El inmovilismo salarial como tesis de desarrollo / Opciones y decisiones - LJA Aguascalientes
25/11/2024

Aparte de un colosal disparate, esta afirmación representa el largo sueño, de más de cuarenta años, de molicie, fiaca, hueva, holganza o pereza, en que se ha echado el mercado del trabajo en México, para no cambiar sus condiciones y estado como recurso siempre superabundante frente a una mega-escasa demanda laboral. Todos los elementos y activos del capital han podido cambiar y transmutarse al abrigo de la sociedad emprendedora, empresarial y oligárquica que generó la Guerra de Reforma, al enajenar los bienes en “manos muertas” para ponerlos en “manos muy vivas” que han transformado la orografía mexicana en un prado de pujanza fabril, mercantil, de servicios y acumulación estratosférica de capital, en cada vez menos manos.

En tanto que, ese heroico ejército de reserva de fuerza de trabajo vivo crece exponencialmente y sólo es disminuido progresivamente por algo que sólo hasta hace muy poco los potenciales empleadores han descubierto mediante sesudos estudios y que consensuaron en llamarle: hambre, desempleo y salarios de estricta subsistencia. En este forcejeo ya atinaron en realizar el hallazgo de que como sociedad hemos generado 60 millones de pobres y, una importante franja de ellos, en franca “pobreza alimentaria”.

En tiempos de Marx, plena pujanza de la revolución industrial, el digno y educado burgués dueño de factorías textileras no comprendía cómo o por qué caía desfallecida en sus propios talleres una de las frágiles costureras; luego le informaron y supo que era por estar exhausta de trabajo, sin comida, sin descanso, sin dormir por largas horas; ¿cómo puede una obrera cometer semejante atrevimiento? ¡Desvanecerse sin concluir su sagrado trabajo!

Hoy, “mutatis mutandis”, estamos pasmados ante el mismo asombro: ¿Por qué tantos miserables conviven con nosotros, haciendo grosera ostentación de su hambre, su miseria, su ignorancia, su insalubridad e inutilidad como fuerza de trabajo viva? ¿Qué no saben que el valor del trabajo los dignifica y los hace útiles para el progreso de la Patria? –¡Ah! Pero que no vengan con el cuento de que necesitan el aumento del salario mínimo para garantizarles una digna subsistencia. Eso ha de revisarse muy en serio y, además, de sujetarse estrictamente (no a los factores de la producción, que eso es una visión comunista, marxista y atea), sino a las condiciones de la productividad del Capital, tal cual rige nuestra economía nacional.

De esta y otras parecidas falacias está sembrado hoy el campo del trabajo. Si de veras nos ponemos serios e investigamos las causas de la tesis del inmovilismo del salario, por arriba de cuarenta años -lapso por cierto coincidente con las crisis económicas recurrentes de México-, es porque no hemos leído oportunamente críticas científicamente elaboradas por prominentes estudiosos del Capital.

Por ejemplo, la explicación del Dr. Ludwig von Mises: “El mercado hace a la gente rica o pobre, determina quién habrá de manejar las grandes plantas y quién habrá de trapear los pisos, determina cuántas personas habrán de trabajar en una mina de cobre y cuántas lo harán en las orquestas sinfónicas” (Human Action: A Treatise on Economics, 1949, New Haven, Yale University. -Cfr.: Ludwig M. Lachmann.Capital, Expectations, and The Market Process”, Ensayos sobre la Teoría de la Economía de Mercado. 1977. Institute for Humane Studies, Inc., Menlo Park, California. P. 103). Concepto que fundamenta: “Existe una concepción errónea acerca de la función del emprendedor en la economía de mercado”. // “La falacia cardinal implicada en esta o en todas las propuestas falsas está en que ven el problema económico desde la perspectiva del oficinista dependiente, cuyos horizontes intelectuales no se extienden más allá de sus tareas subalternas, ya que ellos consideran la estructura de la producción industrial y de la asignación de capital a las distintas ramas o a los agregados de la producción como rígida, y no toman en cuenta la necesidad de alterar esta estructura con el fin de ajustarla a los cambios y condiciones”. // (Ibídem, p. 98).

