Organizado por FIFA / El Canto del Zenzontle

A partir del jueves pasado, los ojos de los aficionados al futbol alrededor del mundo voltean hacia Brasil, y seguirá así durante todo un mes. Sin embargo en Brasil, hay más bien descontento por la celebración de la justa futbolera.

La organizadora del evento, la Fédération Internationale de Football Association, FIFA, tiene más naciones miembro que la propia Organización de las Naciones Unidas, y ha hecho que el futbol haya crecido en popularidad desde la post guerra más que ningún otro deporte. La pasión por la Copa del Mundo y la religiosidad con la que los aficionados siguen el calendario del torneo, incrementan las ganancias que reporta el evento.

Adicionalmente, el pueblo brasileño debe ser uno de los más animosos del planeta. Cualquier imagen que tengamos en el resto del mundo de un grupo de brasileños es comúnmente de fiesta, carnaval… y futbol.

¿Qué puede provocar, entonces, que un pueblo que ama el futbol y celebra ante el menor pretexto, desapruebe en su país la celebración del gran negocio que es la Copa del Mundo?

Sí, es verdad, la Copa del Mundo es uno de los mayores negocios que existen en el planeta tierra, pero es negocio sólo para quien lo organiza. Una de las principales quejas es que la FIFA, quien escogió a Brasil como el país anfitrión, obtendrá la mayoría de los beneficios económicos. No es el País, ni siquiera las 12 ciudades escogidas como sedes, quienes obtendrán las mayores ganancias del magno evento.

Los brasileños protestan que el país esté gastando más de once mil millones de dólares en infraestructura, mejoras a las instalaciones deportivas, o de plano estadios completos para el torneo, concentrado en esas 12 ciudades brasileñas.

Adicionalmente, la FIFA no paga impuestos de ningún nivel. Es parte de los requerimientos de realizar una copa del mundo en un país.

El Viernes 14 de mayo de 2010, en Zurich, Suiza, los representantes de algunas naciones de la FIFA presentaron su propuesta para albergar los campeonatos 2018 y 2022.

A los postulantes se les pidió cumplir con una serie de condiciones que la FIFA impone, y que pide sean confidenciales. Sin embargo, Ian Pollock de la BBC publicó detalles de estos requisitos el 11 de mayo previo. Entre dichas condiciones se encontraba que el evento debería estar libre de pago de cualquier tipo de impuesto para la FIFA: “Cualquier país requiere ofrecer una comprensible exención de impuestos a la FIFA y sus socios involucrados en la organización y hospedaje del evento”, establecen las reglas de participación. (1)

Se calcula que serán 250 millones de dólares los que se van a condonar en Brasil 2014 de impuestos federales, locales y municipales. Ahí seguramente empiezan las molestias del pueblo anfitrión.

Pero las razones de la antipatía brasileña no son sólo económicas. En Brasil, desde 2003, se prohibió el consumo de alcohol en todos los estadios de futbol, por el índice de muertes durante los partidos. Es decir, se decidió proteger a las personas sobre la fiesta, o sobre el negocio que el alcohol representa.

Sin embargo, la cervecera Budweiser es patrocinador de FIFA, por lo que su Secretario General, Jerome Valcke (de la FIFA), realizó un viaje especial a Brasil, en los preparativos del mundial, y les dejó muy claro a los gobernantes brasileños: “Brasil no vencerá a FIFA” (2), no importa lo que digan las leyes brasileñas, ni la seguridad de los brasileños, la cerveza se va a vender en los estadios.

Ni la oposición de Romario, ex futbolista y hoy diputado socialista en Brasil, evitó que el país suprimiera leyes nacionales, estatales y municipales que preveían descuentos en el precio de las entradas para los jubilados y estudiantes, además de modificar la norma que impedía vender alcohol en los estadios.

Previo al Mundial de Sudáfrica 2010, el gobierno de ese país aceptó la creación de 56 juzgados para la Copa del Mundo (World Cup Courts) que funcionaron para dictar justicia expedita y severa en contra de quienes abusaran del evento mundial. El personal de los 56 juzgados incluyó más de mil quinientas personas entre magistrados, fiscales, defensores e intérpretes.

Uno de los casos más sonados, fue el de tres malandrines de Zimbawe que robaron a dos periodistas portugueses y a un español a punta de pistola, en Magaliesburg, noroeste de Johanesburgo. El robo sucedió el martes 8 de Junio, fueron arrestados el jueves 10, condenados a quince años de prisión el viernes por la mañana y empezaron a purgar sus sentencias por la tarde (3).

Pocos sistemas de justicia en el mundo, incluso en donde existen los procedimientos más sofisticados, pueden darse el lujo de contar con la expedición de la justicia que los juzgados de Sudáfrica consiguieron durante la Copa del Mundo.

Así, con imposiciones, muchas veces ilegales; con la fuerza del dinero sobre la razón o el Bien Común, la FIFA se ha granjeado la animadversión de un pueblo. Mientras todos coreamos al son de nuestra hinchada, la Federación escribe su propia historia lejana del deporte y cercana al capital. Por cierto, esta organización sin fines de lucro, la FIFA, patrocinó recientemente la creación de su propia película, en donde sus protagonistas no son jugadores de futbol, sino ejecutivos (4). Sería interesante que los aficionados reflexionemos si los abusos de esta organización modifican nuestra afición por un deporte que, ese sí, es tan meritorio como cualquier otro.