo Pedro Ferriz, quienes se vieron envueltos en una crisis de imagen pública al darse a conocer una relación extramarital del comunicador; ante lo cual, ambos manifestaron públicamente sus discursos. A través de los mismos, Ferriz acepta el hecho, plantea estar arrepentido y emplea referencias religiosas como el pecado y la expiación de culpas; por su parte, Dore Hijar pasa del discurso del amor romántico y eterno para llegar al de la posesión.
En ambas situaciones, estos problemas de pareja son sometidos a la “opinión pública” debido a las actividades de sus integrantes; sin embargo, sí es necesario analizar las formas en que se dieron a conocer los sucesos, en especial los juicios que múltiples medios de comunicación pudieron haber emitido, ya que más allá de visibilizar la violencia como forma de denuncia, también se requieren prever elementos que eviten la revictimización y la promoción del odio.
Aunque estos casos son de personajes públicos, muestran un poco las situaciones a las que algunas mujeres se enfrentan: la violencia física y la traición a los acuerdos entre pareja; en especial las posibles justificaciones que se pueden dar ante estas colisiones, como el sentimiento de posesión y posible pérdida del cuerpo/persona que se ha ganado.
Si bien, Rice claramente ejerció una acción violenta que debe ser sancionada y Palmer puede ser reducida a sólo una mujer sumisa que ha legitimado las agresiones en su contra, en estos elementos se encuentra el trabajo más difícil para reenforzar a las mujeres en situaciones de violencia: el analizar cuáles son los pensamientos y sentimientos que no permiten que una mujer decida separarse de una situación problemática que atenta contra su vida. Podemos pensar en que la comodidad económica es uno de los factores casi totalmente determinantes, así como el preocuparse de que los hijos (en caso de existir) reprochen la disolución de la familia, pero existen otros más emocionales que por lo general no son considerados ni por grupos activistas y mucho menos por quienes están involucrados en los sistemas de justicia.
Hace días supe de las circunstancias de una mujer a la cual conozco de vista, quien sufre violencia de forma frecuente, amenazas de muerte, persecución y de venganza por medio de los hijos; además de que la pareja está involucrada en prácticas delictivas. Ante ello, la primera idea que surge es el impulsarla a realizar una denuncia formal, sin embargo, el contexto en el cual se desarrolla no le permite observar en las instituciones de seguridad pública algún tipo de respaldo ante represalias; en el caso de los refugios, se ha enfrentado a una precarización económica así como a la negación de los hijos a ir con ella, por lo que ha retornado múltiples veces a la casa de su mal-estar. Debido a esto, sus familiares y amistades han decidido dejar de insistir en la separación, esperar algún tipo de suicidio o asesinato. A pesar de que es difícil lidiar con personalidades que parecen inflexibles, lo cierto es que se requiere de la atención de instancias y profesionistas con experiencia en casos de violencia de pareja; pues se suelen omitir factores emocionales.
Debido a esto, es necesario que se le dé visibilidad a la violencia, siempre cuidando de no generar apología, y no sólo los sucesos detonantes de las agresiones, sino también informando de los casos de personas que han logrado recobrar su autonomía y libertad emocional, para así evidenciar historias que podrían impulsar a otros y a otras a los cambios. Por otra parte, quienes conocemos o se nos informa de situaciones de violencia debemos reconocer nuestra responsabilidad como parte de una sociedad, de una colectividad interdependiente para subsistir; y no me refiero a poner en riesgo nuestra vida y tranquilidad de nuestra familia, sino que podemos informarnos e informar de procesos y mecanismos de denuncia, atención y alternativas para impulsar a que una víctima de violencia decida iniciar un arduo y complejo proceso de emancipación integral. Y siempre, siempre insistir, pues la pérdida de la vida de una persona es tan dañina para la comunidad como la pérdida de la libertad de cualquiera.
Twitter: @m_acevez