Siguiendo las hordas de cinéfilos y los comentarios de algunos críticos que la calificaban de manera positiva, a pesar de mi aversión al cine hollywoodense, en especial al de espectaculares efectos especiales y pobres argumentos, me lancé a ver la elogiada Los Guardianes de la Galaxia (2014) del director James Gunn; a pesar de verla en 3D, de ir con la mejor disposición y tener muy claro que se trata de un producto pop, la verdad que prácticamente sólo me gustó el papel que juega la música en toda la trama, y es que a pesar de que una de sus virtudes es el supuesto buen humor en la mayoría de sus personajes y escenas, me parece que la mayoría de los chistes son meros clichés del cine de comedia y que tal vez su única virtud es asumir con desenfado y frescura el género de superhéroes que se había solemnizado demasiado.
Y sí, la música fue lo mejor, y no tanto por la selección setentera, sino porque es clave su argumentación como un placer y como una herramienta del ser humano. Cuando era un adolescente y habitaba aquella inefable secundaria de la Universidad Autónoma de Aguascalientes también llamada de la estación o de petróleos, recuerdo entre otras cosas la posibilidad de entrar y salir de clases y de la propia secundaria relativamente a gusto del alumno, lo que en otros lugares era “echarse la pinta” para nosotros era un ejercicio de administración de faltas. Obviamente, durante nuestras escapadas, uno de los lugares favoritos era el centro histórico y los locales de arcade, ahí una de mis maquinitas favoritas era Revolution X, una extraña historia donde un grupo conservador prohibía la triada sexo-drogas-rock y secuestraba a Aerosmith, y entonces tu misión era rescatar a los rockstars a través de un videojuego estilo shoot’em up, con armas y el grito maravilloso de music is the weapon, una reivindicación de nuestro derecho a la música.
El derecho a la música es una especie dentro del derecho a la cultura, pero lo verdaderamente importante es su contenido, por lo que ensayaremos brevemente, sin la intención de ser exhaustivos o académicos, la materialización de este derecho en dos de sus contenidos más importantes. Es necesario aclarar que lo haremos desde el punto de vista del escucha, pues en tratándose de quienes crean la música (autor, intérprete, productor, etcétera) sus derechos se encuentran regulados por la rama del derecho llamada de la propiedad intelectual.
Derecho a disfrutar y acceder a la música: como una manifestación del arte, uno de sus principales fundamentos es la posibilidad de disfrutarla, sin necesidad de pagar un solo peso, de esta manera ley de derechos de autor señala claramente que por el uso privado nadie tiene que pagar, puedo escuchar música sin que medie un lucro. Para cristalizar este derecho, me parece que hay tres momentos fundamentales en la popularización de la música: primero, la creación de la radio pública que expandió a nivel de masas este derecho; el segundo hito que marcó un cambio en la forma que los humanos escuchamos música es el nacimiento del intercambio digital P2P, Napster y toda la pléyade de softwares que aparecieron después dejaron huella en la maravillosa posibilidad de escuchar música de cualquier género y de cualquier parte del mundo; y en tercer lugar los gadgets que nos permiten de igual forma el escuchar cientos y cientos de melodías que antaña se antojaba inimaginable. Por esto último el walkman, aquel viejo objeto del deseo en la vida de cualquiera que tengamos más de treinta años, es pieza clave en Los Guardianes de la Galaxia, ¿Cuántos de nosotros no peleamos verdaderamente por un walkman? Con el denuedo del Star Lord lo mismo para comprarlo, repararlo o recuperarlo de algún castigo.
Derecho a la diversidad: lo más increíble del mundo musical es esa amplia posibilidad de mezclar géneros y crear nuevas corrientes, si la globalidad y la pluriculturalidad tienen un nombre, este debería ser música. En este sentido, y ante el problema comercial de la radio pública, que se centra en los dos o tres géneros más populares, eliminando de tajo de la escena musical de masas miles de artistas, canciones y formas de expresión, nacen las estaciones culturales que, dentro de su gratuidad, permiten un uso musical de géneros y expresiones que sin ella sería prácticamente imposibles de escuchar. Por cierto, en mi adoptivo Calvillo, de un tiempo para acá escuchamos en el 107.3 música de jazz, desconozco el origen y condiciones de la estación, pero me parece que es el único municipio (de los llamados del interior) que cuenta con una estación tan singular.
Bien podríamos parafrasear que la música nos hará libres, tan es así que la escena clave de la cinta es aquella (spoiler alert) en que, cuando todo parece perdido, un hilarante baile de Peter Hill logra distraer al enemigo (sí, en lo absurdo lleva lo divertido) y con eso es destruido para el bien de toda la galaxia.
La prepa de la UAA es la llamada prepa de petróleos, no la secundaria