Woodstock: tres días de música, paz y amor / El banquete de los pordioseros - LJA Aguascalientes
21/11/2024

“…Lo que se ha mostrado aquí es que medio millón de críos, y los llamo críos porque tengo hijos mayores que ustedes, medio millón de jóvenes se reunieron por tres días para escuchar música y divertirse, y eso es lo que hicieron ¡Que Dios los bendiga por ello!”

Estas son las palabras con las que Max Yasgur saludó a la audiencia reunida en su predio en Woodstock, en el estado de Nueva York. Él era el dueño de esos campos junto a un lago, justamente en donde se fundó lo que hoy conocemos como “La Nación de Woodstock”, y ese pequeño pero emotivo discurso de un granjero que difícilmente, a decir del propio Max Yasgur, podía dirigirse a veinte personas reunidas, es lo que hoy se recuerda como “la Bendición de Max Yasgur” (The Max Yasgur’s Benediction ).

No sabemos con exactitud cuánta gente se reunió en los terrenos de este granjero del estado de Nueva York los días 15, 16, 17 y se extendió hasta la mañana del lunes 18 de Agosto de 1969 para celebrar el gran acontecimiento de la música, pero para redondear la cantidad, se ha aceptado el número de 500 mil personas, suficiente para poblar generosamente una ciudad de tamaño medio: seguramente fueron más, no me extrañaría, es fácil entender que resulta imposible señalar una cantidad confiable. Muchos jóvenes no pagaron los 18 dólares que costaba el boleto por los tres días, las bardas perimetrales dispuestas no se dieron abasto para contener a la multitud que congestionó como nunca las carreteras de la costa noreste de los Estados Unidos, no sólo del estado de Nueva York, sino de toda la región, con todo, se calcula que 250 mil personas no pudieron llegar. Muchos de los asistentes estaban sorprendidos ante tal multitud: “es la segunda ciudad más poblada de Nueva York”, dijo alguien, y Janis Joplin asombrada, reía nerviosamente: “no sé si podré hacerlo, es demasiada gente”. Al parecer, ella fue llevada en helicóptero así que captó con toda claridad el panorama general y sin duda se impresionó, pero cuando subió al escenario y se puso a cantar canciones como “Work me Lord” mientras golpeaba la tarima con sus pies desnudos ese nerviosismo mutó en incontenible emoción expresada sensiblemente en esos blues que desgarraron sensiblemente el tibio viento del verano neoyorkino.

Cierto, fueron muchas las ausencias de varias de las luminarias del rock en el Festival de Woodstock, quizás la más lamentable fue la de Bob Dylan que estaba ahí, muy cerca de los hechos recuperándose de su accidente automovilístico, pero no aceptó la invitación, firmó, sin embargo, un contrato para presentarse en el Festival de la Isla de White al sur de Inglaterra. Los Doors tampoco se presentaron por los problemas legales que Morrison provocó después de su legendario concierto en Miami. Led Zeppelin prefirió continuar su gira de verano por los Estados Unidos y Los Beatles no estaban interesados en seguir dando conciertos, además, su ruptura definitiva estaba ya a la vuelta de la esquina, sin contar con el hecho de que, al parecer, Richard Nixon no quería a Lennon en suelo estadounidense. Otros que lamentablemente declinaron la invitación fueron King Crimson, Moody Blues, Tommy James & los Shondells y The Byrds.

Es evidente que Woodstock trasciende por mucho los límites que establecen los criterios musicales. Woodstock fue en aquel verano del ’69 (summer of ’69 parafraseando a Brian Adams en una canción de su álbum “Reckless de 1984”) todo un acontecimiento social, político, ideológico, cultural, psicológico. No fue solamente la reunión de medio millón de jóvenes que estaban ahí para escuchar música sin mayor trascendencia que simplemente pasarla bien. No, imposible entender a Woodstock así, no es posible reunir a medio millón de jóvenes en total armonía, equilibrio y en paz y que este asunto pase desapercibido. Por eso, volviendo al discurso de bienvenida de Mr. Max Yasgur, “…lo que se ha mostrado aquí es que medio millón de críos, y los llamo críos porque tengo hijos mayores que ustedes, medio millón de jóvenes se reunieron por tres días para escuchar música y divertirse, y eso es lo que hicieron ¡Que Dios los bendiga por ello!”. Estas palabras de Yasgur cobran importancia si consideramos el hecho de que al mismo tiempo que ese medio millón de greñudos desarrapados que se bañaban todos juntos desnudos en el lago cercano, otros jóvenes disciplinados, con el cabello perfectamente recortado, con las botas recién lustradas, eran enviados a Vietnam a matar a personas que jamás en su vida habían visto, a defender una causa que no era de ellos, una causa ajena pero que los avispados políticos les vendieron con un discurso aderezado, y estos jóvenes sumisos lo compararon, finalmente no había muchas opciones.

“Siempre hay un poco de cielo en un desastre nacional”, dijo algún orador desde el escenario, sin duda, el desastre nacional era la intervención armada de los Estados Unidos en Vietnam, y al hablar de ese poco de cielo, sin duda se refería a la nación de Woodstock.

Vietnam olía a pólvora, a sangre, a muerte, se escuchaban gritos desesperados de dolor. En Woodstock los jóvenes compartían la cobija para que nadie pasara frío y lo que se escuchaba, entre otras cosas, era la Fender Stratocaster de Jimi Hendrix entonando los primeros acordes de Neblina Morada: “Purple Haze all in my brain, lately things just don´t seem the same, actin’ funny, but I don’t know why, excuse me while I kiss the sky”.

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