Estaba una chica muy ilusionada y contenta platicando a sus amigas que pronto se casaría con un hombre hermoso. Las amigas, conociendo al supuesto príncipe azul, miran a la cautiva y subyugada enamorada y le preguntan: ¿hermoso? ¿comparado con qué?
Este cuento hace evidente que, para informar o comunicar sobre algo que se aprecia en la realidad, es preciso contar con referentes o patrones con los que se pueda comparar. Es una regla tan sencilla y tan básica que sólo los políticos tienden a olvidar.
Los discursos que tan abundantemente escupen los políticos partidócratas -sustitutos imperfectos de líderes y estadistas-, están pletóricos de juicios de valor sin fundamento y adjetivos sin parámetros ni referentes. Al hablar de economía suelen despacharse abundantemente de adjetivos con los que disfrazan su ignorancia y ocultan la realidad. Pero es precisamente en esta materia, para la cual existen cifras, índices e indicadores, donde los ciudadanos y público en general podríamos y deberíamos detener, con los números en mano, la nefasta práctica que nos mantiene sumidos en la ignorancia por manipulación discursiva.
Para muestra, en estos días del Mundial de Futbol, el botón más evidente es la forma tan imprudente como se están discutiendo en el Congreso las leyes secundarias que darán forma a la malhadada “Reforma Energética”. En el deporte, las estadísticas del juego, jugadores, equipos y partidos, están rebosantes de números, pero en lo que se refiere a aquello que cambiará la forma como vivimos y se manejan los recursos naturales, ni un solo dígito. Quienes tienen interés por utilizar el petróleo de México para fines comerciales han hecho abundantes estimaciones en cuanto a disponibilidad de éste, características energéticas, evaluaciones sobre los costos de extraer, refinar, procesar y vender. Pero no las han dado a conocer públicamente. Lo mismo ha sucedido respecto a la capacidad de nuestro país para generar energía teniendo como fuente el sol, el viento o las mareas. ¿O es que nos quieren mantener a ciegas respecto a la riqueza potencial sobre la que vivimos, a pesar de lo cual padecemos escaseces?
El tema del crecimiento económico se ha convertido, por la abundancia de referencias subjetivas y falta de datos sólidos, en una enorme farsa que oculta lo nefasta que es -para el grueso de la población de este país- ésa política económica que, a pesar del empobrecimiento generalizado, defiende el gobierno mexicano.
En la novena cumbre de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) que tuvo lugar la semana pasada, se presentó un análisis en el que se demuestra que la falta de cadenas productivas hacia la economía interna frena el crecimiento y empleo en México, conforme se impulsa la política de exportación. Por falta de información en los actos públicos, los representantes empresariales y académicos aplauden al político que saca a relucir el afán exportador que se impulsa en la entidad que gobierna.
Como se ha dicho en varias ocasiones en esta columna, se ha perdido la capacidad productiva de los sectores que mayor capacidad tienen para generar empleo y fortalecer la economía interna. Ahora, con datos de la CEPAL en la mano, es posible y necesario exponer la inoperancia -en beneficio del país-, de esa política pública. En este estudio realizado por Rodolfo Martínez, oficial de asuntos económicos de la CEPAL y Valentín Solís, consultor de la sede subregional del organismo en México, de 1990 a 2011 el componente foráneo de las exportaciones mexicanas aumentó de 28% a 40%. De cada 100 dólares que el país exporta, importa del extranjero servicios y mercancía por 40 dólares. Esto es, cada vez que se exporta, se compra más afuera sin abastecerse, como sería lo deseable, con producción local.
En adición a este dato de la CEPAL, conforme a los datos obtenidos del Sistema de Cuentas Nacionales que elabora el INEGI, los consumidores mexicanos, hemos aumentado consistentemente desde 1990, incluso desde antes, la proporción de consumibles de origen foráneo que actualmente representan el 20% de nuestra canasta cotidiana. La proporción de contenido foráneo en nuestro consumo resultaría bastante mayor si pudiese contabilizar, mediante una estadística que no se genera en institución alguna de nuestro país, el pago por regalías y utilidades que varias empresas fabricantes de productos de consumo remiten a sus países de origen por la venta de éstos a consumidores en territorio nacional.
El país se contrae, su economía se debilita y los salarios caen cada vez que el PIB, atado a este modelo económico, crece.
Es por ello que en esta diatriba que han desatado el Banco de México y la Secretaría de Hacienda en torno al crecimiento que experimentará el país durante 2014, sólo cabe ver un propósito de distracción respecto al verdadero problema crítico en la economía mexicana: la política gubernamental, de seguir como va, no sólo fracasará en recuperar el bienestar de la población, sino terminará por hundir a México quedando en posición de ser un simple proveedor callado y confiable -para los monopolios internacionales- de recursos naturales como materia prima y de mano de obra barata, deteriorando progresiva sin misericordia la calidad de vida de quien pretende vivir de un trabajo decente.
Cada vez que un político se engolosina afirmando que gracias a él, aumentan las exportaciones y se genera más empleo, en realidad está diciendo que está mermando la capacidad productiva local por la falta de encadenamientos y bajando los sueldos. Unos, tal vez los más encumbrados en la “cadena alimenticia” de la política mundial, es posible que sepan a dónde nos llevan y en realidad para quién trabajan. Pero los políticos de la periferia, sin datos, estadísticas ni números para soportar sus afirmaciones, se limitan a replicar las falacias del discurso neoliberal sin tener ni idea de lo que están haciendo.
Twitter: @jlgutierrez