Hace un par de semanas caminaba de norte a sur por la calle San Julián, en la colonia Fátima. Era domingo por la mañana y las calles estaban vacías. Casi en cada esquina hay un tope. A la mitad de uno de ellos, de pie y llorando estaba una niña de más o menos dos años de edad. Arrastraba dos cobijas, una en cada mano, vestía pañal y blusa, no traía zapatos ni calcetines, y gritaba una y otra vez: “mamá, papá, tía”. En sentido contrario al que yo llevaba, venía un señor. Llegamos al mismo tiempo y, por supuesto, nos detuvimos. La niña estaba completamente sola y de verdad tristísima. El señor y yo nos acercamos, le preguntamos su nombre, si por ahí estaba su mamá, si estaba bien. Ella no podía hablar, apenas articulaba las tres palabras a las que se aferraba. Decidimos esperar y ayudarla, no había nadie más.
Entonces salió una señora de una casa cercana, cargó a la niña, la cobijó e hizo las mismas preguntas. Nos comentó que hacía unos diez minutos que la escuchaba llorar y que ya le había parecido demasiado. Ahí estábamos los tres, intentando salvar a la pequeña. Unos minutos después salió el esposo de la señora. Éramos ya cuatro los convocados. Especulamos: la habían abandonado, era víctima de maltrato, se había perdido, padres sin corazón, el peligro, y si pasaba un carro, era tan pequeña, a mitad de la calle, qué bueno que la vimos, ¿y la tía?, ¿por qué mencionaba a la tía? Y lo que más nos preocupaba, llevábamos ya casi cuarenta minutos ahí, y no se escuchaba a ninguna madre frenética buscando a su hija. Al final optamos por lo sensato, hablamos a la policía.
Justo al terminar la llamada, de una bodega de la esquina salió una pareja. Les preguntamos si era de ellos la niña. No era suya pero sabían quién era el papá, sabían que vivía cerca y sabían que la tía de la niña acostumbraba vender comida justo en esa esquina. La chica fue a buscar al padre. Todos resolvimos esperar y no entregar a la niña hasta que hubiera llegado también la policía -finalmente, el papá tenía casi una hora sin saber nada de su hija y no parecía que la estuviera buscando-.
La niña estaba asustada, pero más tranquila que al principio, no lloraba más, sólo nos miraba con los ojos enormes. Diez o quince minutos después llegó la chica de la bodega con el papá. Él se veía preocupado y la niña lo recibió emocionada -no parecía un mal hombre-. Nos explicó que su hija había dormido con la tía; al parecer ésta se había levantado temprano para ir a hacer unas compras; probablemente cuando la niña despertó se asustó y fue a buscar a su tía donde sabía que la encontraría, la esquina en que ponía su puesto de comida. De cualquier modo, no lo dejamos ir, le explicamos que la policía venía en camino, y aceptó quedarse.
Llegó entonces un policía, se bajó de la patrulla, saludó amablemente y pidió explicaciones. De verdad el tipo se portó con absoluta corrección y nos explicó lo que debía ocurrir: habría que esperar a su compañera, pues en situaciones como ésta siempre se enviaba a una oficial a hacerse cargo de los niños. Llegó la policía, se bajó, también se portó amabilísima y, una vez que conoció los detalles y las explicaciones del papá, le pidió su identificación, anotó nombre y le advirtió que el procedimiento implicaba que ella debería llevarse a la niña y que tanto él como la mamá tenían que acudir a unas pláticas, pues lo que había pasado era grave; sin embargo, comprobó que la niña no sufría maltrato y le dijo que por esa ocasión lo dejaría ir, pero que tenían sus datos y que más valía que no volviera a ocurrir algo similar. Al final, el señor, la señora y su esposo, la pareja de la bodega, los dos oficiales y yo quedamos conformes. La niña todavía estaba azorada, pero se veía feliz en brazos de su papá.
