Estimado lector, nos encontramos en estos momentos en un punto de inflexión muy importante. Por un lado, tenemos a la presidencia de la República presumiendo que por fin después de mucho trabajo y muchos años de oposición, se haya podido hacer un pacto (como el que en su momento Fox quiso hacer pero no pudo) que llevara a cabo todas las reformas estructurales que el gobierno deseaba hacer.
¿Necesarias las reformas? Sí. ¿Así como se aprobaron? Quién sabe, como todo, puede ser perfectible y tener mejores formas de realizarse y aplicarse.
¿Qué sigue?
Las reformas, sobre todo la energética y la de telecomunicaciones, han sido aceleradas de forma importante, para hacer las licitaciones necesarias en ambos casos y eso significa invariablemente más recursos para el erario, tan importantes para el partido en el poder, ya que el año 2015 son elecciones intermedias, y aun cuando ya pasaron casi todas las reformas, falta la reforma de seguridad universal, donde el gobierno, por un lado, desea hacer un solo organismo de seguridad y, por otro lado, debilitar como lo ha hecho el poderoso sindicato de salud. Entonces veremos cómo fluirán recursos el año que entra en toda la República de forma importante.
Por nuestra parte, ahora que ya se acabaron los pretextos, hay que empezar a exigir, de manera firme pero oportuna, que se cumpla lo prometido y que el progreso llegue a toda la sociedad. ¿Cómo comprender que una ciudad de Aguascalientes haya tenido en dos años reparación de las mismas vialidades por SEIS veces, en todas ellas haciendo un trabajo mayúsculo, no sólo una reparación menor?
Lo malo de todo esto, estimado lector, es que si grito yo, o gritas tú, muy probablemente no nos oigan, o si lo hacen, harán oídos sordos. Y los que nos representan, de cualquier partido, dan unos espectáculos que son bárbaros. Baste ver la megafiesta-bacanal que se organizó en Vallarta con los diputados del PAN y unas “chicas buena onda” de muy buen ver y mejor tocar. La verdad es que eso entra en el ámbito privado de esos diputados, y si se acuestan con veinte mil mujeres es problema de ellos y sus parejas “legales”. El problema radica, desde mi punto de vista, no en que hayan hecho eso o no, sino en que el discurso conservador, en donde ellos dicen que son los paladines y defensores de las buenas costumbres y enemigos de la prostitución encubierta. Eso es ser incongruente, los demás, de menos son congruentes, sabemos que son capaces de ello, lo presumen y no podemos decir que no sabíamos (aunque también eso es incorrecto, al ser cínicos), pero prefiero mil veces a ese tipo de persona que a los mustios.
Lo que le falta al país y a la sociedad en su conjunto es a los Héroes, los ejemplos a seguir, aquellos que tienen la suficiente calidad moral, el prestigio, para ser oídos, entendidos y seguidos. Porfirio Díaz, el dictador y tantas veces vilipendiado como el peor presidente de la República (cosa de risa, baste ver lo que hemos tenido últimamente como para ver que no fue así), sabía que la sociedad mexicana estaba fracturada, que las guerras civiles y extranjeras habían hecho mella en el famoso “orgullo” mexicano, y que muchos preferían vivir en otros países donde existía progreso en lugar de México. Antes de volver la cara al progreso, Díaz creo junto con su gabinete el “Santoral” político mexicano, en donde el “Santo mayor” fue dado a su mayor enemigo político, una persona que el mismo Díaz odiaba pero que sabía que era el que aglutinaba a la mayor cantidad de mexicanos, Benito Juárez, al cual ensalzó dándole el mejor espacio de la entonces Alameda Central, el lugar de reunión en México de la “gente bien” y vengándose dándole una imagen derrotada a Juárez. Nos dio a Hidalgo, Zaragoza, Morelos, y el mismo Díaz. Hizo las fiestas nacionales aquellas donde se conmemoraban justas “heroicas” y donde, cuales héroes mitológicos, nuestros políticos salían delante de sus vicisitudes y con la ayuda de la Democracia algunos (que la ensalza en la Columna de la Independencia), otros por el poder divino otorgado en su sacerdocio (Hidalgo, Morelos, y otros más) nos da una identidad. En las exposiciones universales, los pabellones de México daban cuenta de esas historias heroicas. Al paso del tiempo, la estafeta fue pasada al Doctor, al Profesor, al Sacerdote, al Presidente Municipal, y ahora, estamos vacíos de héroes, no existen, no hay ejemplos a seguir. Los que llegaron al poder con carisma (léase Fox y compañía, ya que muchos de los electos en esos años fueron electos por carisma) terminaron siendo odiados o bien ignorados por su actuar incongruente.
Se necesita un héroe…. ¿quién dice yo?
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