- Entrevista a Víctor Roberto Carrancá, autor de El espejo del solitario
- Ahora existe una proliferación de voces y temas, que se deslindan por completo de las escuelas y los límites de la alta o baja literatura
Nadie duda de la existencia de otros mundos, otras realidades parecidas a la nuestra pero con leyes distintas, con escenarios y poderosos que se parecen a los nuestros pero que funcionan de otras maneras. El joven escritor Víctor Roberto Carrancá (México DF, 1984) nos da cuenta de ellos en su más reciente libro de cuentos El espejo del solitario publicado por la editorial Ficticia a principios de 2014, en el que el escritor reconstruye un mundo paralelo al nuestro, Enogea, un mundo separado pero al mismo tiempo cercano, unido por la imaginación, por el sueño, al nuestro. Los relatos reunidos en El espejo del solitario nos recuerda por supuesto a la obra de Jorge Luis Borges, creador de mundo, de puentes, de ensoñaciones, que nos sirven de espejo, que nos recuerdan irremediablemente a nosotros mismos. Sin embargo Carrancá apuesta por cambiarle el rostro a la moneda pues el mundo aquí es el otro mundo el que nos es mostrado. En El espejo del solitario lo que vemos es ese otro mundo, caminamos en él, escuchamos y convivimos con esos otros personajes que han estado ahí escondidos en las líneas de múltiples relatos. Y en ese otro mundo lo que escuchamos son los rumores, las figuraciones de este otro mundo, de la cual les llegan en ocasiones rumores e imágenes, que casi siempre llegan a través de los sueños.
Libro de relatos construido como una totalidad, como un conjunto que recrea a través de la unión, de la intersección y de las pausas, todo un mundo, diferente pero tan parecido al nuestro que no se puede dudar de su existencia:
“Parte de esa intención literaria de crear un mundo, requiere de la construcción de un universo que resulte, al menos en apariencia, creíble. Digo en apariencia porque la literatura fantástica y de ciencia ficción siempre tiene un truco: el lector debe sujetarse, invariablemente, a las reglas del autor; es decir, no importa que muchas cosas parezcan absurdas. La realidad interna del libro obliga a un receptor a aceptarlas como ciertas. Por supuesto, siempre hay que cuidar que, independientemente del género de que se trate, exista una congruencia interna. En esto ayuda intercalar los cuentos de manera que se forme un laberinto en el que pueda perderse el lector. También el hecho de jugar con una realidad paralela, en donde existen aproximaciones conceptuales con la nuestra, genera esta sensación de reconocimiento. Al menos así uno siente que el lector se involucra y no todo queda al arbitrio del escritor”, nos cuenta el autor en entrevista.
Javier Moro Hernández (JMH): ¿Qué escritores que tenías presente cuando escribiste este libro de cuentos?
Víctor Roberto Carrancá (VRC): Creo que son interminables los autores y obras que estuvieron presentes durante la creación del libro. Algunos, como Lewis Carroll o Charles Fort, aparecen de modo indirecto en los cuentos. Otros son fantasmas que rondaron por la casa en distintos momentos. A veces, uno no se percata de las influencias tiempo después. Cosas que uno olvida y, de pronto, reaparecen. Podría mencionar a Milorad Pavić, Borges, Francisco Tario, y muchos otros nombres que van y vienen, en este y otros proyectos. A veces de modo consciente. Otras, no tanto. Recuerdo que la idea del proyecto; es decir, un mundo que cobra vida por el hecho de escribirlo, pululaba en mi cabeza desde hace tiempo. Se trata de un temor, una especie de angustia existencial, que me persigue desde que era pequeño. Aunque me atrevo a decir que empecé a escribir este libro (sin saberlo) desde hace muchísimo tiempo.
JMH: Me llegan varias preguntas a partir de la idea de los mundos paralelos, parecidos al nuestro, por ejemplo ¿Somos reflejo? ¿Somos el sueño de alguien más? Son ideas que han estado rondando la imaginación, la escritura de varios autores desde hace un rato, pero que no pierden vigencia. ¿Cómo surge esta preocupación, este interés y lo llevas a tu obra?
VRC: Se trata de la angustia existencial a la que hacía referencia. Ese sentimiento, al principio larvario, que se desarrolla y a veces nos consume por completo. Creo que es normal despertarse y, por un momento, dudar entre el sueño y la vigilia. Lo mismo que considerar la posibilidad de que todo esto sea una ilusión. Recuerdo que, cuando era niño, temía que los personajes de las historias cobraran vida cuando eran escritos. Me afligía aún más pensar que ellos podían percatarse de su condición de prisioneros de un libro. Esto, por supuesto, me llevó a pensar que tal vez yo era un simple personaje en un libro inmenso y que toda la vida era una obra literaria en la que se creaban, también, otros mundos minúsculos.
JMH: Es un libro de cuentos pero bien podría tratarse de una novela, dividida en varios capítulos, pues el libro mantiene una línea argumentativa, narrativa, con personajes que aparecen en diferentes cuentos ¿Cómo fue el proceso de trabajar el libro, darle esa continuidad a los cuentos?
VRC: Creo que los cuentos empezaron a entrelazarse por sí solos. A veces, cuando imaginaba a un personaje, me percataba de había estado en otra de las historias. Supongo que escribir, al ser una actividad solitaria, implica que uno entable cierto afecto con sus personajes. Habitan en nuestro interior y por eso adquieren imagen, historia y trascendencia en nuestro inconsciente. Terminan por desprenderse del escritor, actuar por cuenta propia. Los cuentos y la manera de escribirlos son mecanismos para sacar algo que ya existe y reside en nuestra mente.
JMH: Quería preguntarte tu opinión sobre la literatura fantástica que se está produciendo en México, pues me parece que vive un momento importante, con creadores de buen nivel, con creadores muy importantes, con obras que obtienen reconocimiento dentro de la crítica y del público
VRC: Creo que hay incontables autores contemporáneos que incursionan en este y otros géneros, con gran maestría. Los ejemplos son vastos. Tal vez, en un inicio, este tipo de obras pasaban como literatura marginal. Se mostraba como el anti canon puesto que las escuelas y tendencias literarias en el país se encontraban bien delimitadas. Uno podía identificar perfectamente los tópicos que debían escribirse. Ahora existe una proliferación de voces y temas, que se deslindan por completo de las escuelas y los límites de la alta o baja literatura. Los procesos son híbridos culturales en donde todo se mezcla y permiten al autor explorar nuevas facetas.