Esto que cuento realmente ocurrió, y me gustaría, para terminar, destacar algunos detalles que me han dado vueltas desde entonces por la mente. Cuando vi a la niña, sentí una profunda necesidad de ayudarla, de verdad la escena era conmovedora y ella estaba absolutamente indefensa. Supongo que el señor que llegó al mismo tiempo sintió algo similar; a tal grado que ninguno de los dos estuvo dispuesto a irse. Más específicamente, ninguno de los dos estuvo dispuesto a que un señor solo se quedara al cargo de una niña vulnerable. Es más, ni siquiera la cargamos; por supuesto nos pusimos cerca de ella y buscamos protegerla lo mejor posible. Cuando llegó la señora y la cargó de manera maternal, estoy seguro de que los dos nos relajamos, había una mujer ahí y eso llenaba de seguridad el ambiente. Y ninguno se fue. La señora no iba a decirnos: ah, bien, ya hay dos personas aquí al cargo, me voy tranquila; yo no iba a dejar a la señora con la niña acompañadas por un desconocido, y el desconocido, imagino, pensó lo mismo de mí -también yo era un desconocido-. Al final, cuando ya estaba todo por resolverse, fue evidente que a todos nos pareció que la decisión de las autoridades de que fuera siempre una mujer quien se hiciera cargo de los niños, y no un policía hombre solo, era atinada.
No puedo compartir las posturas antifeministas que intentan hacernos víctimas a los hombres de incomprensión o de juicios injustos. Quizá las reflexiones basadas en lógica contundente y los discursos agudos de caballeros “ofendidos” tengan sus bases; pero ante una situación real, el peso de la historia es enorme, la losa gigante de lo que, como género, el hombre ha hecho, es insoportable; tanto que incluso cuando todo indica que los hombres presentes son confiables y buscan sinceramente ayudar, no podemos dejar de sentir que lo mejor sería que hubiera mujeres cerca. Y aunque por unos pagamos todos, lo cierto es que va siendo hora de que también los hombres, todos, nos tomemos en serio la tarea de dejar de ser, o parecer, una amenaza; es momento de que busquemos generar confianza en los demás, y de que hagamos de este mundo un lugar amable para niños, para niñas, para mujeres y para nosotros mismos.
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Excelente como siempre, saludos
Dice una parte del texto: “…ninguno de los dos estuvo dispuesto a que un señor solo se quedara al cargo de una niña vulnerable. Es más, ni siquiera la cargamos; por supuesto nos pusimos cerca de ella y buscamos protegerla lo mejor posible. Cuando llegó la señora y la cargó de manera maternal, estoy seguro de que los dos nos relajamos, había una mujer ahí y eso llenaba de seguridad el ambiente. Y ninguno se fue…” Entonces, a mi forma de ver (bien lo indica el título de su texto), usted cree que el hombre en sí mismo es un riesgo, una amenaza y un peligro, considera además que ambos señores (usted y el otro) se quedaron en el lugar por no dejar a la niña sola con un varón (un extraño), sin embargo, de ser así ¿Por qué se quedaron aún después de que llegó la señora? Probablemente usted haya desconfiado del otro sujeto en cuestión, pero, ya estando ahí la señora, “la salvadora de la menor” ¿Qué los hizo quedarse ahí? en sus palabras la desconfianza de dejar a la mujer sola acompañada por un desconocido, pero vayamos mas allá ¿Por qué permanecieron ahí aún cuando el policía llegó al lugar? Ya estaba una señora y una autoridad al cargo de la menor ¿No será acaso que el otro sujeto (sino es que ambos) permanecieron ahí por un simple sentimiento de solidaridad hacia con la menor? Yo mismo hace unos meses encontré una niña extraviada en una tienda departamental que está al norte de la ciudad, se acercó una joven de unos veinticinco años y dos señoras cuando la escuchamos llorar y déjeme decirle que yo fui quien cargó a esa menor y nadie me vio como un depravado o una amenaza hacia la seguridad de esa niña, por lo que su texto me parece totalmente tendencioso y falto de elementos objetivos, producto de sus propias percepciones. Pretender que permanecieron ahí usted y el otro hombre sólo por proteger a la niña uno del otro es deshumanizar al género masculino, criminalizar al ser hombre varón y prejuzgar al varón en sí y por sí, creer que el ser varón es sinónimo de ser una amenaza y que la mujer es pura inocencia e indefensión es una postura errada, ya que la mujer es y ha sido tan amenazante como puede ser cualquier varón.
