Gastón García Cantú fue otro de los participantes en las mesas redondas del 75 aniversario de la Soberana Convención de Aguascalientes. Lo más destacado de su intervención fue la mirada crítica de los proyectos zapatista y villista y consecuentemente la reivindicación de las ideas carrancistas. Esto no es usual ya que Venustiano Carranza ha sido visto por algunos historiadores como un nostálgico del siglo XIX y, en algunos casos, como el villano de ese momento, en contraposición con la mirada apologética sobre las trayectorias de Villa y Zapata. García Cantú expuso razones para pensar con seriedad esta lectura sobre la revolución mexicana y en especial sobre la Convención de Aguascalientes, lo hizo tomando en cuenta que la citada Convención, además de la ciudad de Aguascalientes en el mes de octubre de 1914, tuvo otros escenarios importantes en el centro del país. La conferencia impartida en ese entonces equilibró los juicios dominantes a favor de Villa y Zapata, y alertó sobre una realidad compleja que debe observarse con mucho cuidado, antes de llegar a conclusiones fáciles.
García Cantú expuso diversas opiniones sobre lo ocurrido en los primeras décadas del siglo XX. Nos recordó que en 1989 que la revolución mexicana fue algo más que el enfrentamiento armado. A su juicio, lo verdaderamente importante de ese momento fueron las coincidencias y discrepancias que hubo sobre los fines sociales de la citada movilización. Nos invitó también a tener presente que en el ciclo de una revolución siempre existe una contrarrevolución, un dato que de ser cierto pone en evidencia que los procesos ocurridos en una coyuntura revolucionaria no precisamente son continuos y ascendentes.
Para este importante académico el 10 de octubre significó la frontera de entrada a un nuevo México. El primer indicador de este cambio fue el acuerdo tomado por todas las fuerzas revolucionarias para firmar un pacto en el que se pretendía nada menos que destruir el ejército federal. En el contexto de este convenio había dos diferencias importantes: los militares jóvenes exigían reformas sociales y los más añosos insistían en darle prioridad a la destrucción del ejército. El tiempo y las circunstancias le darían la razón a Carranza, pero nada de esto le quitaría la deteriorada imagen que tuvo durante la breve hegemonía convencionista. Carranza perdió lustre como héroe debido a la imagen que le crearon los exfuncionarios de Victoriano Huerta, así como de los críticos modernos de la revolución. Los primeros lo veían como un conservador porfiriano, envidioso de las victorias de sus generales, obcecado nacionalista, terco exponente de la generosidad democrática de Woodrow Wilson y bolchevique por haber promulgado la Constitución de 1917.
García Cantú reconoció el peso de la experiencia de Carranza en el ámbito municipal, el peso de las ideas del Partido Liberal; admitió la relevancia de la teoría y la acción política de Francisco I. Madero, así como de la propuesta electoral del Plan de San Luis. Vio al Barón de Cuatro Ciénegas como un político valioso que marcó el rumbo definitivo del proceso revolucionario en el ámbito militar y legal y, en ese contexto, lo percibió como un promotor indiscutible de la Convención con la que se conformaría un nuevo régimen jurídico para rehacer el estado histórico de la nación. Según este pensador universitario Carranza fue un hombre de estado porque además de atender la política interior se preocupó por conducir la política exterior, algo de lo que nunca se ocuparon Villa y Zapata. Destacó del líder constitucionalista la severa actitud que tuvoante la invasión norteamericana y una firme decisión para exigir la desocupación inmediata de Veracruz, sin admitir requisito alguno para que las tropas norteamericanas salieran del puerto.
Según García Cantú cuando Venustiano Carranza convocó a la Convención el 1 de octubre de 1914, estaba claro de que el país no se encontraba listo para consolidar con victorias militares las reformas sociales y políticas. Pese a todo, al final de la etapa previa al constituyente de 1917 las propuestas sociales y políticas de los Convencionistas y de los constitucionalistas coincidieron en muchas tesis. Esas afinidades implícitas tocaron puntos de convergencia con las reformas en el estado de Durango encabezadas por Pastor Rouaix, o las de Salvador Alvarado en Yucatán. Cambios que pedían el salario mínimo y eliminar la atadura de los peones en las haciendas, mejorar las condiciones de trabajo.
Lo que empezó como una diferencia aparentemente irreconciliable entre Villa y Carranza, sobre todo a partir de que el primero lanzó un manifiesto contra el segundo, Carranza respondió con la propuesta para unificar la lucha y por ello convocó a la Convención. El dilema político en Aguascalientes llegó a un punto en el que no había mucho margen de acción; la única salida era que Villa fuera derrotado o que Carranza desapareciera. Finalmente la Convención no logró por sí misma sus propósitos. En México, Aguascalientes, Toluca, Cuernavaca o en Jojutla, estrechaba su destino a la suerte militar de Villa y a la resistencia de Zapata. Pese a todo hubo una dualidad en el seno de la Asamblea revolucionaria: el tono de los participantes militares era de animadversión, pero el seno de las comisiones de trabajo, casi siempre integradas por civiles, se definieron varias propuestas de innovación que ahora se conocen.
Entre las reformas acordadas se proponía destruir el latifundismo, la independencia de los municipios, autonomía del poder judicial, depuración de trámites administrativos, el equilibrio entre poderes para evitar nuevas dictaduras y hacer efectivas las libertades humanas. Mientras que Eulalio Gutiérrez como principal figura de la Convención, ya en la Ciudad de México, se quejaba de Villa y Zapata por considerar que se habían convertido en perturbadores del orden social que impedían que el gobierno ejerciera sus funciones, luego de que habían eliminado a Paulino Martínez y al general García Aragón, y que Rodolfo Fierro hiciera lo mismo con David G. Berlanga, las reformas sociales seguían su propio camino. El 14 de diciembre de 1914 Carranza, desde Veracruz, anunció varias adiciones al Plan de Guadalupe, siete artículos en los que se declaraba el nuevo Estado y el sentido social de la lucha armada:
Autonomía municipal, ley del divorcio, Comisión Nacional Agraria, legislación sobre el petróleo, la minería y el trabajo, y la convocatoria para elegir representantes al Congreso, paso para que éste decretara la elección del presidente de la república.
Por su parte el 18 de febrero de 1915 La Convención, desde Cuernavaca, expidió proyecto de reformas sociales y políticas. Lo hizo a través de 25 artículos en los que se notaba la coincidencia con las propuestas de Carranza. Por ejemplo la reforma electoral para evitar intromisión de las autoridades, suprimir la vicepresidencia de la república, restringir facultades del Ejecutivo, independencia del Poder Judicial, y ampliar el principio de la defensa de la nación para todos los ciudadanos. Más aún, en Jojutla, el 18 de abril de 1916, a través de 38 artículos, se propuso el Parlamentarismo como forma de gobierno, la supresión del Senado, un sistema de voto directo, abrogación de impuestos a los artículos de primera necesidad y la autonomía de la Universidad. Más adelante Carranza convocaría a la Constitución de 1917 para traducir la revolución, tanto la parte armada como la de los diálogos convencionistas, en demandas, leyes e instituciones, es decir en el de la arena movediza de la política.