Antes de entrar en materia y de comentar algo sobre el magnífico concierto ofrecido por el Lepziger Streichquartett el pasado viernes 18 de julio, no quiero perder la oportunidad de dedicar un par de líneas al concierto que ofreció la Camerata Ponce, original de Aguascalientes, el pasado martes 15 de este mismo mes.
Ellos se suman a la serie de ensambles mexicanos de altísima calidad que se han presentado en este Festival, agregándose a la lista formada por Martha García Renart, Jorge Federico Osorio, el Ensamble de Percusiones Tambuco, y otros más que han dejado constancia de la calidad musical, dentro del repertorio camerístico que se hace en México, pero fundamentalmente ellos, la Camerata Ponce, junto con el Cuarteto de Cuerdas José White, de quienes ya hemos comentado en una edición anterior sus dotes musicales, han levantado la mano muy alto por la música de cámara en Aguascalientes.
Hasta hace muy poco tiempo, la Camerata Ponce, para quien esto escribe, era sinónimo de bostezos, con un repertorio, digámoslo en términos coloquiales, de “hueso”, tocaban lo que uno espera que un ensamble toque en una boda, quince años, o ese tipo de ceremonias, pero no en un concierto. Ahora, desde que Pedro Ramírez Landín ha tomado la dirección de la Camerata, ésta ha sido más exigente en su repertorio y se escuchan de verdad muy bien, un dignísimo representante de la música de cámara en nuestra ciudad.
Bien, ahora sí vamos a platicar del concierto que ofreció el Lepziger Streichquartett. El repertorio que nos ofrecieron es de la más exquisita exigencia, tres compositores de su terruño, aunque ellos son alemanes y Mozart es austríaco, en términos de música podemos considerarlo como parte de la misma cultura y con los mismo orígenes, del príncipe de Salzburgo escuchamos el Cuarteto de Cuerdas No.17, Kv. 458 en Si bemol mayor; de Ludwig van Beethoven, el Cuarteto de Cuerdas No.11, Op.95 en Fa menor; y de Felix Mendelssohn , el Cuarteto No.3, Op.44 en Re mayor. Un compositor, Mozart, representante del más puro y noble clasicismo vienés, el siguiente, Beethoven, marca la transición del clasicismo al romanticismo, aunque este cuarteto, fechado en 1810, ya lo podemos ubicar en el lenguaje romántico, y con mayor justificación si analizamos el contexto histórico y el momento que vivía el autor en el momento en que lo compuso, de hecho el mismo Beethoven lo llamó “Quartetto Serioso”. Finalmente Mendelssohn, representante del más ortodoxo romanticismo.
Yo tenía mis dudas respecto a realizar un concierto de música de cámara, más aún de un cuarteto de cuerdas, la más representativa expresión de la música de cámara, en un escenario tan grande como el Teatro Aguascalientes. Sabemos que la esencia del repertorio camerístico es justamente el de ser ejecutada en recintos pequeños, como su mismo nombre lo demanda: “música de cámara”, por ejemplo, el Teatro Morelos, o el Teatro Víctor Sandoval, con todo y sus incomodidades para escuchar música clásica, ideal para el jazz, tienen las dimensiones justas para el Festival, pero el Aguascalientes me parecía demasiado grande para albergar un cuarteto de cuerdas. Definitivamente sí se pierde la intimidad necesaria para este repertorio, sentimos a los intérpretes muy lejanos, pero el público respondió y llenó la parte baja del escenario, no sé si se habrá abierto la planta alta y de haber sido así, ignoro cuánta gente entró a esas localidades, pero de cualquier manera, la entrada fue excelente.
Definitivamente estos cuatro músicos de Leipzig, Alemania se han ganado con todo merecimiento es ser nombrados el mejor cuarteto de cuerdas alemán, su ejecución fue limpia, con una digitación impecable, aunque todas estas apreciaciones resultan obvias, entendidas, y por lo mismo obsoletas, vamos, se dan por entendidas si tenemos en el escenario a un ensamble de estas características.
Sin duda eligieron el repertorio ideal para mostrar una visión general de la música de la cultura que representan, ¿qué más podríamos pedirles? Mozart, Beethoven y Mendelssohn, más germánico no pudo ser, y aunque en términos de música no hay nada escrito, ya lo he comentado anteriormente, en música no hay verdades absolutas, la ejecución del Leipziger Streichquartett está muy cerca, seguramente, de la forma en que estos tres compositores desearían que sus obras se escucharan.
Lo único lamentable, si es que acaso hubo algo, fue un sector del público, ese que seguramente no suele asistir a conciertos de música culta, o académica, o cómo sea, si quieres le dejamos en música clásica para entendernos mejor, y que no sabe cómo comportarse, aplaudía después de cada movimiento, lo que sin duda significaba una molestia para los músicos, lo intuyo, porque el primer violín movía negativamente la cabeza cada vez que algún despistado aplaudía al final de alguno de los movimientos, por fortuna fueron los menos. Tampoco faltó el teléfono celular sonando, aunque el sonido local recomendó apagarlos o ponerlos en modo de silencio, ya sabes, nunca falta el inadaptado. O el niño llorando, bueno, entiendo, los niños no se pueden apagar como los teléfonos, pero si es necesario sacarlos de la sala, pues hay que hacerlo, por respeto a los músicos, al público, pero sobre todo a la música.
El Festival termina este domingo con la presentación a las 12:30 del Quinteto de Metales del Festival con un repertorio compuesto por música de Morley Calvert, Johan Sebastian Bach, Victor Ewald, Camille Saint-Saëns, Ludwig Maurer y un coqueteo con el jazz al incluir música de Duke Ellington. La cita con su majestad la música es en el Teatro Víctor Sandoval, por ahí nos vemos si Dios no dispone lo contrario.