Criminalizar al hombre por su sola condición de haber nacido varón es absurdo desde mi perspectiva, que usted considere que el hombre no es foco de posturas discriminatorias y que es victimizado por la sociedad actual deja mucho que desear, simplemente sea observador y analice que en la actualidad la ley otorga muchos mas beneficios a la mujer que al varón (válido, mas no justo), los programas de salud se encaminan mayormente a la salud femenina, los programas sobre violencia de género se encaminan total y exclusivamente a la mujer, como si el varón estuviera exento de ser víctima de violencia intrafamiliar por parte de una mujer, e incluso se considera cómico el hecho de que la violencia venga de parte de la mujer hacia al hombre (por ejemplo lo que acontece en este video: https://www.youtube.com/watch?v=iqaAG_tZtVU). La postura actual se centra en victimizar a la mujer, en considerarla un ser indefenso (casi como si se tratara de una menor o incapacitada, lo que también es denigrante y discriminatorio de la condición de mujer), y se ha dejado al varón de lado; pido no confundirse, considero que se han cometido y se siguen cometiendo muchas injusticias en contra de la mujer y es algo contra lo que hay que combatir, pero no se pueden defender los derechos de nadie en menoscabo total de los derechos de alguien mas. Además recuerde que supuestamente el feminismo busca condiciones de igualdad de género, aunque es claro que ese es sólo el discurso, ya que en la práctica ha dejado ver que lo que realmente se pretende es criminalizar al varón, ya que en el feminismo subyace un resentimiento absoluto hacia el hombre, y las posturas mas extremas lo evidencian mejor, cuando pretenden eliminar todo lo que les huela a masculinidad, esa es la diferencia entre el ser y el deber ser de dicha corriente del pensamiento.
No se olvide usted que la historia ha sido parcial hacia el lado masculino (por las concepciones juedo-cristianas que prevalecen en el mundo occidental), por ende todo el peso de la historia recae en los varones, ya que la mujer no figura en los reflectores de la historia, sin embargo se olvida usted que en la historia también hay facturas pendientes que adeuda el género femenino ¿o se olvida usted de los monasterios y conventos de monjas en los que se encontraron cientos de cuerpos de recién nacidos asesinados y fetos producto de abortos de las internas? ¿o de las atrocidades cometidas durante la segunda guerra mundial por las mujeres miembros de las SS en contra de mujeres, hombres y niños judíos (de las que incluso se ha señalado que eran mucho mas crueles que cualquier miembro varón)? ¿De las atrocidades cometidas recientemente por las llamadas poquianchis o las que mas recientemente se cometieron por la señora Rosa Verduzco? Usted puede desconfiar todo lo que quiera de cualquier persona, está en su derecho, incluso esta en su derecho de opinar lo que le plazca al respecto, sin embargo el hecho de que prejuzgue al hombre de tal manera y pretenda que la mujer es un ser indefenso, es una cuestión muy debatible.
Me permití comentar, ya que considero que su crítica es completamente destructiva, debido a que concluye su texto señalando que “…va siendo hora de que también los hombres, todos, nos tomemos en serio la tarea de dejar de ser, o parecer, una amenaza; es momento de que busquemos generar confianza en los demás, y de que hagamos de este mundo un lugar amable para niños, para niñas, para mujeres y para nosotros mismos.” Sin embargo, no propone de qué manera se puede conseguir eso que propone, no señala el porqué de manera especifica considera que los hombres somos o parecemos una amenaza ¿Quizá porque tenemos pelo en el rostro? ¿O porque hablamos con un tono de voz grave? ¿O porque somos corpulentos? Nadie lo sabe. Lo único cierto es que no es claro en su postulado; además tampoco es específico al señalar cómo podremos generar mas confianza o cómo hacer de este mundo un lugar mejor (cuestión prácticamente imposible si tomamos en cuenta que la desconfianza se genera sólo por nacer con unos genitales en lugar de otros) usted simplemente arroja la piedra y deja ideas en el aire sin dejar ver de su texto nada mas que, usted desconfió de un señor porque creyó que si se iba del lugar la niña estaba en riesgo.
Ahora que releo mi texto, encuentro un comentario que debí haber visto hace mucho tiempo. Probablemente no tenga ningún sentido responder, pero así sea tardísimo me parece correcto hacerlo. No atenderé punto por punto, puesto que tampoco el comentario se detiene punto por punto en mi texto; sino que haré un comentario a un par de fragmentos, que copio a continuación y comento:
“Pretender que permanecieron ahí usted y el otro hombre sólo por proteger a la niña uno del otro es deshumanizar al género masculino, criminalizar al ser hombre varón y prejuzgar al varón en sí y por sí, creer que el ser varón es sinónimo de ser una amenaza y que la mujer es pura inocencia e indefensión es una postura errada, ya que la mujer es y ha sido tan amenazante como puede ser cualquier varón.”
