París, Francia. 5 de enero de 1895. El frío matinal parece, irónicamente, enardecer al populacho que se ha concentrado en el gran patio de la Escuela Militar para presenciar la degradación pública de un capitán de artillería. Como centella, un ayudante se para enfrente del repudiado y toma su sable y quiebra su hoja sobre su rodilla. Enseguida le arranca los galones de oficial y le grita: “¡Alfred Dreyfus, es usted indigno de portar armas en nombre de Francia!”
Al escuchar la exclamación, la turba prorrumpe en gritos de: ¡Muerte al traidor! ¡Muerte a los judíos! Un periodista austríaco contempla la descarnada escena y siente su corazón desgarrarse. Él también es judío y se llama Theodor Herzel.
Hospital de Shifa, Ciudad de Gaza. 19 de julio de 2014. Envueltos en sudarios blancos, los cuerpos de tres niños miembros de la familia Abu Musallam, Ahmed, Walaa y Mohammed, son colocados en la morgue. Sus inocentes caritas están ennegrecidas y presentan rastros hemáticos. Un obús disparado por la artillería israelí los mató mientras dormían.
Las escenas arriba descritas sirven como prólogo al presente artículo, el cual pretende explicar qué es el antisemitismo y por qué la crítica al Estado de Israel debe ser válida, siempre y cuando no caiga en la fácil trampa de la judeofobia.
El antisemitismo, cuyo origen es difícil de precisar pues significa perderse en la larga noche de los tiempos, se define como la hostilidad hacia los hebreos sustentada en una mezcla de obcecaciones culturales, étnicas, raciales y religiosas.
Los descendientes de Sem, hijo de Noé, fueron los primeros en creer en la existencia de un Dios único y universal. Este factor aunado a la posición geográfica de Judea, situada en la ruta de las caravanas de África, Asia y Europa, la laboriosidad y la limpieza típicas de los hogares judíos contribuyeron a que los demás pueblos los miraran con recelo.
Durante la Edad Media en Europa, el deicidio (el asesinato de Jesús de Nazaret), el libelo de Sangre (la creencia de que los judíos raptaban niños cristianos para sacrificarlos en rituales depravados) y la propagación de la peste negra hicieron que el sentimiento antisemita se acentuará. Solamente en España (Sefarad, en hebreo) disfrutaron los israelitas de cierta tolerancia, la cual terminó en 1492, cuando los monarcas ibéricos desterraron a los seguidores de Moisés de la península ibérica.
Después de la Revolución Francesa, los judíos en Europa occidental disfrutaron de cierta tolerancia. Cosa diferente ocurría en Europa oriental, donde los pogromos (del ruso “devastación”) contra los judíos eran recurrentes.
La situación cambió por dos eventos ocurridos en 1895: la degradación de Alfred Dreyfus por ser un supuesto espía alemán (cosa que resultó falsa, gracias a la lucha quijotesca de Émile Zola y su J’Accuse) y la elección como alcalde de Viena de Karl Lueger, un furibundo antisemita. Estos hechos convencieron a Theodor Herzel, un austrohúngaro de origen judío, de redactar Der Judenstaat (El Estado de los Judíos), donde propugnaba que la mejor manera de evitar el antisemitismo en el Viejo Mundo era crear un Estado judío independiente.
El antisemitismo recibió nuevos alientos con la publicación, en 1902, de Los Protocolos de los Sabios de Sión, un mamotreto fabricado por la policía de la Rusia zarista, el cual sostenía la existencia de una conspiración judeo-masónica y comunista con el objetivo de lograr el control del globo terráqueo.
Al final de la Primera Guerra Mundial, un aguerrido, megalómano y resentido cabo austríaco llamado Adolf Hitler, aprovechándose de la humillación infligida a su patria adoptiva, comenzó a predicar el rearme de Alemania, la contención del marxismo-leninismo y, ominosamente, la destrucción de los judíos en Europa.
Durante la Segunda Guerra Mundial, millones de seres -en su mayoría judíos, pues también deben de contabilizarse a los gitanos, eslavos, homosexuales, librepensadores y prisioneros de guerra rusos- fueron aniquilados en el Holocausto (Shoah, en hebreo).
Un mundo conmovido por el Holocausto decidió en 1947, al final del mandato británico en Palestina, partir a la zona en dos: una parte para los hebreos y otra para los árabes. Desde entonces, esa zona del mundo ha presenciado varias guerras, intentos de lograr la paz y el desplazamiento de miles de palestinos por todo el orbe.
La última versión de esta rivalidad, comenzó hace un casi un mes con la Operación “Filo Protector”, desde entonces casi dos mil palestinos, entre ellos 398 niños, 64 soldados y dos civiles israelíes han muerto.
Las escenas, donde se ve a niños palestinos siendo atendidos en los hospitales o cubiertos con mortajas, han provocado la indignación y la solidaridad con los habitantes de Gaza por parte de personas ubicadas en diferentes lugares del planeta: Pedro Almodóvar, Javier Bardem, Fidel Castro Ruz, Noam Chomsky, Penélope Cruz, Zayn Malik (miembro de One Direction) y la baronesa Sayeeda Warsi.
NO al antisemitismo, que se escuda en la banalización del Holocausto; SÍ a la crítica fundamentada, en este caso, contra el bombardeo de civiles indefensos, el ataque contra los edificios bajo la protección de las Naciones Unidas y el bloqueo de Gaza efectuado por el Estado hebreo.
Aide-Mémoire.- Lo que faltaba, otro Texano Tóxico, el mentado Rick Perry.