Hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces; pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir como hermanos
Martin Luther King
Hay algunas voces -y algunas plumas- que afirman que en la política y en la vida hay los que ser de izquierda o de derecha. Que hay que decidir el color de las corbatas, si es azul, rojo, verde, amarillo o anaranjado y así.
Es evidente que en la política, en los partidos políticos principalmente, las ideologías tienen una influencia que brinca las fronteras y que se basa en la historia: liberales contra conservadores, capitalistas contra socialistas, cada uno tratando de dar argumentos para convencer al pueblo de que su propuesta es la mejor, y mire, en eso también hay respuesta, los que somos de generaciones más próximas a la modernidad, sabemos que en la empresa lo mantienen a uno por sus resultados, entonces ¿Por qué no pensar en respuestas a problemas, elegidas estas por los buenos resultados? En fin. El asunto es que el contexto te quiere obligar a que te definas por las ideologías de la izquierda o la derecha, más que por la ideología del sentido común.
En la política me he encontrado, que las corbatas rojas son bonitas, pero un traje gris con amarillo también se ven elegantes, pero por estar en ese medio, ya no puedes usar una corbata azul porque entonces contraviene los colores de la insignia partidista, aunque combine con tu vestir. Ya no te puedes juntar con tus amigos de la infancia porque en la adolescencia cada quien ganó para su rancho y entonces “se vería mal” que te vieran con ellos porque pertenecen a otro grupo político. Yo creo que cuando se acaba un partido de futbol entre el América y las Chivas, todos juntos se van a cenar, aunque los aficionados se vayan enojados cada quien por su lado, quizá en las cúpulas políticas pase lo mismo, acá abajo en las masas la gente se desvive por defender los colores del equipo, y allá arriba las componendas van por otro lado. Eso es en la vida política.
Para aquellos que piensan que algunos escribimos con la mano izquierda y nos persignamos con la derecha, quizá se refieran a que escribimos en un medio como este -cotidianamente identificado con una izquierda radical- aunque siempre he dicho que si algo tiene este diario, al menos en esta ciudad, es que es plural, podemos escribir todos, de todo. Y lo otro pues es evidente, no se requiere ser de derecha o creyente para afirmar que el derecho a la vida es una necesidad práctica que permite mejorar el tejido social, y no se requiere porque si el ejemplo contrario es matar niños pues le enseñas al pueblo a matarlos y si eso se puede identificar en los actos de violencia pues se sabe por experiencia que la violencia genera más violencia. No se requiere mucho coeficiente intelectual, ni ser de derecha o de izquierda, sólo tener un poco de sentido común. Tampoco es necesario tanta ciencia para ver lo evidente: lo que no te construye te destruye, punto. En ese sentido el mensaje que enviamos los que pensamos que el sentido común debería prevalecer implica pues que la lógica de una empresa -haciendo una analogía- es que tenga una cultura de mejora continua, pues entonces deberíamos pensar en una sociedad con una cultura de mejora continua y no de que cada quien haga lo que le dé su gana poniendo en riesgo toda posibilidad de arreglar los problemas existentes.
Hay una confusión. Estratégicamente “los interesados” han asociado algunos temas escamosos con la derecha y la izquierda, y así con las creencias religiosas y con otras creencias como la masonería, y con ello desviar la atención de lo que es importante: solucionar los problemas. Por ejemplo, en materia de defensa de la vida, de promoción de la familia, de una convivencia pacífica de manera incluyente y respetuosa, los interesados buscan relacionar estos temas con dogmas religiosos o históricos para desacreditarlos -y como argumento más importante siempre recurren al insulto y al desprestigio- y no ponen en la mesa argumentos sólidos que permitan al menos conocer de verdad lo que buscan.
En materia de matrimonio hace algunos fines de semana hablé sobre lo que los propios medios de comunicación han dicho “matrimonio entre homosexuales”, no lo dije yo, lo dijeron los medios y utilizan palabras como casarse, por lo que me pareció adecuado poner en la mesa mi punto de vista en ese sentido, yo como persona casada con una mujer y con hijos. Hubo algunas molestias pero ningún argumento, y entonces alguien me dijo “es un comentario tramposo, porque no se llama matrimonio sino sociedades de convivencia”, y entonces aclaré “ustedes los medios, se han encargado de confundir a la gente, ustedes lo han promovido así” y pues mi punto era aclarar respetuosamente lo que considero que es un matrimonio y por otro lado una figura jurídica para personas del mismo sexo, y no, no soy homofóbico. Digo sólo para aclarar.
En el tema del derecho a la vida, siempre he sido claro, estoy a favor de la vida y sé que desde el primer momento de la fecundación entre un óvulo y un espermatozoide humano, hay un ser humano, no podría haber otra cosa, pero también sé que la forma más fácil de hacer irresponsables a las personas en cuanto a las consecuencias de sus actos, es que se deslinden de éstos, por ello promueven el aborto y otras cosas más.
En materia de derechos humanos todos tenemos una dignidad y debemos respetarla, lo que no debemos permitir es que confundan la dignidad con los caprichos. Sé que es difícil vivir una vida llena de obligaciones, pero si la primera obligación es respirar para no morir, ¿por qué no asumir la responsabilidad de nuestros actos antes que legalizar todo a lo que supuestamente no podemos contenernos?
En fin, aquí seguiré escribiendo mientras los editores me lo permitan y mis lectores se interesen por los temas, porque además estoy también en mi legítimo derecho de decir lo que pienso y lo que sé, igual que ustedes.