1. No pretendí queadrme para proteger a la niña. Me quedé justamente para proteger a la niña, y sí, también me quedé para que no se quedara ella en compañía de un hombre adulto al que yo no conocía (y no me ofendería ni un ápice si el otro señor se hubiera quedado, como supuse, por una razón idéntica).
2. El brinco entre lo que hice (y las razones por las que lo hice) y actos como “deshumanizar al género masculino” y “criminalizar al ser hombre varón” no tiene ningún fundamento. Como lector de mi texto respeto sus posturas, pero la interpretación tiene límites, y su interpretación es simple y llanamente incorrecta y exagerada.
3. En ningún momento aseguro que “la mujer” se pura inocencia e indefención. Esa postura es errada, como usted comenta, pero no es mi postura. Se equivoca usted al atribuírmela.
4. No, las mujeres históricamente no han sido tan amenazantes como puede serlo cualquier varón. Una mujer específica podría ser más amenazante que un varón específico, por supuesto. Pero la colectividad de mujeres y la colectividad de hombres no son casos específicos, y lamento ofender su masculinidad al asegurar que los hombres (así, colectivamente) somos indudablemente más amenazantes que las mujeres; pero así lo creo.
“Lo único cierto es que no es claro en su postulado; además tampoco es específico al señalar cómo podremos generar mas confianza o cómo hacer de este mundo un lugar mejor (cuestión prácticamente imposible si tomamos en cuenta que la desconfianza se genera sólo por nacer con unos genitales en lugar de otros) usted simplemente arroja la piedra y deja ideas en el aire sin dejar ver de su texto nada mas que, usted desconfió de un señor porque creyó que si se iba del lugar la niña estaba en riesgo.”
1. Si no soy claro en mi postulado, seguramente es culpa mía. Lo lamento.
2. Señalo que debemos generar más confianza y no digo cómo. Totalmente cierto. No sé por qué estaría obligado a hacer ambas cosas.
3. La desconfianza no se genera por nacer con unos u otros genitales, surge porque nuestros congéneres histórica (y estadísticamente) han sido contundentemente más amenazantes, violentos y abusivos que las mujeres (de nuevo, histórica y estadísticamente). Esto no es culpa de Usted o mía, ni tampoco de las mujeres. Pero que no sea nuestra culpa, no quiere decir que sea falso.
4. Usted está enfadado con mi texto (y espero que sólo con el texto), pero no sólo no propone soluciones para evitar la discriminación de la que se siente víctima, tampoco propone cómo evitar la discriminación y violencia de la que son víctima miles de mujeres.
5. Sí, dejé mis ideas al aire. Si esto le molesta, siéntase autorizado a bajarlas a nivel de tierra cuando guste.
6. Efectivamente, este texto trata de cómo desconfié de un señor porque creí que si me iba del lugar la niña estaría en riesgo.
Luego de bastante tiempo me encuentro que el autor de la nota ha respondido un comentario mío. Obligación no tiene, por lo que se agradece que se tome su tiempo para ello. Sin embargo, dado lo manifestado por su parte, me parece pertinente replicar a su respuesta.
Primero que nada, me llama la atención que, señala que no responde mi comentario punto por punto, lo cual es razonable, aunque yo sí me tomaré el tiempo para responder a cada uno de los puntos que usted plantea, sin embargo, a pesar de que le señalé casos de mujeres que han sido igual o más amenazantes que los hombres a lo largo de la historia, no esboza respuesta directa a ello, saliendo por la tangente de que, como colectivo somos más amenazantes, cuestión con la que difiero, además, insiste en que la historia nos es contraria estadísticamente (me gustaría tener acceso a esa estadística); sin embargo, su señalamiento es igual a decir que los Alemanes son personas poco fiables porque en los años 30 y 40 del siglo pasado se dejaron llevar por la ideología Nazi; o que la iglesia católica no es de fiar porque en la edad media inventaron las cruzadas y la inquisición; o que los Chinos no son de fiar por las atrocidades que cometieron las guardias rojas durante el régimen de Mao Zedong. Las anteriores evidentemente son situaciones que están completamente fuera del contexto contemporáneo, no podemos endilgarle a la iglesia actual ni a los Alemanes de nuestro tiempo la conducta de personas del pasado. Lo mismo pasa con los hombres actuales, no podemos pretender sancionarlos o desconfiar de un grupo que representa a la mitad de la población mundial (más o menos) por conductas de hombres del pasado, lo que simplemente implicaría un anacronismo de la culpa.
