- La comunidad puede acudir al espacio y exponer sus creaciones
- La falta de difusión cultural no sólo debe ser imputada a las instituciones, considera el autor
La primer “galería paracaidista” aterrizó al sur de la capital, junto al Río San Pedro, en el fraccionamiento Santa Mónica.
Se trata de un intento por modificar la vida “moderna” de los lugareños, habituados al encierro en casa y a una fuerte convivencia con la televisión. La superficie fue escardada y coronada con el marco de una puerta. No hay muros, ni luces artificiales, ni comparaciones con otras galerías de Aguascalientes.
El productor de la obra es un artista anónimo, militante del Colectivo Katatonia, quien reconoce que “romper con la inercia, la monotonía y el aislamiento no es sencillo, pero siempre hay que dar un primer paso, aunque sea incierto hacia dónde nos dirigimos. Lo cierto es que siempre hay algo que hacer”.
Polines, tablas, policarbonato, clavos, pegamento y una rama de bambú son los materiales que dan forma a la “humilde fachada”, cuya inauguración oficial está próxima.
–¿Cuándo montarás las primeras piezas en la Galería de Arte Paracaidista (GAP)?
–Esta galería expone todo y los artistas son la comunidad, cada quien decide cómo participar. A la larga, por ejemplo, me interesaría como vecino poner en la GAP una mesa y unas sillas, con un tejaban. Esto para mí es una obra de arte, para que los vecinos podamos llegar y sentarnos a tomar el fresco, o para refugiarnos de la lluvia, o para que los novios platiquen y se den unos becerros -besos-. Entonces las sillas y las mesas son la excusa para que haya vida comunitaria. Por eso la GAP todo el tiempo está exhibiendo obras, porque la GAP en sí misma es una obra de arte política descentralizada, es un dispositivo cultural comunitario, sin autor.
El entrevistado insiste en que el arte no es un concepto exclusivo de las galerías, y rechaza que cualquiera imponga sus explicaciones sobre la materia. Vestirse para una primera comunión ya plantea la posibilidad de participar en un proceso artístico.
“El problema es que estamos muy acostumbrados a que nos digan qué es cada cosa. Por ejemplo, qué es la cultura y qué es el arte. Nos confundimos pensando que nomás la gente que escucha a Mozart es culta, cuando en realidad todos tenemos cultura, la que sea”.
Los materiales para levantar la GAP corrieron por cortesía de la inmobiliaria que construyó el fraccionamiento. Diversas lecturas de filosofía y sociología también pusieron de su parte.
–¿De dónde salió el concepto de una galería con tal naturaleza?
–Surge de la condición precaria en la que nos desenvolvemos muchos artistas anónimos. Luego algunos colegas y yo mismo nos quejamos mucho de que no hay espacios, de que las instituciones no alcanzan a generar los espacios y las estructuras para que podamos hacer nuestra chamba, y a veces hasta le echamos la culpa a la cultura, a la sociedad, a dios, al diablo, a los gobernantes, a las hormigas, a las estrellas, a lo que sea. Y la verdad son puras excusas.
“Es cierto que no hay muchas alternativas para hacer actividades artísticas o culturales, pero no podemos lavarnos las manos y quedarnos sentados quejándonos o llorando. Entonces uno dice, ‘chale, así está la movida y pues ni modo’. Al contrario, así está más chido porque tenemos que empezar desde abajo, en la talacha, de obreros en la obra”.
–Mencionas cuestiones como el aislamiento. ¿Hay algún reclamo escondido en la galería?
–Más bien una propuesta, una alternativa al reclamo. Pienso que en lugar de estarnos quejando y perdiendo el tiempo haciendo pucheros hay que poner las manos en juego, hay que hacer algo, lo que sea. La verdad es que no tenemos a quién reclamarle porque la responsabilidad también es de uno.
–¿Cómo han respondido los vecinos ante la galería?
–Primero los de la constructora pues se sacaron de onda, se acercaron a ver qué estaba haciendo en el terreno porque se habían estado robando materiales. Entonces fui a hablar con ellos y a explicarles lo que tenía entre manos; les da risa de repente y autorizaron las actividades y el uso de los materiales de desecho, porque hasta la basura tiene dueño.
“Les parece raro lo que uno hace, pero ya platicando a veces se entusiasman y vuelven a ver cómo va la GAP. Unos adolescentes vandalizaron el terreno, rompieron unas cosas que tenía y le hicieron hoyos a unas maderas, y los entiendo. Los chavitos van a esos lugares a hacer lo que en su casa no los dejan, y sacan todo el fua. Pusieron una nota que decía “no más hippies”, y a mí y a mi esposa nos dio risa”.
Para el artista esta clase de interacciones muestra que la comunidad tiene interés en participar del arte, en asistir a espacios que permiten mayores libertades a comparación con los museos.
–¿Cómo puede un vecino integrarse al proceso del arte?
– Primero tolerando este tipo de cosas y respetando el trabajo de los demás, segundo, con el interés que ponen en este tipo de proyectos poco convencionales, y tercero, aportando ideas, opiniones y trabajo. Una vez que se logran estos tres elementos es posible hablar de arte comunitario. Es más o menos como hacen las familias de artesanos: trabajan todos parejo y no hay autor, sino que el taller y la comunidad es el que hace posible los procesos de producción artísticos, con las habilidades que cada quien tiene y los recursos que tienen a su alcance.
“La GAP se trata más bien de pasar la pelota a otros jugadores para ver si anotamos juntos, en equipo, un gol cultural”.
Por lo pronto el Instituto Municipal Aguascalentense para la Cultura ya se ha interesado en el proyecto. La GAP será trasladada a un terreno del Ayuntamiento capitalino, ubicado a unos metros de su sitio actual. Se espera que la galería quede inaugurada en menos de dos semanas.
“La medida del éxito está en la participación comunitaria, eso sería el éxito del proyecto. Hasta ahora y en adelante la estrategia es llevar registro fotográfico y un diario de campo de los procesos”.
Pie de foto: Tolerancia, interés, opiniones y trabajo son los elementos que requiere el arte comunitario