- Testamentos y escritos antiguos ayudan a identificar rasgos genealógicos de la historia del país y su población
- Fernando Muñoz Altea habló de la importancia de los documentos coloniales y posteriores para el estudio de la historia a través de la genealogía
Este viernes concluyeron los trabajos del Coloquio de Genealogía e Historia de la Familia, organizado por el Departamento de Historia de la Universidad Autónoma de Aguascalientes (UAA). Como parte de las actividades finales del evento, se llevó a cabo la conferencia magistral La importancia de los protocolos notariales en las investigaciones genealógicas, un análisis de Fernando Muñoz Altea, investigador nacido en España pero nacionalizado y radicado en nuestro país.
El especialista en temas de genealogía subrayó que dicha disciplina se circunscribe a la historia para determinar cuáles son nuestras raíces y de dónde venimos.
Muñoz Altea se remontó al año de 1492, durante el descubrimiento de América, y habló del papel que jugaron los escribanos, quienes cumplieron una función de notarios que registraron la documentación necesaria de cada travesía. Señaló que el mismo Hernán Cortés contó con dicha función, previo a la conquista de Tenochtitlán en 1519, que posteriormente le fue retirado durante su estancia en tiempos de la Colonia.
Dio a conocer que el primer escribano fue Juan Fernández del Castillo, durante 1525, mismo que en 1533 delegó dicha función a Miguel López, retomándola posteriormente al final de la década de 1530. El cargo de escribano, dijo, es muy antiguo y se remonta a cuestiones del Derecho Romano.
Como parte principal de su aporte, el investigador hispano-mexicano habló de la importancia de las actas de defunción como aporte al estudio genealógico. Pero principalmente hizo mención a los testamentos, los cuales advirtió, son los documentos más completos, sobre todo durante los siglos XVII y XVIII, ya que dada su amplitud, permitían identificar familias completas, sus nombramientos, ocupaciones, entre otras cosas.
Donde no existía un escribano, aclaró, quien redactaba el testamento era el propio ayuntamiento, o si se tratara de una fuerza militar, la labor estaba en manos de los oficiales. Y rescató cuestiones como las diferentes escrituras que se manifestaban en los mismos, fuentes que estaban estrechamente relacionadas con la posición social de las familias.
Otro documento que resulta fundamental para los estudios genealógicos y la historia del país y su población, aseveró Muñoz Altea, fueron los mayorazgos, que se constituía para la promoción de títulos nobiliarios e incrementaba la capacidad de acceso a cargos públicos, pero por el contrario, dejaba descobijados a los hijos menores o féminas de las familias, lo que permitía que estos últimos quedaran desheredados. La situación cambió a partir de la década de 1820, cuando dichas normas fueron desvinculadas.
La genealogía, estableció, está enriquecida por los estudios de las propiedades de una familia y con el transcurso de los años, se convierte en una fuente de información primordial que da cuenta del desarrollo al que fue sometida la misma.
Los escritos parroquiales, al igual que los testamentos y otros documentos que fueran considerados como instrumentos notariales, también se convirtieron en fuente primordial del estudio de la genealogía, algunos de éstos daban fe de la manifestación de milagros, entre otros fenómenos que vinculaban a familias completas.
Hizo mención a la importancia de la conservación de los lugares que resguardan dichos documentos, y volvió en el tiempo, durante los años posteriores a su llegada a México pero previos a la década de los años 80, cuando descubrió el abandono en que se encontraba el Archivo de Notarías de la Ciudad de México, donde los documentos que contenía estaban en un deplorable estado, por lo que luego de ser nombrado titular de dicho archivo durante cuatro años, se pudo lograr el rescate del mismo.
Actualmente, afirmó, las instituciones de educación superior juegan un papel indispensable en dichos estudios y la conservación de los documentos, tal es el caso de El Colegio de México, que ha contribuido con la digitalización de una cantidad considerable de dichas colecciones, ubicadas en la Ciudad de México.