Luego, en su respuesta dice usted lo siguiente:
“1.-No pretendí queadrme para proteger a la niña. Me quedé justamente para proteger a la niña, y sí, también me quedé para que no se quedara ella en compañía de un hombre adulto al que yo no conocía (y no me ofendería ni un ápice si el otro señor se hubiera quedado, como supuse, por una razón idéntica).”
En relación a ello, destáquese que yo le cuestioné sobre si permaneció ahí por un sentimiento de solidaridad hacia con la menor, veo que la respuesta es un rotundo “NO,” y como se ve de la transcripción de la respuesta lo reconoce sin chistar. Me parece triste por lo menos que, más que actuar por empatía hacia la menor, lo haya movido la desconfianza a otro ser humano, pero en fin, cada quien se mueve por sus propios impulsos. Lo anterior es reconocido plenamente por usted cuando además dice: “Efectivamente, este texto trata de cómo desconfié de un señor porque creí que si me iba del lugar la niña estaría en riesgo.” Sin embargo, eso precisamente implica criminalizar y deshumanizar, desconfiar por motivos infundados, creer que un individuo es un criminal per se, de eso precisamente trata su texto, de que desconfió de un hombre, pero a la vez autoriza desconfiar de todos los hombres, porque todos somos una amenaza, pero sin si quiera explicar por qué percibió al hombre en cuestión como una amenaza, entonces ¿Cómo vamos a evitar seguir siendo percibidos los hombres como una amenaza, si el simple hecho de ser hombres nos vuelve una amenaza? Relea su texto y verá que, al momento de no especificar en qué es lo que nos hace una amenaza, la conclusión que implica la redacción del mismo, es el reduccionismo a que, somos amenaza por el simple hecho de ser hombres (y también por la estadística histórica). Cambie la redacción de “hombres” y ponga en su lugar “negros,” “cholos,” “Guatemaltecos,” o el grupo social de su preferencia, y verá cómo cambia completamente la percepción de su propio texto, ya que, simplemente se desconfía de un grupo por características aleatorias y arbitrarias que tienen de nacimiento; ese es el problema con su texto.
Dice además que lo que hizo y las razones por las que lo hizo no tiene que ver con “deshumanizar al género masculino” y “criminalizar al ser hombre varón,” tachando mi señalamiento como una interpretación simple y llanamente incorrecta y exagerada. Sin embargo, lo señalado en el punto 1 de su respuesta me da la razón; el título del artículo en sí mismo también demuestra lo contrario de lo que usted señala, así como lo que usted mismo manifiesta en el punto 4 de su respuesta: “…lamento ofender su masculinidad al asegurar que los hombres (así, colectivamente) somos indudablemente más amenazantes que las mujeres; pero así lo creo.” Conjuntamente con este señalamiento de su parte: “desconfié de un señor porque creí que si me iba del lugar la niña estaría en riesgo.” Sin que, de nueva cuenta, señale el motivo para considerar que los hombres representamos una amenaza que no esté basado en una mera concepción dogmática de la realidad.
Dice usted en el punto 3 del primer bloque de respuestas que, “En ningún momento aseguro que “la mujer” se pura inocencia e indefención. Esa postura es errada, como usted comenta, pero no es mi postura. Se equivoca usted al atribuírmela.” Sin embargo, de su propio artículo se advierte ello, cuando escribe lo siguiente en el sexto párrafo:
“Más específicamente, ninguno de los dos estuvo dispuesto a que un señor solo se quedara al cargo de una niña vulnerable. Es más, ni siquiera la cargamos; por supuesto nos pusimos cerca de ella y buscamos protegerla lo mejor posible. Cuando llegó la señora y la cargó de manera maternal, estoy seguro de que los dos nos relajamos, había una mujer ahí y eso llenaba de seguridad el ambiente…”
Continúa en el párrafo sexto de su artículo diciendo:
“Al final, cuando ya estaba todo por resolverse, fue evidente que a todos nos pareció que la decisión de las autoridades de que fuera siempre una mujer quien se hiciera cargo de los niños, y no un policía hombre solo, era atinada.”
