Estamos en momentos bastante críticos para la humanidad. El mes pasado se recordó el centenario del comienzo de la Primer Guerra Mundial. La historia nos recuerda que a raíz del asesinato del heredero del imperio Austro Húngaro, Francisco Fernando, el 28 de junio de 1914 en la ciudad de Sarajevo, los dirigentes de los países europeos vieron la oportunidad de atacar a sus vecinos, junto con sus colonias, para hacerse de más poder territorial y económico a través de su poderío militar. Dentro de sus ambiciosos planes no tomaron en cuenta que las infanterías y las cargas de caballería habían pasado su poder de ataque al aparecer las ametralladoras, vehículos blindados, aviones, cañones de mucho más largo alcance, y a pesar de saberlo se movilizaron durante el tiempo que duró el conflicto, de 1914 a 1918, a 60 millones de militares, de los cuales al final del conflicto fallecieron aproximadamente 8 millones; además 7 millones de personas quedaron mutiladas, de manera que quedaron incapacitados y 15 millones fueron heridos de gravedad.
El resultado de esta conflagración fue que murieron 19 millones de personas. Líneas arriba le comento que murieron 8 millones de militares y civiles muertos fueron ¡11 millones! Como siempre, los civiles son los que más sufren. A esto hay que agregar los millones que murieron posteriormente a la primer guerra, a causa de las destrucción de la infraestructura de salud; en ese tiempo hubo una tremenda limitación en medicamentos para tratar las epidemias y pandemias que se desataron en Europa, África y parte de Asia.
Los imperios que fueron los actores principales de esta guerra: el Austro Húngaro, el Turco Otomano y el Alemán no pudieron sobrevivir al conflicto y sus fronteras fueron disminuidas de manera fuerte así como su influencia, en ese momento, en el mundo; y comenzaron a crecer las nuevas potencias y algunas antiguas que han sabido moverse de acuerdo a los tiempos y las fuerzas emergentes, estos son: Reino Unido, Rusia, Francia, los Estados Unidos, Italia y ahora los miembros de la OTAN, con la salvedad de que el coloso llamado China no ha enseñado los dientes y está poniendo de nervios a los países hegemónicos del mundo.
Durante la conflagración el impacto fue de tal magnitud que sólo Alemania perdió el 17% de su población masculina, Francia el 10% y los demás países han ocultado el impacto, como si eso restituyera a sus sociedades el gran daño causado por sus ambiciones.
Este recuerdo amargo y terrible nos debe hacer reflexionar de la situación que las ambiciones de las grandes potencias han ocasionado por hacerse de los recursos primarios como petróleo, gas, metales de todo tipo, agua, pesca en los mares de los países invadidos, pues en sus países han depredado sus litorales. Sólo es cuestión de ver cómo dejaron a los países Africanos como Egipto, Libia, Mali; los países Centro Africanos: Somalia y Eritrea; en medio oriente Irak, Siria. Y en Asia: Afganistán, Pakistán y todos aquellos que aún tienen algo que quitarles, si no vean el caso de Ucrania el granero de la Europa Oriental y rico en recursos naturales.
Hoy el tema es si serán capaces de envolver al mundo por sus ambiciones en una guerra total, y sacrificar a millones de seres humanos y hundir en la desesperación a millones de familias mutilándolas y sumiéndolas en la miseria. Esto, estimado lector, nos debe recordar que los que hace 100 años provocaron la desgracia del mundo, vivieron hasta la ancianidad, la mayoría de ellos, y sin limitaciones y muchos con reconocimientos, pues la historia la escriben los vencedores. Las sociedades siempre quedan mudas y agraviadas.