Con motivo del Segundo Informe de Gobierno que presenta el presidente de la república, Enrique Peña, podemos observar, entre muchos aspectos tan importantes como interesantes, el que representó la posibilidad de llevar a cabo reformas constitucionales fundamentales; es claro que estas reformas estructurales debieron haberse efectuado desde hace ya muchos años, en otras varias administraciones de gobiernos de la república, y que fue hasta ahora cuando sí se llevaron a cabo.
La pregunta que procede en la reflexión es, ¿por qué fue posible que se realizaran ahora, y no antes?, y ¿cómo fue que se pudieron lograr? Las respuestas son complejas y complicadas, y requieren tomarse en cuenta muchos elementos políticos presentes. De ahí que es útil recoger varias respuestas, con las que se puede plantear un espacio interpretativo amplio, en el que estén presentes las muchas opiniones de actores, que hemos conocido en las últimas semanas.
De un lado, y como punto inicial, está el planteamiento del presidente Enrique Peña, quien señala que gracias al Pacto por México, los partidos políticos y el ejecutivo federal, pudieron iniciar el camino legislativo de las reformas, con los resultados ya conocidos. Esta posición está acompañada por algunos actores políticos, incluidos líderes de oposición, quienes conceden que el liderazgo del presidente hizo posible la inclusión de propuestas distintas, de tal manera que, las iniciativas se modificaron y enriquecieron, lográndose votaciones aprobatorias de consenso.
En el otro lado están las disidencias al interior de los partidos políticos de oposición, participantes en el Pacto por México; los extremos se dieron cuando el PAN y el PRD se opusieron el primero a la reforma hacendaria, particularmente en el esquema tributario, y, el segundo a la reforma energética, prácticamente, en todos sus términos.
El debate de las reformas estructurales aumentó su nivel con la publicación de la entrevista que el periódico El Universal (25 agosto) le hizo al presidente Felipe Calderón, quien, de manera resumida, señaló que en su administración, PRI y PRD cobraban caro las reformas; pedían mucho a cambio, una gran cantidad de recursos para los gobiernos locales, y requerimientos que eran muy difíciles de conceder. Además, el presidente nacional del PAN, ha mencionado que el PRI frenó las reformas de Calderón, lo que se conjuntó con el no reconocimiento y, por lo tanto, la no colaboración del PRD con la administración pasada (es hasta octubre de 2012 que el jefe de gobierno de la Ciudad de México, acepta reunirse con el presidente de la república para la inauguración de la Línea 12 del Metro).
De un lado y otro, conocemos las respuestas: el secretario de gobernación dio a entender que Calderón no hizo política, que no le dio seguimiento con los legisladores a las iniciativas de reforma; el presidente nacional del PRI dijo que hubo poca destreza antes de 2012, y que la alternancia no fue alternativa, porque de un gobierno dividido se pasó a un gobierno detenido; a las respuestas se sumó el coordinador de los diputados federales priistas, quien volvió al estribillo de que las reformas que planteó Calderón no tuvieron visión; la respuesta del presidente nacional del PRD fue más simple, al decir que Calderón culpa a opositores de sus fracasos.
Es oportuno recordar la exhibición que hizo el diputado federal coordinador de la bancada de Movimiento Ciudadano, cuando mencionó que, sin motivo ni justificación, las bancadas legislativas recibieron recursos financieros llamados subvenciones extraordinarias, referidas, según el diputado, como pago por las grandes reformas que aprobó el congreso (no obstante que otros legisladores negaron el motivo aducido, mas no la cantidad de dinero recibida).
Estamos, pues, ante un panorama de uso y ejercicio de poder político; qué partido político logra resultados en el gobierno, ya sea en el ejecutivo o en el legislativo. Un punto que está, innegablemente, a la vista, es que el PRI, con el gobierno de Peña, logró que los partidos de oposición aprobaran las reformas estructurales, ciertamente, como dice el secretario de gobernación, en un marco de estabilidad y gobernabilidad (LJ, 28 agosto), “en menos de dos años se llevó a cabo lo que no se había logrado en más de dos décadas”. Recordemos también la frecuente afirmación que solían hacer los priistas, de que las grandes reformas ellos las harían cuando regresaran a la presidencia de la república.
Es claro, por lo tanto, que en el recuento de poderes políticos de los partidos, el PRI tiene gran poder; lo utilizó para obstruir las reformas en los periodos en que no fue gobierno, y lo usó ahora para lograr los cambios fundamentales. Ese poder se observó también, a través de sus gobernadores, para dejar crecer el grave problema de la violencia de la delincuencia organizada, particularmente las ejecuciones de personas, y ahora lo usa para controlarla.
Una última pregunta, para finalizar, es ¿cómo usarán los partidos políticos el poder que tienen -mucho o poco-, para coadyuvar con el gobierno en la buena marcha del desarrollo del país? La coyuntura política actual, permitió que el PRI se convirtiera en bisagra con el PAN y con el PRD, para los acuerdos fundamentales, como, efectivamente, no sucedió antes. Esta coyuntura, por supuesto, fue aprovechada por el PRI, que, con objetivos, método y estrategia, logró la construcción de los espacios de coincidencia.
Considero que lo que vivimos en la política, no es porque el PRI haya dejado de ser lo que ha sido siempre, ya que los ejemplos no faltan, sino por astucia; lo que está a la vista es que su estrategia se ha basado, en gran parte, en que sean los panistas y los de izquierda, los que den la cara para muchas cosas delicadas, incluidos los desatinos políticos de unos y de otros. Un reto para el PRI y su gobierno, serán los próximos desempeños de los liderazgos perredistas, tanto en la cámara de diputados como en la de senadores.