Usted argumenta que el hecho de que llegara la señora llenó de seguridad el ambiente e igual considera que el que se haya enviado una mujer policía fue la decisión más atinada (este punto puede ser correcto por mera política pública) entonces, ello implica que los hombres representan inseguridad, por la probable agresión, por la malicia, o como el título de su texto señala, por la “amenaza,” dado que, de quedarse sola la menor con uno de los Amenazantes hombres, pudiera éste maliciosamente causarle un daño, actuar criminalmente en contra de ella. Por el contrario, la mujer que apareció, al ser la representación de la seguridad, representa intrínsecamente el auxilio, la inocencia, la seguridad y la salvaguarda, cuestiones que van todas implícitas en su propio texto, no obstante que no lo señale expresamente.
En su punto 4 señala que las mujeres históricamente NO han sido tan amenazantes como puede serlo cualquier varón. Defiende su idea señalando que colectivamente los hombres somos indudablemente más amenazantes que las mujeres. Me parece errado su planteamiento, además me parece pertinente recordarle en este punto lo amenazantes que pueden llegar a ser las mujeres colectivamente, tanto como los hombres. En Argentina, el domingo 7 de octubre de 2012 se reunió el Encuentro Nacional de Mujeres de la Argentina, donde decidieron atacar la Catedral de Posadas la noche de ese día. Arribaron escupiendo a quienes estaban tratando de impedir la profanación del templo, existen videos donde incluso se aprecia como las mujeres se acercaban en tono retador a los hombres gritándoles en la cara, golpeándolos, pintando paredes, pintando el rostro de los hombres con aerosol, rompiendo vallas y destrozando todo lo que podían. Igualmente en Argentina, el 7 de febrero de 2017, se organizó una marcha de mujeres que se denominó “el Tetazo.” En dicha marcha, el colectivo de mujeres terminó por volverse una turba furibunda, las mujeres se pusieron violentas en contra los hombres que las acompañaban en la marcha, así como contra reporteros y los transeúntes en general, comenzando la violencia con agresiones verbales y culminando con agresiones físicas a las personas, además causaron destrozos por todos los lugares por los que pasaban, agredieron físicamente a todos los transeúntes que se les pasaban por enfrente, particularmente violentas en contra de los hombres, pintaron paredes, pintaron iglesias, tiraron piedras contra vidrios, vehículos y personas. Otro caso igual en Argentina se dio el 3 de marzo de 2017, cuando se organizó la marcha del día de la mujer, marcha en la que, el colectivo de mujeres de pronto decidió que era buena idea vandalizar la catedral, lanzaron piedras, gases, bombas molotov, golpearon a quienes se les pasaron por enfrente y a quienes trataron de defender la catedral, incluso hay imágenes en video de varias mujeres tratando de abusar sexualmente a un muchacho que trataba de defender la iglesia. Nuevamente en Argentina, el 16 de octubre de 2017, hubo varias marchas por el día de la madre, en la que se hicieron muchos destrozos e igualmente se atacó por su parte a los transeúntes que se pasaban pos su paso, igualmente la violencia se intensificó contra hombres. Por lo que, como puede ver, como colectivo, las mujeres son igual de amenazantes que los hombres, por ende, no sé de dónde obtiene usted que las mujeres son menos amenazantes como colectivo. Por lo menos señala que hay casos de mujeres en lo individual que pueden ser más amenazantes que los hombres, no lo tomo como una victoria a mi postulado, sino como un reconocimiento de que la realidad no es blanco y negro.
Usted en su respuesta señala que, si bien en su artículo ha señalado que los hombres no generamos confianza, no obstante no entiende por qué está obligado a decir cómo lograrlo. En respuesta le comento: Sencillamente porque de lo contrario su opinión se vuelve dogmática y una crítica destructiva de una masculinidad que usted considera dañina, sin manifestar el motivo ni dejar opciones de cambio, y sin dejar claro por qué no somos confiables. Ni siquiera especifica desde su propia postura por qué generamos desconfianza; se limita a pregonar el discurso de moda sin razonar el fondo de sus propias palabras, discursos como “los hombres son la amenaza,” “los hombres son los agresores,” “los hombres son violadores,” “los hombres viven en la cultura de la violación,” “los hombres tienen privilegios,” son los discursos favoritos del feminismo moderno, pero nunca son claros en su postulado, máxime que tienden a generalizar, y en la especie su discurso se vuelve totalitario al estilo: “los hombres son amenazantes y no generan confianza, no cuestionen el motivo, deben conformarse con que lo he dicho y así lo creo.” Así se puede traducir como: “Los Judíos son una amenaza para el Estado y no generan confianza, no cuestionen el motivo, deben conformarse con que lo he dicho y así lo creo.” Así puede incluir al grupo o colectivo social de su preferencia. Por eso debería señalar cómo lograr generar confianza y dejar de ser una amenaza, poca cosa.
