El martes 22 de julio se celebró el Día Internacional del Trabajo Doméstico, según las cifras del INEGI 21% del producto interno bruto nacional lo aporta esta actividad que lamentablemente es invisible a los ojos de la economía y la lógica patriarcal de producción.
9 de cada 10 personas que realizan el trabajo doméstico son mujeres por lo que es inexplicable que no haya campañas, programas de capacitación y en sí políticas públicas de los gobiernos federales, estatales y municipales referidos a dar voz a quienes desempeñan la labor de limpieza de casa en el país.
El trabajo doméstico que proveen aproximadamente 2 millones de mujeres en México, da a las familias no sólo la limpieza y orden a la casa, brinda cuidados, esa palabra tan importante, el cuidado es una actividad que desde luego no es remunerada ni reconocida, porque justo la lógica de producción del patriarcado no se detiene en mirar cómo es que el cuidado se convierte en un motor que permite que las personas se levanten y vayan a trabajar o a estudiar. Porque el cuidado es una serie compleja de actividades que principalmente lo producen las mujeres y no todas las mujeres sino cierto tipo de mujeres pertenecientes a una clase, desde luego la más pobre, la que no tiene estudios y su tiempo lo ha dedicado absolutamente al servicio y cuidado de las demás personas.
Si bien es cierto, la definición del trabajo doméstico es la de las actividades que se realizan dentro del hogar para proporcionar bienestar a la familia, higiene, alimentación y cuidados en la salud, la otra cara de la moneda nos dice que un minúsculo porcentaje de este trabajo es remunerado pues la mayoría de las veces se hace de forma gratuita y obligatoria.
Mientras la mayoría de los gobiernos omitieron cualquier declaración al respecto, salvo en el caso del gobierno de la Ciudad de México que hizo una amplia campaña de derechos de las personas que realizan el trabajo doméstico, en casos como Aguascalientes el tema fue silenciado y como siempre omitido tanto por el gobierno estatal como por el municipal.
Nuevamente queda claro cuál es la visión de estos gobiernos respecto a las políticas de género y su ceguera permanece siendo cómplice de la invisibilidad con la que se deja a una labor que hacen millones y millones de mujeres en todo el estado.
Otra de las estadísticas importantes que nos comparte el área de género del INEGI es que del trabajo doméstico, en el tema de cuidados a personas adultas mayores el 90% de quienes realizan esta actividad son mujeres menores de edad, es decir mayormente son niñas y adolescentes quienes se hacen cargo de las personas enfermas en casa. Desde luego un trabajo que incluye horas extras, horarios nocturnos, el desarrollo de habilidades en curaciones, cierta fuerza física para soportar el peso de las personas enfermas, además de alimentarlas, asearlas y dar medicamentos a tiempo. Y un detalle más que no queremos omitir en este análisis, este es un trabajo sin remuneración, donde nuevamente en su mayoría son mujeres quienes lo realizan y de forma obligatoria en muchos de los casos.
De cada 10 mujeres que trabajan de forma remunerada, el 11.3% lo hace en el trabajo doméstico. Desde luego que esta estadística nos lleva a pensar e intentar entender ¿cuántas mujeres más son las que se dedican al trabajo doméstico no remunerado y qué cantidad de dinero deja de pagarse a estos millones de mujeres? Es decir, de todo el dinero que tiene este país ¿cuánto de ese dinero pertenece a esos millones de mujeres que son explotadas en una actividad prioritaria para que funcione la industria, el comercio, la escuela, la salud, la banca y todas las demás áreas que componen a un estado?
Es interesante mirar cómo el imaginario de trabajo productivo nos remite a espacios totalmente masculinizados y la base del desarrollo de estos trabajos, el trabajo doméstico permanece intactamente invisible por ser las mujeres quienes mayormente lo realizan.
Si en lugar de haber sido Día del Trabajo Doméstico hubiera sido el Día de las Madres nos habría tocado ver el despliegue estruendoso de comerciales de la iniciativa privada y de todos los gobiernos recordándonos a las mujeres que somos las reinas del hogar, las amas de casa, las que por “naturaleza sabemos servir y cuidar a la familia” los hubiéramos escuchado decir lo importante que es nuestro trabajo para la sociedad y para el país y a cada mujer se le respeta porque cada una es madre y eso es algo sagrado. En fin, la hipocresía patriarcal nos da una cara en un día y al otro cambia los argumentos, estructura sus complicidades y nos silencia cuando se trata de derechos, de reconocimiento, de compartir la riqueza que se genera desde las manos de las mujeres y su fuerza de trabajo.
Por eso los gobiernos guardaron silencio, por eso omiten las políticas públicas a favor de las trabajadoras domésticas, por eso las presidentas del DIF tanto del municipal como del estatal no salen a dar la cara ante la feminización de la pobreza, la invisibilización y el robo que se hace del trabajo productivo de las mujeres. El trabajo doméstico no sólo es un asunto de género, también de clase. Y esta vez por eso ellas pintaron astutamente su raya, respecto a las otras mujeres.
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