La implicación al mercado laboral es crucial: “El principio lógico que coordina los planes de diferentes individuos es la división del trabajo” (Ibid., p. 101). “La relación de intercambio es la relación social fundamental. El cambio interpersonal de bienes y servicios, teje los lazos que unen a los hombres en sociedad. La fórmula societal es: “do ut des” (‘yo doy para que tú dés’)”. –Esta cita es proverbial ya que pone el cimiento a nuestras relaciones sociales de intercambio, comenzando por la más básica que es la del trabajo vivo; yo te doy trabajo para que tú me des dinero. Acto individual que se convierte de hecho en un dato generalizado de todos hacia todos, por lo que se conforma como relación universal que, económicamente, funda la relación laboral como el elemento clave de la producción capitalista, pues ésta se convierte en valor de cambio, pero uno que es capaz de producir un plus-valor, por encima del pago del tiempo vivo empleado en la jornada establecida; y que desde luego en ese preciso momento ya no es estrictamente equivalente al gasto aportado por el trabajo vivo del empleado/obrero, porque pasa a ser propiedad del empleador gracias a la mediación necesaria del dinero -como medio del intercambio- y que, ahora sí, puede el dueño del capital acumular indefinidamente en un acervo que llamamos riqueza, o propiamente capital.

Con estas o similares palabras explica Karl Marx: “Como representante material de la riqueza universal, como el valor de cambio individualizado, el dinero debe ser inmediatamente objeto, fin y producto del trabajo universal, del trabajo de todos los individuos. El trabajo debe producir inmediatamente el valor de cambio, o sea dinero. Por ello debe ser trabajo asalariado”. Y abunda: “El valor de cambio como producto inmediato del trabajo es dinero como producto inmediato de éste. El trabajo inmediato, que produce el valor de cambio como tal, es por ello trabajo asalariado” (K. Marx. Elementos fundamentales para la Crítica de la Economía Política -Grundrisse- 1857-1858. Siglo XX1, Tomo 1. 1980. Pp. 158).

Podemos inferir, siguiendo al Profesor Mises, diciendo que si lo afirmado respecto de la movilidad de los factores del capital, es decir, de los ajustes necesarios a sus agregados de la producción es cierto, entonces tan sólo pensar, ya no dijéramos ensayar prácticamente, mantenerlos fijos e inamovibles durante largo tiempo es algo tan absurdo como meterse a bañar en un río y pretender al mismo tiempo detener el agua. El dinero que compra trabajo, no puede bajo este supuesto y bajo ninguna circunstancia fijarse arbitrariamente para estacionarlo, además, voluntariosamente en una tasa “r” y tiempo indefinido de los costos de producción; sino que exigiría mantenerlo fluctuante en cada ciclo del intercambio. O bien, pagar los platos rotos de un balance fallido debido a la falta de previsión correcta y anticipación de los costos reales del ciclo productivo concluido, junto con su recapitalización, y vuelta a empezar.


Pues, de otro modo, sucede lo que ha ocurrido en México, empobrecemos brutalmente a la masa trabajadora, para enriquecer enloquecidamente a los poseedores del capital. Cualquier semejanza de este aserto con la realidad es estricta coincidencia. Si lo queremos en los pulcros términos del Dr. Mises diríamos: “Lo que sucede durante un boom no ocurre meramente en tanto que “el ingreso, la oferta y el empleo crezcan y se aproximen al ‘punto de pleno empleo’, sino que la estructura del capital se distorsiona”. // “Bajo la presión incesante de la expansión del crédito tarde o temprano algunos recursos se hacen escasos y otros, por lo tanto, vienen a carecer de esos factores complementarios bajo la expectativa de cuya disponibilidad fueron producidos, en primer término. Queda claro que en la heterogeneidad de los recursos del capital, de la que en tiempos de boom, algunos se hacen escasos, otros abundantes, radica la esencia del asunto”. Postulado que no es otro que la “Teoría austríaca del Ciclo del Intercambio” (O.c. p. 105).

Y con Marx, podemos inferir los efectos reales resultantes de la enajenación del trabajo vivo: “En cuanto el trabajo es trabajo asalariado, y su finalidad es inmediatamente el dinero, la riqueza general es puesta como su objeto y finalidad” (O. cit., p. 159). Conclusión, hay que ponernos serios, arremangarnos las mangas, dejar a un lado las propuestas indecorosas y plantear la anticipación emprendedora de un salario digno, justo y remunerador, ¿o no?

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