No confunda, no ofende mi masculinidad, la cosa no va por ese lado, lo que si demerita es lo que debería ser un argumento objetivo viniendo de un articulista, objetividad de la que considero carece su artículo, como lo he sostenido desde un inicio, ya que llega a una conclusión partiendo de premisas inexistentes y postulados endebles como lo es su percepción subjetiva de un hombre que se cruzó por su paso.
Dice usted que “La desconfianza no se genera por nacer con unos u otros genitales,” y señala que “dicha desconfianza surge porque nuestros congéneres histórica (y estadísticamente) han sido contundentemente más amenazantes, violentos y abusivos que las mujeres.” De ello ya he manifestado mi opinión en líneas que preceden, sin embargo, este puto me causa controversia porque implícitamente me da la razón en el mismo párrafo; explico: usted desconfía de los hombres sólo por ser hombres, ya que, por una percepción histórica y estadística (que no específica en su artículo), y sin tomar en cuenta acontecimientos actuales, desconfía y nos cataloga a “nosotros, los hombres, (como) la amenaza.” Vamos, usted desconfía de los hombres porque son hombres, e históricamente considera que los hombres no han generado confianza y han sido una amenaza (como si el rol histórico de proveedor de la familia no fuera motivo para generar confianza en el género masculino). Llegados a este punto creo que es pertinente señalar que estoy perfectamente consciente de que su artículo no se trata de una tesis académica, por lo que puede usted llegar a las conclusiones que quiera sin aportar evidencia de ningún tipo, sin embargo, hablar así a prontas de que los hombres somos una amenaza no es válido cuando no se hila la idea en el sentido de señalar qué percibió como amenaza en el hombre que llegó al lugar con la niña, por qué considera que esa amenaza se reproduce en el colectivo de hombres y, por lo menos dejar apuntado un bosquejo básico de como dejar de representar esa amenaza y generar la confianza que promulga al final de su nota, lo que no realiza y aún peor, se indigna por no saber el motivo por el que debería hacerlo (ética). Igualmente, hablar de estadísticas “históricas” sin apuntar a las mismas de forma objetiva deja mucho que desear, máxime cuando lo único que se hace es reproducir el discurso hegemónico que está de moda, ya que, como señalé, nosotros no somos responsables ni podemos cargar con culpas derivadas de conductas de personas en el pasado, y si como usted dice, no es nuestra culpa ¿Por qué cargar nosotros con esa culpa? Si somos analíticos, en el fondo eso es igual a reproducir -con otros actores-, el discurso antisemítico tradicional, que autoriza discriminar a los judíos porque su pueblo mató a Jesús, es decir, autoriza cargar con la culpa de las conductas de las generaciones anteriores a las nuevas generaciones.
