El planteamiento ni es mío ni lo comparto. Es una tesis de Jorge G. Castañeda (¿Mañana o pasado? El misterio de los mexicanos; Santillana, 2012).
… a nivel anecdótico, pero de ninguna manera insignificante, se puede decir que el primer “mexicano”, en el sentido actual del término, no fue el hijo de la Malinche y Hernán Cortés, Martín Cortés, como cuenta la leyenda (aunque estrictamente hablando los primeros “mexicanos” fueron los hijos del explorador español Gonzalo Guerrero, mestizos nacidos en la península de Yucatán).
¿Cuál leyenda? (entre paréntesis reviremos que los hijos de Gonzalo Guerrero -quien no fue explorador, sino marinero, náufrago y guerrero por antonomasia- no hablaban náhuatl, la lengua de los mexicas, sino maya. Recordemos que las comunidades que se asentaban en el Ma’ya’ab antes de la llegada de los europeos se encontraban fuera de la hegemonía del imperio Culhúa-Mexica, que durante la mayor porción de la época colonial la península no formaba parte de la Nueva España, y que los yucatecos declararon su independencia de España días antes de que lo hiciera México, al cual posteriormente se adhirieron voluntariamente. Dicho de sopetón: Yucatán ya era Yucatán mucho antes de ser una provincia de México; estrictamente hablando, a los hijos de Gonzalo deberíamos llamarlos los primeros yucatecos).
Cortés tuvo dos hijos, ambos llamados Martín: uno nacido fuera del matrimonio con Marina, y otro con su mujer española, quien heredó el título nobiliario.
Cortés no tuvo dos hijos, tuvo más, la gran mayoría “fuera del matrimonio”; eso sí, a dos les puso el nombre de su propio padre, Martín. Y por supuesto que la mujer española de Cortés no heredó el título nobiliario que Carlos V otorgó al conquistador -Marqués del Valle de Oaxaca-, sino el hijo. Y sí, quizá todo lo anterior fue lo que trató de afirmar el excanciller Castañeda Gutman, pero, ¡ay!, hay que saber poner comas.
El “primer mexicano” fue la Malinche misma, que se ganó la confianza de Cortés y le tradujo y explicó la naturaleza de los retos a los que se enfrentaría; lo acompañó y consoló cuando las circunstancias se tornaron amargas y lo apoyó cuando mejoraron…
En su segunda Carta de relación, Cortés relata su avance de Veracruz hacia Tenochtitlán, pero no menciona a Malinali, ni media palabra acerca de su intérprete, la mujer que lo apoyó en las buenas y en las malas, incluso en las muy muy malas, como cuando los tlaxcaltecas estuvieron a punto de aniquilar a los españoles, reporte que sí se toma la molestia de escribir Bernal Díaz del Castillo: “cuando todos estábamos heridos y dolientes, jamás vimos flaqueza en ella, sino muy mayor esfuerzo que de mujer”.
… y no sólo fue la madre de sus hijos…
Marina no fue la madre de los hijos de Cortés -quien, con certeza, fue padre de once-, fue madre nada más de uno de ellos, el varón primogénito, Martín, el mestizo, quien nació a finales de 1522, probablemente en Coyoacán, y a quien años después, a petición del propio conquistador, Clemente VII legitimó por medio de una bula firmada en Roma en abril de 1526 -en el mismo documento, el pontífice legitimó a otros dos bastardos de don Hernán: Luis y Catalina, retoños que había procreado con dos españolas, Antonia Hermosillo y Leonora Pizarro, respectivamente).
… y con quien compartía su cama, sino sobre todo fue su aliada y consejera política.
El eufemismo “compartir su cama” resulta no sólo impreciso y desafortunado -¿a quién puede entrarle en la mollera que la esclava tuviera ya no digamos una cama, sino cualquier posesión?-, sino sobre todo injusto. ¿Que la muchacha actuó como su consejera? Sin duda: no en balde los indios llamaban a Cortés Capitán Malinche.
Continúa Castañeda:
A pesar de su origen indígena, Marina se convirtió en la primera mexicana…
¿A pesar de ser indígena? En dado caso, ¡sería justamente por ello!
… en cuanto puso en práctica lo que sus descendientes repetirían: buscar soluciones individuales a problemas colectivos, llevando ambos términos al extremo.
La explicación de Castañeda pretende ser cultural: la Malinche como la matriarca del individualismo que, según argumentará páginas adelante, es una de las características que aqueja a “sus descendientes”, nosotros, los mexicanos.
La solución individual consistió en seducir y acostarse con el enemigo, y el problema colectivo fue nada menos que el cataclismo que golpeó a Tenochtitlán. La Malinche simplemente recurrió a sus talentos individuales para convertir la necesidad en virtud, y salvar espléndidamente bien su pellejo.
¡Sopas! ¿La Maliche sedujo a Cortés para tirárselo? ¡Pobre españolito! Al acusarla de traidora, Castañeda insiste en la mal-versión de Maliche. ¿Que se acostó con “el enemigo para salvar su pellejo”? ¿Enemigo Cortés? ¿De quién? De ella no. Malitzin era una esclava de unos caciques tabasqueños, quienes en tal calidad se la regalaron a Cortés. No era mexica, más bien provenía de un cacicazgo tiranizado por los aztecas, y si atendemos la versión de Díaz del Castillo, ella había sido traicionada por su propia madre. Así que cuando se unió a Cortés ¿a quién podría haber traicionado más que a sí misma? A nadie.
En fin, opino que la Malinche no es una buena candidata para ocupar el puesto del primer mexicano simbólico porque es un personaje ambiguo, casi vampírico y decididamente maldito: ni Malitzin ni doña Marina, más allá de cualquier verdad histórica, simbólicamente es la Malinche, la traidora, la pinche mala.
@gcastroibarra