Se equivoca al pretender que no propongo cómo evitar la discriminación y violencia de la que son víctima miles de mujeres. El error de su postulado radica básicamente en que mi respuesta no se centró en ningún momento de manera preponderante en la discriminación de que son objeto las mujeres (ni su artículo trata de ello), pero dejé esbozada una respuesta a ello en mi comentario, cuando le señalé que debemos dejar de victimizar a la mujer, dejar de considerarla un ser indefenso frente al hombre, ya que ello implica darles una condición similar a la de una menor o incapacitada. Habrá sus casos, pero no en el nivel pandémico que se fomenta por determinados grupos. Antes de continuar, me permito hacer de su conocimiento que, en mi círculo social, afortunadamente no conozco ninguna mujer que sea víctima de discriminación, conozco mujeres profesionistas y mujeres sin estudios pero que decidieron su plan de vida libremente (ninguna de las mujeres que conozco fue forzada por discriminación a elegir entre opciones, aunque habrá quienes dirán que son privilegiadas, y no terminamos de tener contento a nadie), en mi lugar de trabajo estoy subordinado directamente a una mujer, y la fuente de trabajo es propiedad de una mujer, por lo que veo lejana esa discriminación de la que habla, aunque no soy ciego y me percato que en la sociedad en lo general existen sus casos. Sin embargo, para erradicar la discriminación contra al muer, existen políticas públicas tanto en el sector salud, como en el sector económico, así como en los medios de comunicación donde se difunden programas y acciones encaminadas a transformar la realidad de la mujer, en las que incluso se han modificado textos literarios, guiones de películas, guiones de historietas y caricaturas, guiones de obras de teatro, letras de canciones, se han censurado obras, expresiones en diarios y programas televisivos, se han censurado expresiones emitidas en galas, se han censurado personas (¿Le suena el nombre Agustín Laje?), se ha censurado música, se han censurado películas, etc., y todo en aras de proteger a la mujer y el discurso hegemónico de moda. Además existen Leyes especiales encausadas a proteger a la mujer, existen colectivos que orientan, asesoran, protegen y acompañan a mujeres víctimas de violencia; existe un sistema integral de la defensa de la mujer en el Estado Mexicano que involucra al poder ejecutivo, legislativo y judicial; existen ministerios públicos especializados en la defensa de la mujer, existen juzgados especializados en violencia de género (violencia de género que sólo contempla la que se ejerce en contra de la mujer por el hombre, mas no la ejercida por una mujer en contra de otra mujer, y ni se ocurra hablar de la violencia ejercida por mujeres en contra de los hombres), hay mecanismos exclusivos y tipos penales exclusivos protectores de las mujeres, existen tratados internacionales y documentos aprobados entre naciones para eliminar la violencia contra la mujer, las mujeres pueden echar mano ante actos de discriminación y violencia de un sinnúmero de elementos que tienen a su favor; existen colectivos que fuerzan para que las políticas públicas sean cada vez más inclusivas, llegando al extremo de querer modificar hasta la manera en la que hablamos, la manera en que pensamos y la manera en que nos relacionamos en sociedad. Dígame ¿Le parecen pocas las medidas para eliminar la violencia en contra de la mujer? Y si es así ¿Qué otra medida para eliminar la discriminación contra la mujer sugiere que plantee en mi respuesta?
Se equivoca al pretender que estoy enojado con su texto, el que exponga un punto de vista opuesto al suyo no me convierte en un energúmeno que va por la vida enfadado por lo que usted escribe, sólo me hace una persona que opina diferente y se lo hace ver sin tapujos. Se equivoca nuevamente al señalar que no señalo como eliminar la discriminación de que los hombres somos objeto, y no es sólo mi percepción, dígame usted ¿Con cuántos mecanismos de los antes señalados cuenta el hombre para eliminar la discriminación en su contra? Podrá decir que no los requerimos porque somos privilegiados, y le aseguro que no, la violencia no tiene rostro ni es unidireccional, la cuestión es que la violencia se genera y ejerce por distintos medios entre hombres y mujeres, los hombres suelen usar violencia física, las mujeres son más proclives al uso de la violencia psicológica. Sin embargo, mi comentario lleva implícita un avance que pudiera dase para dar solución para evitar la discriminación a la que hago alusión, que para dejarla en claro de manera explícita y concreta, se centra en dejar de creer que una persona es más peligrosa que otra sólo por poseer unos cromosomas y no otros (por sus genitales como señalé en mi primera respuesta). Así mismo, pudiera empezarse por dejar de percibir la violencia como un fenómeno unidireccional y con una víctima y un victimario siempre determinados sólo por su sexo, y haciendo que las políticas a las que hice alusión en líneas que anteceden se apliquen teniendo en cuenta a toda la sociedad en general y no solo a un grupo determinado conformado por personas de un solo sexo, ya que ello solo abona para generar escisión en la sociedad y a la postre genera más condiciones de discriminación hacia todos los grupos de la sociedad.
Finalmente señala que si dejó sus ideas al aire, estoy autorizado a bajarlas a nivel de tierra cuando guste. Precisamente es lo que se pretende hacer con mi respuesta a su artículo; pero no se sienta ofendido con mi respuesta, sólo hago crítica constructiva, tan es así que como usted lo reconoce, le señalé que el error que percibo en su artículo es que no aterriza sus ideas. Usted puede opinar y pensar como quiera y lo que quiera, pero me parece que como articulista de cualquier medio tiene la obligación de ser objetivo, y parte de ello implica centrar y aterrizar las ideas que se exponen; no me vea como enemigo, sino como un lector inconforme con sus conclusiones.